El ojo del huracán

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Me despierto sobresaltada. He tenido una pesadilla terrorífica, donde recordaba una vez más el horrible y desgraciado encuentro que he tenido con aquel valiente inepto el día después de mi cumpleaños. Me siento en la cama y me quito las sábanas de mi cuerpo, para así poder ponerme las zapatillas.

Si no duermo por la ansiedad, no duermo por las pesadillas. Lo que cuenta es no dormir.

Miro el reloj. Las 5 de la mañana.

Voy al baño para refrescarme la cara. No para de molestarme este sentimiento de arrepentimiento y desprecio hacia mi misma, por haber interferido en la historia. Por más que lo intente no dejo de dar vueltas al asunto, y cuántas más vueltas le doy, más me enredo viendo cuantas posibilidades pueden cambiar por mi culpa.

El reflejo de mi espejo me muestra el conjunto de todas aquellas noches interrumpidas; ojeras que llegan hasta el final de la nariz, ojos irritados y rojos de la falta de sueño y mi expresión dolida, irritada conmigo misma y arrepentida.

Chasqueo la lengua viendo que en este estado no voy a conseguir mucho en el partido. Simplemente cagarla más.

Miro mi reflejo en el espejo con determinación. No puedo seguir así, necesito algo que me de las esperanzas de volver a recuperar aquel momento de intensa felicidad en el que no tenía ningún tipo de preocupación, salvo el partido.

Tengo que hacerlo bien en el campo. Si bien es verdad que Axel es de gran ayuda marcando un gol, si no fuera por Mark, ese balón no hubiera llegado a sus pies. Tengo que buscar una forma de asegurar el partido si Axel no llega a aparecer. La mejor opción sería Kevin, que al principio estuvo a punto de marcar.

Pero, la verdadera razón de que la Royal abandonara el partido es porque Axel salió al campo. Eso es lo que querían ver.

Maldición. Axel tiene que aparecer sí o sí.

Suspiro con pesadez apoyándome en la puerta. Es la 'x' de la ecuación.

¿Mates? A ver si al final sí que me quedó algo de ayer.

Me golpeo un par de veces con las dos manos en ambas mejillas para despejarme y me vuelvo a mirar al espejo con solo una idea en la cabeza: conseguir que Axel salga al campo.

Sin más espera, me vuelvo a mi habitación para coger la ropa del equipo y la interior, junto con mi móvil.

Vuelvo al baño para darme una buena ducha caliente dándome mi tiempo, disfrutando del agua y divagando una vez más. Salgo después de una hora y también tardo lo que necesito para secarme con cuidado y vestirme despacio.

La equipación. La maravillosa camiseta amarilla y los pantalones azules. Lo que siempre soñé con ponerme.

Suspiro y me pregunto si estoy a la altura. A la altura de poder jugar a su lado, a la altura para poder batirme con cualquier adversario sin miedo y con determinación ¿Cómo afronta Mark el miedo y la ansiedad?

Cojo aire y lo retengo en mis pulmones. No puedo dudar, no puedo flaquear en mi espíritu ¿Qué clase de jugadora del Raimon sería si no tengo el propio espíritu que representa al equipo? No rendirse, jamás. Eso me han enseñado, y eso es lo que hoy voy a hacer.

Me pongo la camiseta y en seguida los pantalones, las medias moradas pastel y me ato bien las zapatillas. Vuelvo al espejo para hacerme una coleta o lo que salga, pero me quedo viendo otra vez mi reflejo.

Pero esta vez sin pena, si no con una extraña familiaridad de verme a mí misma con la camiseta, lo que esto representa. Ya llegué a donde quería estar, ya he cumplido la primera parte de mi sueño. Ya estoy donde tengo que estar, papá, y esto es sólo el principio.

La jugada perfectaWhere stories live. Discover now