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Doce años atrás,
ese día

Estrenaba zapatos nuevos. Eran unos mocasines marrones que hacían un sonido elegante al andar y que le hacían sentir más mayor de lo que era.

Satoru tuvo cuidado de no pisar charcos en el camino a la escuela. Con quince años y su pesada mochila a la espalda, entró en el recinto acompañado de brisa revolviéndole el cabello.

Bajó levemente la cabeza al cruzarse con los de último año, que le echaban un descarado vistazo de arriba a abajo. Quitó la música de su teléfono, con las manos temblando al sentir la forma en que miraban su rostro, el acné que salpicaba de manchas rojas su mandíbula y uno de sus pómulos. Se le formó un nudo en la garganta asustado.

Los chicos pasaron por su lado, en silencio. Seguro que iban a saltarse las clases, o iban a esconderse para fumar.

Faltaban varios minutos para que la campana sonara y tenía un mensaje sin leer. Lo abrió mientras subía las escaleras en dirección a su clase.

╴ ╴ ╴ ╴

Toji Z., 02:26h

—[ Nos vemos mañana :)

Satoru G. 02:26h

Claro ]—
Buenas noches ]—

Nuevo mensaje sin leer:
Toji Z., 07:59h

—[ Tengo algo para ti

╴ ╴ ╴ ╴

Satoru se sonrojó, nervioso. Tenía mariposas revoloteando en su estómago y patitos mareados sobre su cabeza, al igual que cada vez que recibía un mensaje o lo veía en el pasillo. Aunque, por mucho que llevaran días y días hablando por chat, parecía que ninguno tomaba la iniciativa de acercarse y hablar en la vida real.

Le daría muchísima vergüenza mantener una conversación que no fuera a través de WhatsApp. Uf. Satoru estaba tan enamorado que tenía ganas de esconderse y hacerse una bolita de sentimientos confusos y cálidos. ¿Cómo había llegado a aquel punto? Toji era un chico tan carismático, inteligente y atractivo.

No podía dejar de pensar en él y en esos ojos verdes, la forma de sus hombros bajo esa gastada cazadora de cuero vieja que le quedaba grande; esa cicatriz curvándose en una sonrisa descarada, su caligrafía desastrosa. Parecía sacado de un sueño.

Se puso una mano en el pecho, notando su corazón acelerándose con cada paso. Se preguntaba qué tenía para él. Oh, Satoru no tenía nada que darle. Tal vez podría comprarle un bocadillo en la cantina, más tarde, y fingir que no había estado perdido en la ensoñación de cómo sería besarlo.

Sus dedos se movieron por el teclado, sin saber qué contestar. Fue entonces cuando dobló la esquina del pasillo, que se percató de la agitación del ambiente. Se quedó quieto, observando el corro de personas frente a la puerta de su clase, que se arremolinaban alrededor de quién sabía qué.

Shoko Ieiri, su amiga, pasó corriendo por su lado, dándole un empujón en el hombro.

—¡Muévete, Satoru! ¿¡Por qué no haces nada!? —recriminó ella, dejándolo atrás para desaparecer a codazos entre la gente.

Sus sentimientos se tornaron ansiosos, su corazón se crispó de un golpe emocional. Se acercó, dubitativo. El corro se abrió un poco y, por fin, pudo ver qué ocurría.

Cold, cold, cold || TojiSatoWhere stories live. Discover now