13 La niña perdida

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Astrid no llegó a gritar, pero su impresión se transmitió a través de su anillo mágico a los otros miembros de la familia.

Snape recibió como un golpe aquel grito mudo, envuelto en miedo, asombro, incredulidad, además de una repentina debilidad, y no dudó en abandonar su duelo contra Harry y Draco para salir corriendo en dirección a la casa.

Adrien y Celine se apilaban frente a la puerta del laboratorio, pero sin poder entrar, ya que sólo Snape y Astrid podían pasar dentro. El mortífago les empujó y entró como un huracán, cerrando la puerta tras de sí, y se fijó en Astrid.

La mujer seguía sujeta a la mesa, con las manos tensas. Su cara estaba totalmente pálida, y sus ojos miraban al vacío, sin parpadear. Le temblaba todo el cuerpo, y no dio señales de oír llegar a su marido. Snape se puso delante de ella y la zarandeó para que reaccionara.

–Astrid, responde ¿Qué te pasa? ¡Astrid! –Snape tuvo que gritarle porque parecía que ella no le oía–. ¡Astrid! –finalmente, ella parpadeó y le miró aturdida, y por la cara que puso parecía que se iba a poner a reír y a llorar a la vez–. ¿Qué ocurre? –preguntó Snape. Al tocar los brazos de Astrid se dio cuenta de que estaban fríos, y de que la mujer seguía temblando.

–La rata... –susurró ella–. Mira a la rata.

–¿Qué le pasa? –Snape se giró y miró al animal, que daba vueltas por la mesa, rodeando un charco de sangre.

–Estaba... muerta. Totalmente muerta. Yo la maté. Yo la vi morir.

Snape observó el ir y venir del animal, y luego a su mujer.

–Astrid ¿estás segura de lo que dices?

–¡Claro que si! Mira esa sangre –Astrid señaló con un dedo tembloroso al charco rojo–. Yo le corté... vi cómo se moría...

Snape jamás había visto a Astrid en ese estado tan alterado, así que supo que no se estaba inventando nada. Descartó la idea de que se trataba de una broma pesada, porque los ojos vidriosos de Astrid no podían mentirle de esa manera y tuvo que asumir que la única explicación posible era que la rata había... vuelto a la vida.

Snape consiguió que la mujer se sentara y él hizo lo mismo, cogiéndole de las manos.

–¿Qué ha pasado? –preguntó con suavidad. Por el anillo seguía notando sensaciones caóticas provenientes de Astrid.

–Le-le inyecté la poción me-mejorada –Astrid estaba realmente afectada, y le costaba vocalizar con claridad y dejar de temblar–. Y-y luego... cometí un error... se desangró...

–¿No cicatrizó?

–No, se murió antes de que la poción hiciese efecto –Astrid trató de serenarse un poco–. Me había manchado de sangre, así que me fui a cambiar, y cuando regresé estaba... estaba...

–¿Viva?

Ella asintió, sintiéndose más tranquila. Snape se levantó y cogió a la rata para examinarle de cerca. El animal estaba cubierto de sangre, al igual que la mesa. Mirando con atención al animal vio que, en el cuello, por debajo de una estrecha franja de pelo más corto que el resto, había una fina cicatriz que poco a poco iba desapareciendo...

–¿Qué hemos hecho? –se preguntó.

***

Ginny abrió los ojos, pero sólo vio oscuridad. Tardó un momento en acostumbrarse a la escasa luz del lugar y en darse cuenta de dónde estaba.

Estaba tirada en el suelo de piedra de lo que parecía un sótano abandonado. No había ventanas, y la única salida al exterior era una puerta situada en lo alto de unas escaleras, que por supuesto, estaba cerrada.

La familia Snape (Severus x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora