Clases de matemáticas por Axel Blaze

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Salgo por la puerta de mi casa pegando un gran y sonoro bostezo. Nunca voy a acostumbrarme a madrugar. Con lo bien que estaba yo en el hospital, despertándome a las doce de la mañana...

- Buenos días -la grave voz de mi vecino me saca de mi pequeña ensoñación. Abro los ojos que sin darme cuenta había cerrado, y miro a mi derecha; encontrándome a un uniformado Axel caminando hasta el ascensor.

- ¡Buenos días! -suelto entusiasmada, dejando atrás mi cansancio y malhumor por completo. Corro los metros que me separan del ascensor aprovechando la generosidad de Axel de mantener la puerta abierta- Gracias -le digo sonriente colocándome a su lado. Éste me da una pequeña sonrisa como de costumbre.

Nos quedamos en silencio todo el trayecto del ascensor, aunque no en uno incómodo, sino más bien uno en el que se hace presente las pocas ganas de cualquier cosa a esta hora de la mañana. 

- ¿Hiciste los deberes de matemáticas? -pregunto ya en la calle, empezando a andar hacia el instituto con él a mi lado. Simplemente asiente- Genial, porque yo no he entendido ni una caca -logro sacarle una suave risa ante mi excelente vocabulario. 

- ¿Te refieres a las fracciones? -asiento repetidas veces, consiguiendo un tema de conversación que mantener hasta llegar al instituto. 

Aunque realmente no me estaba enterando de mucho, pero no es porque Axel no me lo explicara bien, es que yo soy una negada para las mates desde que tengo memoria. No hay profesor o profesora en este mundo que aún me haya podido meter en mi sesera alguna fórmula o alguna serie de pasos que seguir para operaciones matemáticas. Además, la voz de Axel es grave y profunda, y un poco rasposa. No podía estar más embelesada y distraída. 

- Y entonces pasas ese número hacia arriba y sumas -volví a la realidad al llegar a la puerta del instituto- ¿Cristina? 

- ¿Eh? -mi suspensión mental le provoca a Axel soltar un suspiro, pero con una sonrisa en la cara- Agh, Axel, de verdad -hago un pequeño puchero-, soy una negada para los números. No es que no te expliques bien, de verdad que te agradezco tu esfuerzo, pero es que no hay manera. Que si para sumar tienes que bajar el número, que si para restar tienes que subirlo... ¿O era al revés? —le saco una suave risa y me uno a ella— Esta cabeza sólo piensa en fútbol y coreanos -logro sacarle otra risa que provoca la mía, mientras que mi subconsciente me recuerda que él también está más que presente en mis pensamientos, logrando que suelte un suspiro de la colegiala enamorada que soy.

- Tan mal no se te tiene que dar -le subo la ceja mientras me siento en mi silla, viendo como él hace lo mismo.

- Como se nota que me acabas de conocer Blaze -le sonrío-. Mi segundo nombre es torpe, y el tercero anti-matemática.

- Cristina, eso ni siquiera existe -reímos al unísono-. Seguro que con un par de clases extra puedes mejorar -suspiro recostándome en el respaldo.

- No sé, no quiero hacerle gastar dinero a mi madre -miro hacia el techo pensando en lo duro que es ser madre soltera en Japón.

- Yo te puedo dar clases, y gratis -le miro con los ojos bien abiertos y una sonrisa en los labios.

- ¿En serio que no te importa ayudarme? -pregunto cautelosa y con el corazón a mil por la pequeña posibilidad de poder pasar las tardes con Axel. Sería la chica más feliz por tener clases extra de matemáticas, y la única.

- Claro -me dedica una pequeña sonrisa-. Somos amigos y, además, vecinos. Sólo tengo que dar unos cuantos pasos y ya estoy delante de tu casa -y en ese momento, una extraña calidez explota dentro de mí. Le doy una de mis más grandes y sinceras sonrisas mientras dejo salir una suave risa.

La jugada perfectaWhere stories live. Discover now