CAPÍTULO 15

97 11 1
                                    

Aleene

El sonido del golpeo contra la puerta de mi habitación hace que me ponga de pie rápidamente mientras me seco las lagrimas. Mi mundo se viene abajo cuando me encuentro con Tristan en mi puerta.

—¿Qué quieres?

—¿Estabas llorando? —pregunta con un sorpresivo tono preocupado.

—No te interesa, ¿qué quieres?

—Que me dejes pasar, quiero hablar contigo.

Me quedo mirándolo más de lo que debería. Detesto que me vea en este estado. Me armo internamente otra vez, como siempre que me derrumbo y me hago a un lado para que pueda pasar.

—Que sea rápido, tengo cosas que hacer.

—¿Por qué te fuiste así? —pregunta sin más. Directo.

Aprieto la boca y me cruzo de brazos.

—¿Qué? ¿Te molesta no haberlo hecho tú?

Lo dije tan apresurada que no lo pensé, no quería que él supiera que me había vuelto débil esa noche. No quería que tuviera ese poder de lastimarme. Incluso soné quebrada y mi expresión demostró la espina clavada dentro de mí.

Su expresión se endureció, serio, como un témpano de hielo.

—¿De qué mierda hablas?

—Oh vamos, el papel de estúpido no te queda. Me fui antes de que tú lo hagas. Así no podías dejarme tirada como sé que ibas a hacerlo. Lamento no haberte otorgado el honor —lo dije, a la mierda todo. Que sepa que yo sabía lo que iba a hacer y no se lo permití.

Me miró apretando la mandíbula. Sus ojos azules estaban oscuros y estoy segura de que nunca lo vi tan enfadado. Se acercó a mí hasta tenerme contra la pared. Su aliento chocó con el mío y pegó nuestros cuerpos. Me tensé evitando su mirada, dejé de respirar y sentí mi corazón como un tambor contra mi pecho: bum bum bum bum.

—No tienes una jodida idea de lo que yo hubiera hecho —dijo entre dientes—. Si piensas que iba a dejarte tirada, desaparecer y fingir que no había pasado nada, no me conoces en lo más mínimo —no podía hacer otra cosa que intentar tranquilizar mi respiración, me animé a mirarlo a los ojos—. ¿Quién te ha hecho creer que mereces que te dejen tirada? —pronunció bajito contra mi boca. Su mirada se suavizó.

Me quedé con la boca entreabierta y el corazón latiendome en las orejas.

Mis ojos miraron abajo sin poder sostenerle la mirada.

Apoyó su frente contra la mía y me tomó del mentón.

—Jamás te hubiera dejado tirada. Me duele que siquiera lo pienses. Dime quien fue que te hizo creer que eso es lo que te mereces para ir a matarlo.

En mi defensa, no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. ¿De verdad se estaba preocupando por mí?

—Siempre fui eso para los chicos —murmuré—. Estoy acostumbrada a que me dejen tirada luego... y creí que ya no me afectaba... pero no podía soportar que tú lo hicieras. No quiero ser eso para ti... —confesé.

Alzó su mano para acariciar mi mejilla con las cejas hundidas.

—Cariño... —murmuró, apoyé mi frente en su pecho y sollocé.

No dudó en abrazarme con ambos brazos por la cintura, refugiándome en él.

Jamás, en toda mi vida, me había sentido tan refugiada en un abrazo que no fuera de mi madre. No tengo ni idea de como lo hizo, pero desencajó algo en mí, y terminó conmigo sosteniéndome de él. Lo abracé por el cuello con fuerza, como si temiera que fuera a irse y comencé a llorar. Tristan me acariciaba el cabello con delicadeza, apretandome contra él. Me encontraba llorando contra su pecho y se sintió liberador.

La ilusión del engañoWhere stories live. Discover now