15. Who the fuck are you?

37 1 0
                                    

La villa de Camila era espaciosa, toda en una planta, como las clásicas casas cubanas, con un bonito jardín trasero, una cocina mediana y un gran salón. El único defecto de esa casa eran las instalaciones, con tantos dormitorios sólo había un baño, por lo que los doce chicos tendrían que hacer mega turnos por la mañana. Para evitar que las chicas se adueñaran del baño durante horas, los chicos habían acordado, la tarde que llegaron a Cuba, levantarse más temprano y apurarse, para luego dejar el baño a las chicas. Esa noche, cansados del viaje y hambrientos, decidieron quedarse a cocinar juntos y disfrutar en la villa, para descansar un poco más y prepararse para el verdadero primer día del viaje, a la mañana siguiente.


Contrariamente a lo esperado, la cocina fue invadida por los chicos que se ayudaban mutuamente a cocinar algo, mientras las chicas ponían la mesa y elegían la música que pondrían. Camila se ofreció a ir a por comida, ya que faltaban varias cosas en la nevera, así que Matthew se empeñó en preguntarle si necesitaba ayuda, y ella lo tranquilizó. Lauren estaba preocupada ante la idea de que Camila saliera sola, así que delante de sus amigas no dijo nada, pero antes de que la chica saliera de casa, el capitán se escabulló de la cocina para reunirse con ella en la puerta principal. Las chicas que estaban en el salón pudieron ver a las dos interactuando mientras conectaban Spotify a los altavoces y discutían sobre qué música poner de fondo, pero Lauren no parecía interesarse por su presencia, y a primera vista sus amigas tampoco parecían preocuparse por las dos.


"Camz... ¿Seguro que no necesitas que te eche una mano?" su voz salió lo más relajada posible, a pesar de la preocupación subyacente.


"Claro, Lau, siempre ando por ahí sola. Mamá siempre ha ido algunas veces, trabaja todo el día. Siempre lo he hecho todo sola", sonríe la chica tranquilamente.


"Bueno, sí, pero ahora no estás sola.... Te vendría bien la presencia de algunos de nosotros", abre los brazos para mostrarse más convincente.


A Laurin, la idea de que Camila se pasease sola, hacia el atardecer, después de ver cómo los chicos zumbaban a su alrededor de forma acosadora, para los estándares americanos, no le sentaba nada bien. Pero si le hubieran preguntado al capitán si estaba celoso de Camila, habría contestado que en absoluto, que sería una locura. Desterró esa idea de su mente, igual que desterró la idea de que la muerte de su madre seguía doliéndole atrozmente. Pero a su favor, puedo decir que no hacía mucho que Laurin sentía en lo más visceral y oculto de sus entrañas algo de celos hacia su amiga cubana. Cuanto más tiempo pasaban juntos, más se acercaban, y más este asomo de celos tomaba una forma más definida, pero ahora este sentimiento seguía siendo tan indefinido, disimulado y gobernado por el muchacho, que en realidad no estaría mintiendo, y no podemos culparlo, si hubiera respondido que no siente celos por Camila.


La chica lo miró más profundamente, insinuando una sonrisa diferente de la anterior, más dulce y tierna. El capitán no lo sabía, pero Camila podía ver destellos de su interior, que ni siquiera Laurin sabía aún que tenía dentro. Camila podía leerlo en sus ojos claros, pero no le dijo nada. Fingió no hacerlo y le acarició la cara, preguntándose una vez más después por qué lo había hecho.


"Tranquilo, capitán. Créame, en esta zona yo tendría más poder para salvar a uno de ustedes que que usted para salvarme a mí. La gente me respeta, me conoce. Nunca he arriesgado nada".


"Vale... Como quieras. Aunque no me gusta que...", Camila enarcó una ceja, empezando a divertirse ya que Laurin estaba lanzando de la nada posibles pruebas de sus celos, y ante esa expresión socarrona de ella se congeló de inmediato, pensando en cómo cambiar la frase para no dársela a su amiga.

La hija del entrenadorWhere stories live. Discover now