El círculo de autodestrucción

347 27 28
                                    

Fuimos al hospital, tranquilizando a mi, en ese momento, histérica madre, o al menos intentándolo. Entramos por urgencias y mi médico nos atendió en seguida. En resumen, mi madre y él me echaron la bronca por sobre esforzarme, aunque yo sigo diciendo que fue necesario. A mi médico en primer lugar no le gustó que jugara este partido, pero como había pasado un mes desde mi operación y no había dado señales de algún problema cardíaco, y tras mi gran insistencia, aceptó, además de que mi madre me apoyaba en esta decisión. Ahora, me dice que deje el fútbol por un tiempo, que deje esta temporada y que empiece mejor en la otra, cosa que nada más fue escuchar y negarme totalmente, debía haber otra cosa que pudiera hacer, como no esforzarme hasta caer rendida, o jugar sólo una de las dos partes del partido o algo así. Tras otra vez con mucha insistencia, mi médico aceptó a que siguiese jugando al fútbol, pero con algunas condiciones: llevar una dieta en la que coma sano, prescinda de alimentos altos en colesterol y que en cambio coma muchos alimentos altos en omega 3, que por ahora solo entrenara y no jugara partidos (aunque eso no sé aún si lo voy a seguir al pie de la letra), y que tuviera una serie de ejercicios especiales para mi condición que me ayuden a ganar resistencia y así evitar más punzadas y en el peor de los casos, un paro cardíaco.

Con todo apuntado en un papel para mi madre y en las notas de mi móvil para mi misma, nos vamos del hospital. El camino está un poco lleno de reproches por mi madre, a la vez que me dice que está orgullosa por lo de hoy, así que me quedo con una sensación agridulce.

Personalmente, creo que he podido madurar en el partido. Ahora veo que tengo que confiar en mí misma, y que tengo a mis compañeros para apoyarme y no tener que enfrentarme a los retos sola. Olvidé eso tan importante por culpa del estrés y la ansiedad que me provocaba que todo no saliera bien; por lo que ahora voy a intentar dejarme llevar y confiar. Ya no siento como si el mundo se fuera a caer por mi culpa, ahora sé que si doy todo de mí, seguro que conseguiré mi sueño.

Mi madre, como me prometió, me hace ramen de pollo mientras yo me voy a duchar. Dejo que el agua se lleve el cansancio por las cañerías, pero esta mala sensación no se va de mi cuerpo. Sí, todo salió bien, aguantamos hasta que Axel salió a ayudarnos, metimos un gol a la Royal y se fueron, tal cual en la serie; pero, no poder jugar a su lado, aunque sea por un tiempo, me entristece mucho. Es verdad que lo pasé mal en el partido pero, valió la pena la sensación en cada pase, pudiendo sentir tras el balón que todos pensábamos lo mismo.

Salgo de la bañera y me visto. Tardo una buena hora secándome el pelo por culpa de su gran longitud. Salgo del baño de mi habitación con el pelo revuelto y las puntas húmedas, más mi pijama de estrellas. Bajo las escaleras y en la cocina me espera mi madre con dos platos calientes de ramen. Tras cenar y pensar como acomodar la dieta a nuestro presupuesto y como preparar los alimentos elegidos, me despido de mi madre con un beso y ambas vamos a nuestras respectivas habitaciones.

Me acuesto y tras tocar la almohada con mi mejilla, caigo rendida en un sueño tan profundo, que mi madre tiene que venir a despertarme por no escuchar mi despertador, pero gracias al destino, ella entra a trabajar a la misma hora que yo entro al instituto, así que esta vez no llegaría tarde a ningún sitio.

Me doy la vuelta en la cama y quedo boca abajo mirando hacia el balcón, viendo que mi madre empieza a levantar la persiana. En cuanto entra un mínimo rayo de luz solar, en seguida tiro de la mantas para cubrirme hasta la cabeza con ella.

- Ay, mamá -me quejo contra la almohada, escuchando la risa de mi madre.

- Venga dormilona -me mueve el pie que tengo fuera de la cama y poco después escucho como baja las escaleras.

Me desperezo provocando que mi escudo de algodón me deje indefensa contra la luz. Enfoco poco a poco mi habitación y una vez que ya me he sacado todas las lagañas que tengo encima, me levanto y en seguida me cambio, debido al cambio de temperatura entre estar debajo de mis sábanas y estar sólo con el pijama. Me pongo el uniforme con el lazo de color morado, al igual que las medias, abajo mis imprescindibles mallas de ciclista (porque no sé como andar con una falda sin enseñar nada) y encima me coloco una sudadera de color negra. Decido dejarme el pelo suelto, más por vagancia que por otra cosa, simplemente cepillado, y me llevo un coletero en la muñeca por si acaso.

La jugada perfectaWhere stories live. Discover now