CAPÍTULO 8

124 17 0
                                    

BUENAS BUENAS, PEQUEÑOS DEMONIOS.

Perdonen por la tardanza, estuve muy ocupada estas ultimas semanas, pero les prometo que cada vez que tengo un tiempito escribo. 

Espero que lo estés disfrutando. 

Gracias por estar acá. 

¡Y felicidades que ya comienza el 2024! 

Nos vemos a la próxima, pequeños demonios.

Zoe P.

.........................................

Tristan

Esta chica no deja de sorprenderme.

Si no me cayera tan mal, probablemente estaría escuchándola gritar mi nombre en esa cama mientras la follo como he estado deseando desde que entré y la vi.

Suponía que iba a hacerme preguntas personales para intentar descubrir algo, pero contó con la mala suerte de que yo haya mentido una o dos veces en el pasado.

Mis ojos se detuvieron en sus piernas expuestas y en esa piel que acaricié hace tan solo unos pocos minutos. Apreté la mandíbula.

No podía dejar de mirarla.

Estaba en pijama joder, pero... tenía la sensación de que sin importar la ropa que usara, nada podría opacar su belleza.

Ante mis ojos es preciosa y estoy seguro de que no soy el único que piensa así.

Sin embargo, su aspecto no borraba ni un poco todo el odio que sentía hacia ella. Se cree superior a todo el mundo, me subestima, y no deja pasar la oportunidad de aborrecerme de todas las maneras posibles.

—¿Necesitas algo más, preciosa? —pregunto con media sonrisa de lado.

Se cruzó de brazos, mirándome con desprecio, como siempre lo hacía.

—No, tengo lo que necesito para la entrevista.

Solté una carcajada disimulada.

—No hablaba de la entrevista.

Apretó la boca, mostrándose muy enojada.

Pero, nuevamente para su mala suerte, sé leer muy bien el lenguaje corporal de las personas, apretó sus piernas de manera inconsciente, su respiración falló y vi su caja torácica expandirse. Además de ese bonito tono rojizo en sus mejillas.

—No te soporto —fue lo que dijo entre dientes instantes después.

Di un paso más hacia ella.

Me encantaba que no se echara hacia atrás.

Me enfrentó, alzando la cabeza.

—¿Y qué te hace pensar que yo soporto algo de tu actitud despreciable?

Sonrió un poco.

—¿No fuiste tú él que me dijo hace tan solo unos minutos que querías pasar tiempo conmigo? —se burló.

Amplié mi sonrisa. Mi aliento se mezcló con el suyo, sus ojos negros bajaron a mi boca y su sonrisa desapareció, vi como tragó lentamente.

—¿Quién dijo que qué quiera pasar tiempo conmigo significa que te soporto?

—Sino me soportas, ¿por qué querrías estar conmigo?

—Quizás porque hay algo fascinante en desafiarte, preciosa. Quizás porque saber que soy el único que puede quebrar ese papel de chica perfecta que no mata a una mosca me hace sentir bien —ahora sí retrocedió un poco cuando me acerqué aún más, y le susurré al oído—. Quizás porque en el fondo, disfruto de que me desafíes cada vez que me ves... —la sentí tensarse—. No tienes idea de lo mucho que me encanta un buen desafío, petite bête.

—Yo no soy un maldito desafío, Señor Bonnet, que le quede claro.

—¿Eso crees? Porque no has hecho otra cosa desde que llegué, siempre chocando conmigo, siempre estando en desacuerdo con cada cosa que digo, siempre mirándome como si todo en mí estuviera mal... dígame si eso no es desafiar, Señorita Murphy —copie su tono.

—Me comporto así contigo, porque no te creo el papel que quieres jugar. Y desprecio a los mentirosos.

Irónico, preciosa, muy irónico.

—Claro, yo soy el mentiroso... en cambio tú te encargas de negar y de fingir... —vuelve a tensarse, como si hubiese dado justo en la tecla—. No te sorprendas, preciosa. Entre mentirosos nos reconocemos.

Ahí se queda en silencio, con sus ojos negros sobre mí. Me alejo y me dirijo hacia la puerta.

—O quizás simplemente estoy aburrido, Aleene y que me desafíes tan insistentemente me divierte.

Con esa respuesta a su primera pregunta, salí victorioso de la habitación.

Aleene

Me faltaba el aire.

Jodido Tristan Bonnet.

Jamás alguien me había dejado así, sin palabras y con el cerebro en blanco.

No te sorprendas, preciosa. Entre mentirosos nos reconocemos.

No solo me había acusado de mentirosa, sino que había admitido de cierta manera, que él también mentía.

La pregunta era: ¿en qué?

Y yo estaba dispuesta a averiguarlo. Esas simples palabras se clavaron en mi mente, como un pajarito picando mi cerebro. Tenía claro que iba a ser todo lo que esté a mi alcance para descubrir la verdad sobre él.

Jannet apareció en mi puerta justo cuando yo había conseguido calmarme un poco. Como mi mejor amiga, me realizó un cuestionario completo sobre Tristan, pero respondí sin interés diciéndole que antes de tener algo con él, me tiro por la ventana. Está demás decir que no le gustó ni un poco, pero es lo que es. Detesto a ese hombre y eso no va a cambiar.

Puf... qué divertido va a ser todo esto, de verdad, ¡que alguien me traiga las palomitas!

Cuando terminamos su trabajo, cenamos algo rápido y luego se fue a su habitación.

Y yo me acosté.

Mirando al techo.

Sin poder dormirme.

Porque no podía parar de pensar en el francés encantador. 

La ilusión del engañoWhere stories live. Discover now