16. Birthday and alcohol

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Aquella primera noche no terminó como cualquier otra. Nuestros queridos turistas habían planeado, sí, quedarse en casa a descansar, pero desde luego no se iban a acostar a las diez. Comieron mucho y hablaron mucho. Aquellas paredes no escucharon un segundo de silencio desde que el grupo puso un pie dentro de la villa de la cubana.

Una vez que recogieron la mesa y se trasladaron al salón, la velada tomó un cariz aún más agitado, ya que Camila sacó algo de licor local, bien guardado en la reserva de la casa. No tuvo ningún problema en decirle a su madre que estaba bebiendo, al fin y al cabo, ella ya lo sabía. Cuba tiene menos controles de alcoholemia, y no era ningún escándalo ver a menores de edad bebiendo allí. Entre copas y chupitos el aire empezó a aligerarse entre todos. Lauren bebía. No le gusta mucho perder el control ni sentirse mal, ya que esa sensación de ligereza y desinhibición le lleva a veces a ataques de pánico, en los que teme sentirse mal de repente y no estar lo bastante lúcido para salvarse. Puede parecer redundante repetirlo, pero la grave pérdida de su madre fue tan conmovedora e insalvable, que a día de hoy es casi una pesadilla, y las situaciones en las que se emborracha o se droga le llevan a pensar en ella, empeorando su estado. Por eso, el chico prefiere felizmente no alterar sus sentidos, pero aquella noche bebió mucho. Se pasó todo el día quitándose de la cabeza el pensamiento de que el campo le recordaba inevitablemente a su madre, hasta el punto de que por la noche ya no podía disimular, así que, por alguna loca razón, pensó que beber sería una buena forma de aliviarse.

Afortunadamente, aquella noche su madre no le vino a la mente. La presencia de sus amigos lo animaba, pero quien sabía como llenar esa ausencia dentro de él era Camila. A menudo la buscaba con la mirada, en el gran salón, entre los amigos que bailaban, y le bastaba mirarla unos segundos para tranquilizarse. Ella sabía mejor que nadie cuánto había sufrido por aquella muerte. A él mismo le parecía extraño, que la recién llegada supiera más de él que sus amigos de siempre, pero no iba a darse una explicación mejor que un simple "con ella me sale natural y paro, no pasa nada".


Camila aguantó bien el alcohol. Después de todo, lo ha consumido ocasionalmente desde los 14 años, así que tiene más aguante que el resto del grupo.


Cuando notó que los ojos de Laurin brillaban con una luz diferente, se limitó a intentar calcular cuánto había bebido, para mantener la situación bajo control. Sabía que al capitán no le gustaba beber, pero desde luego no podía negárselo si le apetecía, además ya era mayorcito para elegir. Cuando James paró la música para proponer un karaoke, todos estuvieron de acuerdo, incluidos los menos aficionados a cantar, llevados por la desinhibición del alcohol. Sin embargo, cuando llegó el momento de cantar, muchos se echaron atrás riendo, así que Gregg instó al capitán a cantar, con plena aprobación del resto del equipo.


"¡Laurin sabe cantar! Vamos, hermano, ¡canta tú!".


"¡Sí, sí, Laurin canta, vamos!"


El chico, incluso medio borracho, estaba extremadamente tranquilo. Te estarás preguntando qué demonios podría hacer que se moviera. Sinceramente, métete en la cabeza que algunas personas tienen una calma en su interior que no se desprende fácilmente, y él es una de ellas. Tenía una sonrisa perdida y relajada por la confusión del alcohol, y experimentaba la realidad más lentamente. En cuanto oyó que sus amigos le llamaban para cantar, arrugó la frente y el entrecejo.


"¿Chico y por qué tengo que cantar?", murmuró.


La hija del entrenadorWhere stories live. Discover now