3. Una difícil elección

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La burbuja empieza a sobrevolar el singular continente. A la velocidad que se mueve, llegamos en un momento a la Torre. Se detiene y empezamos a descender poco a poco. Desde aquí arriba se puede apreciar cómo la Torre está rodeada por un pequeño lago, el cual a su vez, está bordeado por unos extensos jardines de un estilo también muy japonés. Unos jardines repletos de árboles y arbustos que conectan con la pirámide por medio de un largo camino de piedra. La Torre, al contrario que la pirámide, es de un tono blanco puro, y de grandes proporciones. Es sin duda una obra imponente. Justo en el centro del lago, hay un larguísimo puente pedregoso que une los jardines con unas escaleras que conducen a las gigantescas puertas abiertas de esta magnífica torre celestial, la cual a su vez, se encuentra sobre una base de piedra que se hunde en el agua del lago. Continuamos descendiendo y no puedo evitar fijarme en la infinita cola de gente que empieza en la Torre, pasa por las escaleras, y continúa por el puente y por los jardines. El final de dicha cola se pierde hasta donde me alcanza la vista, en ese particular desierto de arena blanca que nos rodea.

—¡Uau! No alcanzo a ver dónde termina la cola. Ahora ya entiendo el porqué de su apretada agenda.

—Te lo dije —musita, y sonríe.

—Supongo que es una pregunta tonta, pero ¿quién es toda esa gente, Shailene?

—Son justamente lo que crees: son las almas de aquellos que han muerto, acompañados por sus Espíritus Guías.

—Lo que yo pensaba... —murmuro.

—Aguardan ahí hasta que entran a la primera planta de la Torre, en donde está la recepción. Ahí pueden solicitar cita para ver al Guardián —me continúa aclarando Shailene.

Vaya, hasta en el Más Allá existe la burocracia. Es asombroso la cantidad de almas que hay esperando en la cola. Deben de haber millones.

—Shailene, entonces ¿aquí vienen todas las almas, desde cualquier lugar del universo?

—Así es. Todas las almas de cualquier lugar o raza vienen aquí tras fallecer, absolutamente todas, deben pasar por aquí.

—Interesante. ¿Y cuánto tiempo esperan aquí hasta ver al Guardián?

—Ya te he dicho que aquí el tiempo es muy relativo... En este lugar el tiempo solo es una ilusión, solo existe en tu mente —me explica.

—Bueno, eso es algo que concuerda mucho con la Teoría de la Relatividad de Einstein...

Repentinamente, me percato de que en las enormes escaleras de la entrada hay unos tipos muy extraños. Parecen guardias pero tienen una apariencia muy espectral, son una especie de esqueletos que llevan puestas unas armaduras muy similares a las de los samuráis. Tienen un kabuto, que es el casco tradicional de la armadura japonesa, y una katana: la espada típica de un samurái.

—¿Qué son esas cosas? —le pregunto a Shailene mientras los señalo con el dedo.

—No temas, ellos son los centinelas que velan por la seguridad de la Torre. Aunque tengan un porte tan fantasmal no te harán nada.

Si ella lo dice... ¿Esqueletos con armaduras? ¿Qué será lo siguiente?... Estamos ya a unos pocos metros de altura, cuando de pronto, la burbuja en la que nos encontramos empieza a ir más despacio y a cambiar el rumbo, ahora parece que se dirige a la parte trasera de la Torre.

—Vamos a entrar por la puerta de atrás —me dice Shailene.

Menos mal, porque si tengo que hacer toda esa cola.

Nuestro peculiar medio de transporte va a aterrizar en otro puente de piedra que hay en la parte trasera de la Torre. Este puente, conecta una puerta mucho más pequeña que la que hay en la entrada, con los jardines que rodean el lago. Tocamos tierra y Shailene sale de la burbuja. Ella me hace un gesto con la cabeza, indicándome que debo salir. Hago lo que dice y salgo apresuradamente de la burbuja. Luego, me acerco al borde del puente para fijarme en el curioso lago, mientras ella sigue caminando hacia la puerta trasera.

Adrien Fleming y el Mundo EspiritualWhere stories live. Discover now