4 Regla número uno

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Astrid se despertó bastante tarde, con el cuerpo dolorido. Por su cabeza aún cruzaban las imágenes del día anterior, con retazos de los gritos, la sangre y el sufrimiento de los heridos.

Tratando de aclarar la mente, se dio la vuelta en la cama, buscando a su marido con la mano, pero no le encontró. Sobresaltada, abrió los ojos, aunque tuvo que entrecerrarlos porque le deslumbraba la luz del sol, y cuando por fin consiguió enfocar la vista, le vio de pie, frente a la ventana.

–¿Ya estás levantado?

–Me desvelé y no quise despertarte –respondió él en voz baja. La miraba de forma serena, pero preocupada, y Astrid, al reconocer su significado, se incorporó.

–¿Qué pasa?

–Va a haber más ataques como los de ayer –confesó Snape, lentamente–. Incluso peores, porque nos ayudarán los licántropos y los vampiros.

–¿Sabes cuándo van a ocurrir?

–Cada siete días. Atacaremos un lugar al azar, para que ni siquiera nosotros sepamos dónde vamos hasta que nos llamen.

Astrid ladeó la cabeza, mirándole con extrañeza.

–Nunca habíais actuado así. Parece un plan muy caótico.

–El Señor Tenebroso pretende debilitar al Ministerio y a los Aurores. Hará que dispersen sus fuerzas, alejándolas de su verdadero objetivo.

–¿Se lo has dicho a Albus?

–He hecho lo posible por prevenirle, pero aún no sé cuál es el objetivo final del Señor Tenebroso –ambos se quedaron en silencio y él se giró de nuevo hacia la ventana–. Lo que menos me gusta de esto es que seguramente venceremos. En poco tiempo, el Ministerio de verá debilitado, y deberá recurrir a sus refuerzos para defenderse de nosotros.

–Y Adrien será convocado –concluyó Astrid por él. Snape asintió, revelando el motivo que no le había dejado dormir.

–Ayer le vi. Se estaba vistiendo como un mortífago para infiltrarse en nuestras filas.

–¿Y qué le dijiste?

–No pude decirle nada, Katherine llegó a él antes que yo –murmuró Snape–. Ella también estaba allí.

–Me dijeron que San Mungo envió a Londres a todos los magos que tenían disponibles, para acelerar la evacuación –Astrid agitó la cabeza–. También fue Iván ¿verdad?

–¿Cómo lo sabes? –Snape la miró sorprendido.

–Porque él nunca abandonaría Rumanía y sus queridos dragones si no fuera porque algo realmente importante acaparase su atención –dedujo Astrid en voz baja–. Al final, la única que estaba a salvo era Celine, y ella también acudirá a luchar en cuanto nos descuidemos, como lleva repitiendo desde que todo esto empezó. Me sorprende que no se escapase anoche.

Snape suspiró y se cruzó de brazos.

–Les matarán, tarde o temprano lo harán, no importa la protección que les demos o el apellido que lleven –musitó, como si se estuviese lamentando consigo mismo. 

Astrid se levantó, se arropó con una bata y caminó hasta Snape, pasando por encima de la ropa que se habían quitado la noche anterior, antes de caer dormidos. Abrazó a su marido por la espalda y apoyó la cabeza contra él, aspirando el olor de su ropa de dormir.

–No va a pasar nada de eso –murmuró–. Nuestros hijos están preparados, no será fácil acabar con ellos.

–Pero no me gusta saber que van a ponerse en peligro voluntariamente, ignorando lo que les diga. No podré hacer nada para ayudarles.

La familia Snape (Severus x OC)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang