CAPÍTULO 12

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Hola hola. Me presento antes ustedes con un capítulo larguito e intensito. Espero que sea de su agrado. 

Gracias por estar acá.

Nos vemos a la próxima, pequeños demonios. 

Zoe P.

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Aleene

Estuve pensando en Tristan a toda hora. Lo detesto. Lo detesto con cada parte de mi corazón oscuro.

Estoy segura de que cualquier mortal pensaría en él si lo miran como él te mira a ti.

No puedo sacármelo de la cabeza.

Pero esta noche eso va a cambiar. Esta noche pienso arrancar cualquier pensamiento relacionado con mi falso prometido. Esto ya no puede seguir así: no logro concentrarme en las clases, me siento con náuseas, y cada vez que pienso en él tengo esta cosa asquerosa en el estómago y mis mejillas se enrojecen.

Es jodidamente humillante.

Elijo ponerme el vestido negro, el que tiene la espalda descubierta y el escote bien marcado. Se ajusta a mi cintura y no es muy largo que digamos.

Me hace sentir como una reina. Y eso es lo que necesito.

A las 7 p.m en punto tocan a mi puerta.

Y claro, todos mis jodidos planes de no pensar en él se caen en un pozo sin fondo y se evaporan.

Pero joder, ¿por qué carajo tiene que verse tan bien? ¿Y quien le enseñó a vestirse tan bien? Lleva una camisa negra con los dos primeros botones abiertos, dejando ver su pecho en el cual cuelga una cadena. Vuelvo a concentrarme en el tatuaje que tiene en el cuello.

Quisiera detallárselo con la lengua.

¡Cállate!

Querida, aquí estamos todas en el mismo bote.

Sus ojos azules se detienen en mi cuerpo y puedo sentir cómo si una tormenta me azotara el corazón. Sonríe para sí mismo mientras me detalla y se percata de que yo estoy haciendo lo mismo.

—Hola, preciosa. ¿Estás lista?

Me tenso con solo escuchar el tono de su voz.

—Sí.

Me tiende la mano y el corazón me estalla.

¿Qué mierda me está pasando?

Respiro hondo y se la tomo. Sé que estamos haciendo esto porque se supone que estamos prometidos y eso tiene que verse, pero no significa que esta electricidad me recorra las extremidades.

Entrelaza nuestros dedos y caminamos hasta el campus.

Cada persona que pasa por nuestro lado se detiene a mirarnos, susurran, observan, juzgan.

—Te queda bien el negro —dice de repente, mirándome.

—Casi siempre me visto de negro.

—Por eso —me sonrió de lado.

Caí en la cuenta de que era su manera de decirme que siempre me veía bien.

—Gracias... tú también te ves... bien.

Bien para comérselo entero.

—Pero eso ya lo sabíamos.

Rodé los ojos.

—Jamás volveré a darte un cumplido.

—Lo dudo mucho la verdad.

Suspiro rendida mientras salimos al campus. Todos están yendo a la fiesta o ya en la fiesta. Al vernos tenemos la misma reacción de siempre murmullos, miradas, etc.

La ilusión del engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora