CAPÍTULO 6

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Solo puedo decir: la tensión, joder.

Disfruten, pequeños demonios.

Gracias por estar acá.

Nos vemos a la próxima

Zoe P.

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Aleene

Tenía que ignorarlo, a toda costa. Al menos todo lo que me fuera posible hacerlo.

El maldito se quedó toda la hora sentado a dos mesas de distancia de la caja, tomando su café y haciendo quién sabe qué con su teléfono. Podía sentir sus ojos azules siendo testigos de mis movimientos, pero evité su mirada, sabía que nada bueno podía salir de ahí.

Mientras fingía seguir con mi trabajo y no prestarle atención, intenté hacerme a la idea de que iba a tener que entrevistarlo... lo que significaba estar a solas con él y su estúpida actitud de soy el puto rey del mundo. Iba a tener que armarme de paciencia y paz interior para cuando llegue el momento, que a juzgar por el tiempo que me quedaba para entregar la noticia, llegaría más pronto que tarde.

Tristan

Voy a matar a alguien. Estoy seguro.

No puedo creer que comparto espacio con tantos inútiles. Tenían un solo trabajo, ocultar mi país de residencia actual, y al parecer estuvieron a punto de echarlo a perder.

Mi apellido carga con un peso del cual no puedes deshacerte. Arthur Bonnet, mi queridísimo padre, es dueño de una fortuna multimillonaria que fue acumulando a lo largo de los años como socio directo de la compañía de inversión más grande de Francia.

Bueno, eso es lo que creía la gente.

Se descubrió que mi padre robaba gran parte del dinero que los clientes le confiaban, hubo denuncias, juicios y finalmente, ahora se encuentra en prisión. Por eso tuve que irme a Londres y luego tuve que venir aquí. Mi padre es un hombre con contactos, demasiados contactos, sé que no va a tardar mucho en salir... porque todavía no se ha descubierto toda la otra cara de la moneda.

Espero que se pudra en la cárcel o al menos, que cuando salga, no me encuentre.

Puede que Arthur Bonnet esté muy lejos de ser el mejor padre del mundo o, mejor dicho, que esté muy lejos de poder llamarse padre, pero sí he aprendido varias cosas de él desde que soy pequeño. Nacer dentro de una familia con una reputación que mantener, estar acostumbrado a las amenazas ajenas y a la manipulación te deja una o dos enseñanzas. La primera: el dinero lo puede todo, y cuando digo todo me refiero a todo. El dinero mueve al mundo, quien te haya dicho lo contrario, te mintió. La segunda: una buena imagen es tu mejor carta de presentación ante el mundo y puede facilitarte muchísimo las cosas. La tercera: fingir, el arte por excelencia de cualquier persona poderosa. Quizás la más importante de las tres. ¿Hiciste algo que no debías? Niégalo a toda costa y busca a alguien más a quien culpar. ¿Sientes algo que no deberías? Finge que no lo sientes y desaparecerá. ¿Ganas de llorar, rabia, enojo? No es para tanto, trágatelo.

Claro que yo he observado demasiado, soy curioso desde que tengo uso de razón. Y quizás he visto más cosas de las que debería. Por suerte, siempre detesté a mi padre, y he querido diferenciarme de él siempre. Lo odiaba cuando veía como trataba a las mujeres, como hablaba de ellas, como si fueran objetos sin valor, ni voz que él podía utilizar a su antojo. Pude darme cuenta de que esos pensamientos suyos no tenían nada que ver con los míos, y fue una de las pocas cosas de las que me siento orgulloso.

La ilusión del engañoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن