10 El hospital

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Harry corría por el cementerio, sin saber hacia dónde iba. Sólo sabía que debía seguir corriendo, siempre hacia delante. Si miraba a su espalda, le atraparían.

Llegó hacia una tumba apartada de las demás. Junto a ella, esperaba un caldero humeante. Harry intentó alejarse, sabiendo que debía poner toda la distancia posible entre el caldero y él, pero la lápida comenzó a atraerle y a tirar de él. Harry se vio arrastrado hacia la tumba, paralizado y aterrado. No podía moverse, no podía correr.

En el suelo, frente a la lápida, un cuerpo yacía sin vida, abandonado. Era Cedric. Aún tenía los ojos abiertos, mirando al cielo estrellado.

–Harry Potter...

Una figura había aparecido junto al caldero. Era pálida y estaba cubierta por una capa negra. Harry sintió como su cuerpo se estremecía de frío y miedo, negándose a moverse.

–Harry Potter, has venido a morir.

La figura movió su varita y Harry comenzó a levitar. Fue obligado a flotar hasta el caldero. Intentó resistirse con todas sus fuerzas. Quiso gritar, hacer algo, pero la inmovilidad más absoluta le retenía.

–Tu carne me dará fuerza, Harry Potter. Tu sangre me hará inmortal.

Harry miró a la capucha, atraído por la mirada cruel de aquellos ojos rojos. Pero aquel no era Vóldemort. Era Sirius.

–Tu provocaste mi muerte, Harry. Ahora me darás la vida.

Con un movimiento fugaz, cortó tu mano izquierda por la muñeca, y esta cayó al caldero.

Harry gritó...

***

Y se despertó.

Harry miró a su alrededor, aturdido, sin reconocer el dormitorio. Había aplastado su mano herida al dormir, y el dolor le había despertado.

Estudiándola con atención, se dio cuenta de que estaba totalmente entumecida y lucía un extraño color negruzco. Aunque el dolor había remitido, la inflamación había hinchado sus dedos, y no era capaz de moverlos.

Con mucho cuidado, se levantó, salió del dormitorio y caminó por la casa silenciosa, procurando no hacer ruido. Tras varios días en el edificio, sus ojos empezaban a percibir con claridad algunas de las fotografías que adornaban las paredes. La imagen más reciente que se había revelado ante él era una fotografía de Adrien, cuando era niño, vestido de policía en Halloween.

Sonriendo, Harry bajó por las escaleras, y entonces unas voces provenientes de la cocina atrajeron su atención. Se detuvo a unos pasos de la puerta, escuchando en silencio, oculto tras la pared.

Astrid y Snape hablaban en voz baja, sin ser conscientes de su presencia. Harry dudó acerca de lo que debía hacer. Sabía que espiar a escondidas estaba mal, y si Snape le descubría se ensañaría con él en el próximo entrenamiento. Sin embargo, el profesor no era merecedor de su respeto, y sentía mucha curiosidad por saber lo que estaba pasando.

Escuchó pronunciar el nombre de Dumbledore, seguido por la risa de Astrid, y eso hizo que su curiosidad fuese más fuerte. Harry se acercó a la puerta de la cocina, escudándose tras la pared, y aguzó el oído, escuchando.

–No me puedo creer que le dijese eso –decía Astrid, con aspecto de estar avergonzada–. ¿Por qué no me hiciste callar?

–No parecías necesitar mi ayuda –la voz de Snape reflejaba burla–. Hubiese sido una lástima detenerte, al fin y al cabo, estabas muy inspirada.

La familia Snape (Severus x OC)Where stories live. Discover now