CAPÍTULO 18

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Aleene


Tenía la necesidad de desaparecer. 

Me alejé de la residencia hasta llegar a la pequeña playa que estaba cerca de ahí. Cerré los ojos y me concentré en el sonido de las olas rompiendo en la arena. 

Había descubierto este pequeño espacio unas semanas después de llegar aquí el año pasado. Y desde ahí se convirtió en algo mío. Me siento muy cómoda y libre cuando vengo aquí. 

Unos minutos después me observé la mano en donde yacía el anillo de Tristan. 

Brillaba.

Me quemaba.

Para mi prometida, mi petite bête. T.

Me mordí la boca. 

Había grabado el jodido anillo. Me reprendí a mí misma porqué se me acelerase el corazón solo con eso. 

Todos mis pensamientos y emociones estaban enredados en un bucle en el que era imposible identificar el principio o el final. Todo lo que estaba relacionado con él me confundía. Y me irritaba que tenga el poder de generarme tantas cosas. 

Lo sentía como una salvación y una maldición. 

Tristan apareció en mi vida para desestabilizarla. Para romper con todo. 

—Preciosa… —al escuchar el susurro creí que me había vuelto loca y que me estaba imaginando cosas. Pero no, él realmente me había encontrado. 

—¿Qué carajo haces aquí? ¿Cómo supiste? 

—Solo te vi dirigirte aquí y luego te seguí. 

—Estás loco —dije entredientes luego de ponerme de pie y enfrentarlo. 

Joder, no debería estar pensando en lo bien que se ve en este segundo. 

—¿Puedes dejar de escaparte de mí para que podamos hablar? —preguntó rendido. 

—Ya te lo dije: no tengo nada que hablar contigo. 

—Yo creo que sí. Deja de escaparte. 

Apreté la boca. Él se acercó y yo di dos pasos atrás. 

—Solo aléjate de mí, Tristan. No necesito verte ni hablar contigo si no es por el trato. 

Él copió mi expresión, también enfadado. 

—No me digas estupideces. 

—¿Quién te crees que eres? —me volteé hacia él furiosa—. ¿Crees que puedes llegar a la vida de cualquiera y moldearlos a lo que te parezca? ¿Crees que porque nos acostamos ahora me voy a volver loca por ti? ¿Qué puedes engañar a todo el mundo con tal de conseguir lo que quieres? —exploté. 

—Que hipocrita, preciosa —ironizó ácido—. Yo no soy el controlador y el obsesionado por la perfección —se acercó con dos zancadas hasta terminar casi respirando contra mi boca—. Tú eres la experta en hacerle creer a todo el mundo algo que no eres. ¿Y sabes qué? —abrí la boca para decir algo pero me quedé quieta, inmovil. Mirando su jodida boca—. Detestas que yo sea él único con el que te sientes lo suficientemente cómoda para mostrarte como eres.

—¿Quién dice estupideces ahora? —rocé su boca con cada palabra. 

Se sonrió para sí mismo. 

—No puedes usar la ironía contra mí, preciosa. Sabes que no funciona. Hablas con una persona que usó la ironía toda su vida como método de defensa. No te creas especial. 

La ilusión del engañoWhere stories live. Discover now