Capítulo 4★

76 12 22
                                    

¿QUIÉN FUE?

La de Rojo (Sábado en la mañana)

Después de que Laia y yo tuvimos que salir a patadas de la fábrica, no he tenido otra opción que confeccionar mi propio vestido para el proyecto.

Tengo nada más y nada menos que tres días para ello. Ayer en la noche cuando llegué, por fin pude darle una conclusión a ese trabajo que me ha dado tanto martirio.

Así que hoy me pondré en marcha para elaborar el atuendo que usaré. He pensado en retomar la idea del vestido de los alfileres pero como ningún diseñador que se respete copia a otro, es obvio que tendré que darle algunos ajustes y modificarlo a mi estilo. Empezando por el hecho de los colores.

Sí, me encanta el color. Los colores le dan al mundo una perspectiva totalmente diferente...

A veces me pregunto cómo sería vivir en un mundo sin color. Y cuando digo sin color, lo digo enserio.

Porque si le preguntas a cualquier persona sobre el tema que como sería un mundo sin color, lo más probable es que te responda negro.

Pero si ponemos que el mundo fuese negro, el mundo seguiría siendo de un color. Uno neutro, pero a fin de cuentas, es uno. Así que para poder imaginar un mundo sin color, en primera instancia no deberían existir. Lo cual es prácticamente imposible.
Aunque también podríamos decir que imaginar un mundo así sería imaginar la nada. Y la nada ya es algo.

O quizás simplemente lo que estoy diciendo es una completa tontería. En fin...

¿Quién sabe?

Salgo de mis pensamientos dispuesta a terminar con la incertidumbre de no tener vestuario. Tomo unos papeles en blanco que tengo sobre el escritorio y comienzo bocetear.

Me doy cuenta de que como no tengo dinero para comprar la tela para elaborarlo. Tendré que usar la vieja confiable de limitarme a reutilizar. Para ello, reviso dentro de mi armario y veo unos suéteres de algodón color blanco.

Recuerdo que uno de ellos mi madre me lo regaló por mi cumpleaños número dieciocho. Y el otro lo conseguí en algún bazar de esos que hacen por la ciudad.

Determinada empiezo a hacer rayas y más rayas. Formas por aquí y por allá. Arrugo la primera hoja. Arrugo la segunda. Cuando voy por la tercera la verdad es que no creo que vaya salirme nada bueno. Para mi sorpresa, así es. Nada.

No me sale nada.

No puedo creer que sea tan complicado hacer esto, cuando yo he hecho tantos vestidos como este o incluso más difíciles. Creo que no estoy lo suficientemente concentrada.

Tengo esa misma sensación que sentía en el restaurante y ayer en la fábrica. Como si alguien estuviera detrás de mi con cada paso que doy. Quizás solo estoy un poco agobiada por toda esta situación del proyecto, o tal vez, deba hacerle caso a mi intuición.

De todas formas tampoco es que vaya a rendirme. Necesito conseguirlo sea como sea.

Llevo toda la mañana diseñando y cuando miro el reloj, marcan las 2:13 p.m.

¿De verdad llevo tanto tiempo en esto? Parece que el tiempo vuela cuando diseñas. Pero como recompensa, al menos ya tengo el vestido. Tendré que rebuscar nuevamente en mi guardaropa para sacar otras prendas, porque las que tenía pensadas ya no me sirven.

Lo abro y saco del interior un vestido negro que pedí por internet hace unos meses. Cuando lo compré no me percaté de que las tallas eran muy grandes y como consecuencia nunca me sirvió.

DIPENDENZA. En ediciónWhere stories live. Discover now