CAPÍTULO 10

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Bueno bueno, la desaparecida decidió aparecer.

Este capítulo es algo larguito así que espero lo disfruten, mis niñas.

No vale enamorarse de Tristan, eh. Que conste que lo avisé.

Disfruten.

Muchas gracias por estar acá.

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Aleene

Prometida.

¿Prometida?

No lo creo. Debo haberme imaginado todo, sí. De seguro fue eso. Me he imaginado que hace unos segundos tenía la boca del jodido Tristan Bonnet sobre la mía y que se sintió tan bien y correcto e incorrecto a la vez.

Joder.

Estoy mareada.

¿Cómo es posible que un simple beso me haya dejado así?

—¿Qué mierda fue eso? —fue lo único que pude pronunciar.

Fijé mis ojos en ese azul y solo pude detallar cómo brillaban.

—Es una larga historia... te lo explicaré luego.

—Al parecer es lo único que sabes decir.

—Llegas tarde al trabajo, preciosa. Te paso a buscar después para hablar.

Me crucé de brazos.

A eso lo llamo: resolver.

—Me besaste —lo enfrenté.

Su sonrisita de lado se hizo presente.

—¿Debo recordarte de quien era la otra boca?

Pude sentir un apretón en la parte baja de mi vientre y mis mejillas rojas.

—Me tomaste por sorpresa y actúe sin pensar... no quería... responderte...

—Oh, sé que eres muy buena fingiendo, pero me besaste como si lo estuvieses deseando desde que me viste. Pudiste haberte alejado, o haberme soltado... pero no lo hiciste —estaba hirviendo... por muchas razones—. Sé que te encantó, tranquila, tu secretito está a salvo conmigo.

—¿Tanto ego cabe dentro de ti?

Se mordió la boca ampliando su sonrisa.

—¿Por qué eso sonó tan provocativo?

Joder.

Aleene, concentrate. No te provoca nada. No puede provocarte nada. Es el hombre más egocéntrico, narcisista e imbécil que conociste en tu vida.

No te atraen los tipos así.

No. Te. Atraen.

—Voy a irme a trabajar en este segundo porque ya no puedo soportar verte. Por tu propio bien, te recomiendo que estés afuera de mi trabajo cuando sea la hora para explicarme con lujo de detalles toda esta locura si no quieres que te regrese a Francia antes de lo previsto.

—Wow... que ruda, petite bête... —se acercó medio paso más, había menos de cinco centímetros entre nuestras bocas. Su mirada se oscureció y su boca se curvó hacia arriba—. Parece que solo haces cosas para seguir gustándome más.

Apreté los labios y me alejé, intentando volver a mi eje.

—Dejale en claro a tu queridísimo Trev de quien eres la prometida, preciosa. Yo no comparto —lo oí decir antes de desaparecer.

La ilusión del engañoWhere stories live. Discover now