Conversación de chicas

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— Nos habéis enseñado una cosa con vuestro Tornado Dragón; que cuando dos personas unen sus fuerzas, pueden conseguir todo aquello que uno sólo no conseguiría. No debemos olvidarlo.

— Eso no significa que te ceda el puesto de delantero estrella.

El pequeño bufido de Axel en forma de risa como respuesta a Kevin me deja en las nubes, como de costumbre, penasando en todas esas veces que esa risa fue enviada en mi dirección o provocada por algo que yo dijera. 

Suspiro, como la adolescente enamorada que soy, y el recuerdo vuelve a aparecer en mi cabeza. 

— Bueno chicos ¡Lo logramos! ¡Vamos a ir al Fútbol Frontier! 

— ¡Sí! —me acuerdo de haber gritado entusiasmada con los demás, y luego ver a Axel mirar al cielo.

Y con Julia en la cabeza, vuelvo a la realidad, con un sentimiento pesado en el estómago. 

Miro a Ro y la veo tomar de su batido de chocolate, sentada justo en frente de mí en una de las mesas al lado de la ventana enorme del restaurante. Su atenta mirada y su sonrisa amable me invita a seguir hablando. 

— Y eso fue lo que pasó en el partido contra el Occult —me doy un tiempo para respirar y aprovecho para beber de mi vaso. 

— Me alegro por vosotros —la veo pensar en lo siguiente que va a decir y aprovecho para beber de mi batido de oreo—. Y os habéis sacado una nueva supertécnica de la manga ¡Impresionante! 

— ¿Sí verdad? —digo con una sonrisa enorme, y la misma emoción que tuve al ver el Tornado Dragón por primera vez vuelve a mí— ¡Fue increíble verla tan de cerca! Sentí todos los nervios del partido desprenderse de mí. Es muy poderosa.

— ¿Y tú como vas con los entrenamientos? —por su rostro de preocupación, sé que se refiere a mi condición en concreto.

— Voy bien —le digo mirándola directamente a los ojos, intentando que vea que no sólo lo digo para tranquilizarla, si no que también estoy siendo honesta—. En los entrenamientos antes del Occult ya he podido unirme a los chicos durante media hora, y en el propio partido he jugado toda la segunda parte. El único síntoma que he tenido ha sido quedarme sin aire después de cierto tiempo, pero supongo que eso se debe a no tener el mismo nivel que los chicos.

— Es la resistencia, seguro —me responde Rocío tan segura de sí misma que no parece la misma Rocío tímida que conocí en el hospital—. Al no practicar con los demás, tu cuerpo no está acostumbrado a esforzarse por un gran periodo de tiempo. Más que nada, has hecho ejercicios con el cuerpo estático, así que es normal que te pase. No te preocupes demasiado por eso, si sigues entrenando con los demás por muy poco tiempo que sea, con el tiempo conseguirás seguirles el ritmo —vuelve la mirada a mí una vez ha acabado su batido, y veo en su rostro y su comportamiento corporal cómo vuelve la inseguridad que la caracteriza— Bueno, eso creo...

— Estoy segura de que sí —digo al instante, desesperada porque esa faceta de Ro vuelva. Me da una sonrisa y veo que destensa sus hombros, y me doy por satisfecha.

Después de eso, seguimos hablando un rato más, sobre todo de cómo le ha ido a Rocío en esa semana en la que no hablamos. Verla con brillo en los ojos me llena de un calor especial por dentro, y no puedo dejar de sonreír, sobre todo recordando el vacío y oscuridad que antes había en ellos, casi inexpresivos, a excepción del miedo y el pánico. 

— ¡Oh, es verdad! —la corto sin querer, y viendo que su sonrisa no se desvanece, entiendo que no le importa— ¿Cual es tu nuevo instituto? No recuerdo haberte preguntado cual es, perdona —dije rascándome la nuca y con una sonrisa de disculpa que en seguida se desvaneció al ver la reacción de Ro.

La jugada perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora