Lo único que no va a cambiar

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El tiempo transcurre más bien lento, afuera está lloviendo y se me ha roto el paraguas. El profesor de inglés habla con voz tan monótona que me es muy fácil perderme. Por suerte inglés se me da bastante bien, suele ser la asignatura que estudio menos cuando empieza la semana de exámenes. Eso lleva a mi cabeza a pensar en la nota del examen de mitad del trimestre de matemáticas que nos van a dar en la siguiente hora. 

Se me encoge el estómago durante unos segundos e intento no seguir pensando en ello. 

Supuestamente tengo la suficiente nota para aprobar, Axel y yo estuvimos revisando las preguntas del examen la misma tarde de éste, y coincidimos en que la mayoría están correctas, salvo una o dos en las que él no estaba seguro, y yo desconfiaba de tres. Axel me había asegurado que aprobaría, pero mi propia experiencia con la asignatura hacía que me fuera muy difícil imaginarme un examen de matemáticas con mi nombre y un aprobado al lado.

Sin darme cuenta, el timbre suena y nos toca nuestra última materia del viernes. Estoy segura de que soy la única de mi clase que no quiere que llegue. 

En un movimiento desesperado por calmarme, me giro hacia Mark, sólo un par de mesas lejos de mí. Le llamo la atención con un chasquido de dedos y cantando su nombre, no demasiado alto. Él con su oh tan brillante sonrisa, se gira hacia mí.

- ¡Cris! -canta mientras se le achinan un poco los ojos en los bordes- ¿Nerviosa?

- ¿Por el partido del Occult o por el examen? -bromeo para relajarme, con la gran ayuda que la risa de Mark me brinda.

- ¡Por el examen, obviamente! Por el partido no te preocupes, que seguro que lo ganamos -remató mi capitán con determinación en la mirada.

Él siempre consigue calmarme.

Mark busca la mirada de Axel como aprobación a lo que ha dicho y yo me giro a verle, agradeciendo la cercanía de nuestros pupitres.

Axel sonríe ligeramente y asiente con la cabeza. 

- Ganaremos el partido y aprobaremos el examen -se dirige hacia mí con sinceridad en los ojos y aunque me cueste, me encuentro creyéndole-, ya verás.

Me quedo unos segundos de más prendada de su mirada  siento la seguridad volver a mí, por lo menos con el partido. El examen me sigue dando dolor de cabeza.

- Espero que sí -digo en un susurro y suspiro, dándole una sonrisa sincera a Axel de vuelta.

Nuestra conversación acaba ahí ya que la profunda y rasposa voz característica de nuestro profesor de matemáticas hace callar todo el aula.

- Por favor, vuelvan a sus asientos.

En cuestión de segundos, todos estamos sentados y mirando al frente. Aprieto los puños encima de la mesa mirando fijamente al profesor.

- Bien, sé que estáis esperando las notas de el examen de la semana pasada, pero tenéis que ser pacientes. Os los daré al terminar la lección de hoy. Abrid los libros por la página 32.

A partir de ahí, dejé de prestar atención. La voz del profesor pasó a segundo plano y empecé a moverme en automático. No soy consciente cuando cojo el libro ni lo abro, ni cómo hago el ejercicio que nos manda. Sólo puedo mover la pierna de manera nerviosa de arriba a abajo, morderme la uña repetidas veces sin llegar a romperla, y fijar la vista en el reloj de la pared cada cinco minutos. Está de más decir que cuando ya faltaron diez para irnos y el profesor cogió el gran montón de exámenes corregidos, mi lápiz tenía demasiadas marcas de dientes en él. 

Al darnos los exámenes por orden de lista, mi tortura sólo se alargaba en el tiempo.

Axel al ser de los primeros, alivió un poco mi ansiedad al enseñarme disimuladamente la nota doblando la esquina superior del papel dónde estaba.

La jugada perfectaWhere stories live. Discover now