2 El secreto

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Si un alfiler hubiese caído al suelo, habría producido un estruendo terrible.

Astrid rompió la tensión del momento, adelantándose y estrechando la mano de los chicos.

-Encantada -sonrió, como si no pasase nada extraño. Ellos balbucearon algo similar, intentando parecer educados. Snape, sin embargo, la miraba de arriba abajo.

-¿De dónde vienes?

-De correr -respondió ella, con naturalidad.

-¿No tenías guardia hoy?

-Al final conseguí que Mike me la cambiase, para poder estar aquí, pero tendré que sustituirle el día que él quiera -su actitud despreocupada y alegre contrastaba con la seriedad de Snape, aunque él parecía más relajado con ella delante-. Por cierto -añadió-, cuando estaba corriendo pasó algo muy extraño: se empezó a enfriar el aire repentinamente y se congeló todo a mi alrededor.

-¿Oíste voces? -preguntó Snape, preocupado de repente. Ella se pasó una mano por el pelo.

-Sí, y también sentí... frío, tristeza... -Astrid no era capaz de encontrar las palabras adecuadas-. Escapé de allí lo más rápido que pude, y así os vi llegar.

-¿Dementores en esta zona? Estamos demasiado lejos de Londres -Snape arrugó el ceño-. ¿Estás segura de que los viste?

-Estoy segura de que los sentí -Astrid esbozó una extraña sonrisa-. Ya sabes que no puedo verlos.

Esto llamó la atención de Harry, quien se olvidó de repente de su estado de resaca y aturdimiento.

-¿Por qué no? -preguntó, sin poder contenerse. Snape le fulminó con una mirada asesina, pero Astrid sonrió y se encogió de hombros.

-Porque soy muggle -contestó con naturalidad, ignorando la incomodidad del mago-. Los muggles no podemos ver a los dementores, pero podemos sentirlos -explicó.

La cara que puso Draco en aquel momento era todo un poema, y reflejaba a la perfección todo lo que pensaba ¿Cómo era posible que un mortífago hubiese caído tan bajo como para casarse con una muggle?

Snape pareció adivinar lo que estaba pensando y le lanzó una mirada siniestra.

-¿Ocurre algo? -preguntó, como retándole a decir en voz alta lo que pensaba.

-Nada -masculló Draco, apartando la vista, aunque por su tono parecía estar ofendido.

-Creo que será mejor que os enseñe dónde vais a dormir -intervino Astrid, en tono conciliador, para romper la repentina tensión.

Antes de que las cosas fuesen a peor, guio a los chicos escaleras arriba hasta sus habitaciones, bastante separadas una de la otra.

-Supongo que ya sabéis que no debéis comentar con nadie nada de lo que pase en esta casa -les recordó, aun sonriendo. Sin embargo, a Harry le pareció que ella les estaba evaluando con la mirada.

-No te preocupes, muggle, tu secreto se conservará -le espetó Draco con petulancia. Astrid se detuvo en seco y le miró con seriedad.

-¿Tienes algo en contra de mi condición? -preguntó, mirándole a la cara sin pestañear.

-No, sólo estoy en contra de los que se acercan a gente como tú -respondió él, desafiante.

-Cállate, Malfoy -le interrumpió Harry, enfadado.

-Déjalo, Harry, no merece la pena -Astrid se dio la vuelta con dignidad, y empujando suavemente a Harry por la espalda, se marchó de allí sin mirar atrás, dejando a Draco con la palabra en la boca.

La familia Snape (Severus x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora