CAPÍTULO 4

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Una palabra: tensión.

Espero que les guste, pequeños demonios.

Gracias por estar acá. Los amo.

Nos vemos a la próxima.

Zoe P.

..................

Aleene 

Salí del salón echa una furia. No había pasado ni medio día con Tristan Bonnet y ya tenía la necesidad imperiosa de darle una patada para terminar con su descendencia. 

Mantén la calma, querida. Que le estás dando justo lo que quiere.

—¿Cuál es la siguiente parada, petite bête? —preguntó divertido siguiéndome el paso.

De acuerdo, me retracto. Tienes mi permiso para golpearlo. 

Respira Aleene. Respira. Tan solo es un idiota engreído, no puede sacarte de tus casillas. Cuanto antes terminemos, antes nos separaremos de él. 

—En este momento lo estoy llevando a que conozca los salones de clases, Señor Bonnet. Tal como le mencioné antes de la reunión. 

Tristan camina a mi lado con una mano en el bolsillo de su pantalón y me sonríe. 

—Se oye muy interesante. 

—Pasaré por alto el sarcasmo. 

Intenté no prestarle atención a su presencia mientras seguíamos caminando por los pasillos para llegar al primer salón. Lo conocía tan solo hace un par de horas y ya había descubierto que no ser el centro de atención le molestaba bastante. 

Llegamos al salón, abrí la puerta y entramos. Las clases de hoy ya habían terminado así que estábamos solos. Me percaté de ese detalle en cuanto cerré la puerta y la presencia de Tristan consumió todo el espacio. 

Mierda. 

Debería haber pensado en esto antes. No quiero estar a solas con él.

Me mantuve lo más alejada de él posible. No tengo el más mínimo interés en perder los estribos. 

Tristan me observó con una sonrisa de costado cuando vio que di unos pasos atrás.

—En este salón se dan las clases de los talleres… —Tristan me interrumpió.

—¿Tengo alguna enfermedad contagiosa de la que no estoy enterado, señorita Murphy? —preguntó poniendo una mano en el bolsillo.

—No sé de qué habla.

—¿Por qué se aleja de mí? —insistió dando tres pasos hacia mí. Retrocedí por puro instinto. 

—No me alejo… —mentí.

Dio dos pasos más y seguí retrocediendo a la par hasta que mi espalda chocó con la pared. Carajo. Mi cuerpo me traicionó cuando noté que mi respiración comenzó a flaquear. Tristan estaba demasiado cerca. Apoyó su mano en la pared, al costado de mi rostro, casi acorralándome. 

—¿Acaso tiene miedo, señorita Murphy? La siento algo tensa y nerviosa —susurró en mi nariz.

Está muy cerca. 

¿Por qué estoy temblando?

—¿Miedo de qué?

Su sonrisa victoriosa se amplió y algo en la parte baja de mi vientre se retorció. Se inclinó más, hasta rozar su boca contra la piel de mi oreja, haciéndome cosquillas. Mis mejillas ardieron y mi corazón se aceleró patéticamente. 

La ilusión del engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora