CAPÍTULO 7

159 15 1
                                    

Bueno, bueno. Aquí se los dejo.

Disfruten, pequeños demonios. 

Gracias por leer.

Nos vemos a la proxima.

Zoe P.

............................

Aleene

Sus manos viajaban por mi cuerpo torpemente, me gustaría decir que al menos me genera algo, pero no lo hace. Solo estoy mirando el techo, distraída y apagada... pensando en Tristan.

Carajo, me detesto porque su imagen aparezca en mi mente justo en este momento.

El francés encantador ha conseguido meterse en su cabeza ¿verdad? ¿Vas a admitir que has aceptado la oferta de Daniel porque te has quedado fantaseando con él?

Jamás fantasearía con ese imbécil, descarado, odioso, egocéntrico hijo de puta.

Que sucia mentirosa resultaste.

—¿Te gusta? —oigo hablar a Daniel.

¿Qué cosa? ¿Qué se supone que está haciendo? ¿Cavando en busca de algo? Pues no cariño, no me gusta. Seguro que Tristan sabría mucho mejor que hacer con los dedos... y con otras partes de su cuerpo.

A veces te detesto, conciencia.

Claro, querida, porque digo la verdad.

Mi teléfono retumba por toda la habitación y casi suspiro de alivio.

—Debo atender —digo—. Es mi madre y es urgente, me avisó que iba a llamarme —mentira, no tengo idea de quién es pero necesito que se vaya.

—¿Me estás jodiendo? —pregunta, ofendido.

Jodido vas a estar en tanto no te vayas ahora, corazón.

—¿Me ves cara de estar bromeando? Es una llamada privada —le digo, ya sin gracia—. Vístete y vete, por favor.

—Bien, pero no se te ocurra volver a llamarme.

Punto número uno: tú llamaste. Punto dos: tranquilo, no pasará, inutil.

—Tranquilo, no te molestaré —ironicé.

Tomé el teléfono y era Janet. Gracias amiga.

—Hola, mamá —atiendo mientras Daniel se viste.

—Por el momento no soy madre de nadie, cariño y espero que siga por bastante tiempo.

—Claro, mamá. Está bien, no llores por favor...

—Ummm, ¿estás bien? —preguntó Janet confundida, no podía culparla.

—Sí, yo... veré que puedo hacer, la situación es delicada.

Con esa palabra mágica Janet entendió.

—Oh, de acuerdo. Dime cuando se vaya, yo te espero.

—Gracias... —susurró.

Finjo seguir hablando hasta que oigo el portazo que pega Daniel a la puerta de mi habitación.

—¡Al fin! ¡Recuerdame nunca más aceptar nada con este idiota!

—Cariño, te dije que Daniel... bueno es Daniel y además de ser bastante malo en la cama, no es muy buena persona.

—Sí, me enteré. Luego de la primera vez lo debería haber dejado.

—Nunca mejor dicho... ahora... necesito una ayudita con la crónica del profesor Adams jeje.

Rodé los ojos con una sonrisa.

La ilusión del engañoWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu