Capítulo 20

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Era jueves por la tarde. Pablo y yo estábamos disfrutando de nuestra compañía tumbados en el sofá. Hoy los chicos no tenían entrenamiento, por lo que tanto el jugador como yo habíamos decidido pasar el día entero en casa, sin hacer nada más que estar juntos. 

El corazón del andaluz retumbaba en mi oído y su mano subía y bajaba por mi espalda, acariciándome. Habíamos decidido empezar una nueva serie que habían sacado en Netflix, aunque ninguno de los dos teníamos del todo claro que la fuéramos a acabar. Eramos un desastre. 

Pablo me estaba contando algo relacionado con un actor de la serie cuando mi teléfono comenzó a vibrar en la mesa del salón. Dejé de escuchar la voz de Pablo y me centré en el aparato. Sobre todo en el nombre que se reflejaba en él. 

-¿No lo vas a coger?- preguntó con voz suave Pablo

Lentamente, me separé de él y me levanté del sofá. Me alejé un poco de donde estaba el jugador y descolgué la llamada después de soltar un suspiro. 

-¿Mamá?- dije con voz temblorosa

-Hija, estamos en el hospital, van a operar a tu padre de urgencia, tienes que venir cuanto antes

Mi corazón se paralizó durante unos segundos. ¿Mi padre había vuelto a recaer? ¿Le iban a operar? Mi garganta se fue cerrando cada vez más al comprender lo que estaba pasando. Pero... ¿mi padre no estaba bien? Le habían dado el alta por algo. Noté como mi mano libre comenzaba a temblar debido a los nervios. Mi mente era incapaz de escuchar la voz de mi madre al otro lado de la línea. 

-¿Tana?- dijo una débil voz a mis espaldas

No pude darme la vuelta en su dirección. Mis pies y todo mi cuerpo se había paralizado por completo. 

La figura del jugador apareció ante mi. Mi mirada subió hasta la suya, fue lo único que pude hacer. 

-¿Qué pasa?- preguntó en un susurro

Intenté responderle. Mi garganta me lo impidió. Negué con la cabeza todavía sin asimilar lo que mi madre me había dicho nada más comenzar la llamada. Con un gesto delicado Pablo cogió mi teléfono con suavidad y se lo pegó a la oreja sin decir nada. La otra mano la puso en mi espalda baja y me atrajo hacia sí, abrazándome por la espalda. Escuché como intercambiaba unas palabras suaves y noté como su mano se quedó paralizada unos segundos sobre mi espalda. Mi madre ya se lo había dicho. 

Después de unos segundos, pude levantar mis brazos y abrazarlo por la cintura con suavidad. Supe que la llamada había finalizado cuando la otra mano de Pablo se instaló en mi nuca intentando conectar mi mirada con la suya. 

-Tana, todo va a estar bien- me dijo con voz suave

Asentí de forma automática. Sin decir una palabra más Pablo y yo bajamos a por el coche del futbolista para poner rumbo al hospital. 

Quería creer que todo estaba bien, que la operación iba a salir bien, que los médicos sabían lo que hacían. Pero una parte de mi no podía estar tranquila. Algo dentro de mi me decía que nada de lo que iba a ocurrir saldría bien, haciendo que mi garganta se cerrase cada vez más. 

Pablo intentó sacarme tema de conversación durante todo el trayecto en coche, pero mis pensamientos y sentimientos invadían todo mi sistema. 

El jugador aparcó lo más rápido que pudo y ambos entramos rápidamente en el edificio. Fuimos rápidamente a recepción y pregunté por mi padre. La señorita que estaba detrás del mostrador me dijo que mi madre estaba esperando en la planta tres, pero que todavía no se sabía nada. 

Pablo tomó mi mano mientras íbamos al ascensor. Las puertas se cerraron luego de unos segundos al mismo tiempo que sentí un beso en el pelo de parte del castaño. 

-Todo saldrá bien- me dijo una vez más en voz baja

Yo le di un apretón en la mano transmitiéndole mis nervios. 

El ascensor se detuvo cuando llegamos a nuestra planta. Vi a mi madre sentada en una silla a pocos metros de nosotros. Avanzamos hacia ella y en un momento me vi envuelta por los brazos de la mujer que me dió la vida. Unos segundos después nos separamos y ella cogió mi cara con ambas manos. Unas orejas cubrían sus ojos, unos que estaban rojos de lo que había llorado. 

-No te preocupes por nada, ¿si?

Solo pude mirarla. Ambas nos separamos y mi madre pasó a abrazar a Pablo. Se abrazaron durante unos segundos y después los tres nos sentamos en las sillas de la sala de espera. 

La mano de Pablo se posó en mi muslo izquierdo, transmitiéndome apoyo. Veía ir médicos de allí para allá, enfermeras, auxiliares... Pero ninguna de aquellas personas venían a decirnos algo sobre mi padre. No podía dejar de morderme las uñas presa de los nervios. Sentía que no iba a tardar mucho en explotar si no nos daban noticias. 

Dos horas después un médico vino directo hacia nosotros. Los tres nos levantamos de inmediato, a la esperar de que el señor llegara hasta nosotros. Pablo apoyó una de sus manos sobre mi hombro, haciéndome saber que siempre estaba aquí. 

-Familiares del señor Martinez, supongo

Los tres asentimos. El doctor se quedo mirando al jugador que se encontraba detrás de mi figura. Me apresuré a hablar yo. 

-Es mi novio, ¿puede decir algo ya?- le dije impaciente

No tenía tiempo para reflexionar sobre las palabras que había empleado para referirme al jugador, solo quería saber algo ya. 

-Bien. Durante la operación parecía estar todo bajo control, hasta que encontramos un tumor cerebral maligno. Intentamos de múltiples maneras eliminarlo o reducirlo pero...

-No me diga que...- dijo mi madre en un susurro

Mi cerebro había dejado de escuchar a aquel señor. ¿Tumor maligno?

-Lamentamos comunicar que efectivamente su marido y padre ha fallecido

Noté como mi cuerpo entero colapsaba el escuchar esas palabras. Escuché el chillido ahogado de mi madre seguido del llanto. Sentí como mis piernas fallaban después de dirigir las palabras del médico. Caí al suelo con los ojos cubiertos de lágrimas que querían salir. 

La silueta del jugador cayó ante mi y me cogió la cara con sus dos manos. Noté como sus ojos luchaban por contener también algunas lágrimas. 

-No sabes cuánto lo siento Tana...- me dijo con la voz rota

Un sollozo escapó de mis labios al escuchar sus palabras. Sus brazos me envolvieron al ver como me rompía. Y me permití llorar entre sus brazos. 

Entendí el sentimiento raro que me invadió desde que mi madre me había llamado hasta que llegué al hospital. Es como si mi cuerpo ya supiera lo que iba a pasar. 

Un sollozo más fuerte dejó mis labios y el jugador me aferró más a él. Yo me aferré más a él. Me dolía la cabeza, me dolía todo el cuerpo, me dolían los pulmones cada vez que respiraba. 

Pero sobretodo me dolía el corazón. Mi padre ya no iba a estar más para mi. Ya no iba a ver más su sonrisa, ni a escuchar sus consejos. Ya no iba a hablar de fútbol con él, ya no vería aquel brillo en sus ojos cada vez que hablaba o veía al barça. Ya no nada. 

Mi niña interior era la que más estaba sufriendo. Y mi adolescente ya ni hablar. 

En el mismo momento en que le diagnosticaron la enfermedad a mi padre, me prometí a mi misma que cuando se pusiera bien y pudiera volver a ver jugar al barça en el campo, le llevaría a la zona de las gradas más cerca posible del césped. Quería que viera en primera fila al equipo que tanto amaba y el que tanto me había hecho amar. Quería volver a ver ese brillo en sus ojos, quería que todo el mundo viera como mi padre sentía los colores del club. 

No había podido cumplir mi promesa. Y ahora ya era tarde para hacerlo. 

Nunca pensé que serías tú - Fanfic de Pablo GaviWhere stories live. Discover now