7. Un funeral particular

157 17 14
                                    

Tras un enfrentamiento con un espíritu al que le gustaban las armaduras medievales, esperamos a que mi tío Robert apareciera para que así se pudiera hacer cargo de los niños. Una vez llegó, Blake y yo nos fuimos sin darle oportunidad de que nos viera. Volvimos al apartamento de Chinatown para un más que merecido descanso y, tras dos cajas de pizza, unas coronitas y horas de televisión, Blake se acaba quedando dormido en el sofá. Lo sé muy bien por sus terribles ronquidos. Nunca pensé que un perro tan pequeño pudiera roncar así. Me voy al dormitorio y me tiro sobre la cama. Tengo un cansancio brutal. Madre mía, vaya un primer día. He aceptado el peor trabajo de todo el universo...

—Arriba, dormilón... —dice una voz dulce que me despierta.

Abro lentamente los ojos y veo a Shailene.

—¿Shailene? —pregunto somnoliento. Cierro los ojos... y los vuelvo a abrir—. ¡Shailene! —exclamo mientras me incorporo en la cama—. ¿Qué haces aquí..., te importaría dejar de usar la teletransportación aquí dentro? ¿Y si hubiera estado desnudo? —le pregunto avergonzado.

Ella esboza una sonrisa pícara.

—¿Es que sueles dormir desnudo?

—¿Que si suelo dormir desnudo? ¡No! Bueno, ¿y eso qué más da ahora? ¿Qué ha pasado, otro caso?

—No. Verás... he estado pensando detenidamente, y dejaré que vayas a tu funeral. Pero ya sabes cuál es la condición.

—Sí, ya lo sé: tendrás que acompañarme, pero ¿y qué pasa con Blake?

—No te preocupes por él. Ha salido.

—¿Y si se entera?, podrías tener problemas con el Guardián.

—Por eso voy contigo, para asegurarme de que no vas a hablar con nadie... Aunque realmente deberías preocuparte más por darte prisa, si no, no llegarás a tu propio funeral —me dice, y sale del dormitorio.

Salgo de la cama y voy directo al armario. Veamos qué tiene este Colin. Lo abro y me pongo a rebuscar, necesito algo apropiado para acudir a un funeral. Tras sacar medio armario, me visto con una camisa negra de manga larga y unos jeans oscuros. Me abrocho los botones de la camisa lo más rápido que puedo. En cuanto término, voy a la sala, en donde está Shailene esperándome.

—Ya estoy listo.

—Bien. Dame la mano.

—¿Vamos a teletransportarnos? La última vez acabé mareado.

—Lo sé, pero te acabarás acostumbrando.

Le doy mi mano y, acto seguido, cierro los ojos para intentar no marearme.

—Avísame cuando lle...

—Ya está —dice ella.

Bueno, con los ojos cerrados parece que no marea tanto. Miro a mi alrededor, reconozco este lugar. Estamos en el cementerio de Green-Wood. Está vacío, no se ve a nadie por el lugar.

—¿Dónde está la gente? —pregunto desconcertado.

—¿No querrías aparecer de la nada delante de todo el mundo? Me he cerciorado de que no hubiera nadie aquí.

—Tienes razón. La gente hubiera flipado.

—Sígueme. Están en esa dirección... —dice mientras me indica el camino con la mano.

—¿Podrán verte? ¿O solo me verán a mí? —digo, y empiezo a caminar hacia ella.

—Solo te verán a ti, Adrien. Así que procura no hablar demasiado, si no quieres que te den por loco. Aunque con lo que te gusta hablar: eso va a ser complicado.

Adrien Fleming y el Mundo EspiritualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora