Capítulo 3★

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ALFILERES

La de Rojo

Ha pasado casi una semana desde que ocurrió lo del restaurante.

Me sentía tan inconforme en aquel lugar que tuve que irme. Por mas que quise concentrarme en el proyecto, no pude.

Ya es jueves por la tarde y he quedado con Laia, mi compañera de clase para que buscáramos el vestuario del evento juntas.

El lunes será el día de presentar el proyecto final de este semestre y la profesora ha insistido en que tenemos que estar vestidos para la ocasión. Como si fuera una especie de gala o algo así. ¡Que tontería! Como que si estar vestida de forma elegante hará que mi proyecto se vea mejor. De igual forma, tengo que tratar de mantenerme al margen. No me gustaría que por algún desliz me quede sin la beca. O mejor dicho, la media beca. Aunque muchos crean que diseño es una carrera fácil, lo cierto es que es bastante costosa.

Recuerdo la forma en la que mis padres se negaron y no querían que estudiase diseño. De todos modos ya me encuentro aquí así que, que mas da.

Son las cuatro de la tarde y estoy esperando por Laia en la entrada de la facultad para ir juntas desde aquí a por los vestidos. Ha dicho que sabe de una fábrica donde confeccionan y que los atuendos que hacen ahí están de lujo, dijo que sino los conseguíamos, al menos nos servía de paseo y aprenderíamos algo. No sé como no había escuchado de tal lugar si conozco muy bien la ciudad, aunque para ser honesta, no vacilé ni un segundo en decirle que la idea me parecía estupenda cuando me la comentó. Después de todo, no pierdo nada.

De repente veo a Laia en la distancia. Su cabello rizado color rubio apunta en todas las direcciones, Laia es de esas típicas personas muy liberales que les importa una mierda lo que piensa la gente. Trae puesto una falda de piel ajustada a sus caderas, y unas botas blancas que le asoman casi por las rodillas. Tiene una camiseta que le regalé por navidades el año pasado. Supe que le gustaría en cuanto la ví, desde entonces no se la quita.

Cuando llega hasta a mi me hace un gesto con la mano en forma de saludo.

-Hey, ¿Qué cuentas? ¿Lista para irnos? -pregunta ella con voz alegre.

-Has tardado bastante, ¿No crees? -le informo con cara amenazante.

-Ya tía, venga, no te rayes -responde con tono de suplica, y no puedo evitar reírme.

Laia es española, por lo que a veces no puedo tomarme todo lo que dice enserio. Es imposible para mi cerebro acostumbrarse a su acento.

-Es que joder siempre llegas tarde, vuestro sentido del tiempo anda un poco inexistente. ¿A que si? -bromeo, imitándola.

-¡Alaaa! te queda bien. ¿Ves que mola nuestro acento? -dice ella sonríendo.

-Ya vámonos, o nos cerrarán la puerta en la cara y ahí si que no te va molar el acento -le digo cortante. No me gusta llegar tarde y ella lo sabe.

Laia pone los ojos en blanco y caminamos hasta la estación para pedir un taxi.
Llega en menos tiempo del que esperaba y nos montamos a paso precipitado.

Laia le pasa la dirección al conductor junto con el dinero y él se pone en marcha. Luego de unos instantes, siento que ha pasado una eternidad y el chófer nos dice que casi llegamos.
Hay bastante tráfico por la lluvia, lo cual se me hace completamente normal. Estamos en pleno diciembre. La gente anda como burros sin frenos por la calle.

DIPENDENZA. En ediciónWhere stories live. Discover now