Capítulo 5

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Ni siquiera tuvo tiempo para despertarse cuando supo que su escasa libertad había terminado. 

Después de practicar durante un rato los hechizos con Maléfica le consultó sobre las dudas que tenía y ella la ayudó a aclararlas. La rubia le había pasado algunos libros más recordandole cuán importante es el conocimiento teórico para después no fallar en lo práctico, así que antes de que anocheciera partió de la Fortaleza hasta el castillo. 

Lo que la despertó fue el insistente golpeteo en su puerta antes de ser abierta, en ese mismo instante supo que se trataba de su hijastra, Snow no tenía ni la decencia ni la costumbre de esperar para entrar en sus aposentos. 

– ¡Regina! 

– Buenos días querida. 

– Que bueno que estas despierta Regina así podré contarte todo lo que hicimos en el campamento. 

– Snow, querida ¿Puedes dejar que me cambie antes de que hablemos? 

– Oh –Snow observó que claramente Regina aún permanecía con su camisón de seda–. claro, te espero abajo para desayunar. 

– Ve querida. 

Después de que Snow cerrará la puerta tras suyo, Regina se limitó a cerrar los ojos y dejarse caer en la cama, creía que tendría tal vez unas horas más antes de que volvieran.

Tomó uno de los vestidos y se cambió lo más rápido que podía, quería evitar cualquier castigo que la mantuviera encerrada por horas. No es que prefiriera pasar su tiempo con Snow y Leopold pero por lo menos podía estar bastante tiempo en los establos. 

Cuando estuvo lista bajo las escaleras hasta el comedor, Leopold y Snow ya estaban en sus lugares, hizo una pequeña reverencia antes de acercarse. 

– Mi Rey –se acomodó en su lugar. 

– Regina, la próxima vez que salgamos de campamento apreciaría que nos acompañaras. 

– Claro, estaré encantada de acompañarlos –miró a Snow– ¿que tal la pasaste con tu padre querida? 

– Lo pase genial Regina, padre tiene razón en que deberías acompañarnos –Regina se limitó a asentir, no tenía ganas de pasar dos días encerrada en una tienda con Leopold y Snow. 

– Mi Reina, los sirvientes me dijeron que te vieron poco estos días, ¿Estuviste ocupada en algo? 

– Oh no, solo estuve entrenando con Rocinante y con mi padre en sus aposentos, sabes que no me gusta mucho andar sola por el castillo. 

– ¿Y hay alguien que pueda verificar esa historia? –la morena lo miró ligeramente sorprendida–. No es que no confíe en ti, pero ya sabes… alguien que pueda  asegurar que eso es cierto. 

– Claro, puedes preguntárselo a Eugenia. 

– ¿Eugenia? 

– Es una de las doncellas, llego conmigo. 

– Luego me encargo de eso. 

Regina sabía que ese día no podría salir del castillo, no con Leopold tan pendiente de lo que hacía y dejaba de hacer, tampoco tenía forma de avisarle a Maléfica así que solo espero porque no se molestara. Tal vez luego podría intentar compensar el tiempo perdido, además de que aprovecharía para intentar memorizar los libros que le había dado. 

– Mi Reina –la voz de su esposo la sacó de sus pensamientos–. me gustaría que tu y Snow pasaran mas tiempo juntas, ya sabes deberían crear un vínculo de madre e hija. 

– Esta bien, mi Rey –miró de nuevo a Snow, quien la miraba sonriendo–. ¿Hay algo que quieras hacer querida? 

– Podríamos ir a la biblioteca y leer un poco. 

– Esa idea me parece fantástica. 

– ¿Podemos ir ahora padre? –Snow miró al hombre sentado junto a ella mientras Regina realmente esperaba que dijera que si, no aguantaría un minuto más en esa mesa sin vomitar. 

Odiaba el hecho de tener que hacer eso todos los días de su vida, la verdad estaba empezando a odiar seriamente su vida, tampoco podía decir que extrañaba quien era antes porque siempre estuvo su madre presionando pero por lo menos no tenia que soportar a Leopold metiéndose en su habitación. 

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Y tuvo que pasar todo el día con Snow, después de estar prácticamente toda la mañana en la biblioteca fueron a montar, su hijastra aún tenía algo de miedo en subir a su caballo, luego de que se desbocara, subía solamente cuando estaba acompañada. 

A decir verdad mucho no le molestaba tener que acompañar a Snow a cabalgar, pero Leopold ya le había sugerido que dejara de hacerlo, la niña debía aprender y vencer sus miedos si algún día quería ser una importante princesa. 

– Las princesas no tienen miedo, son fuertes y tu eres una princesa. 

Ese comentario resonaba en su cabeza, alguna vez unas palabras muy parecidas se las había dicho Henry a ella. 

No podía decir que no quería a su padre, Henry siempre había sido de demostrarle afecto, trataba de asegurarse que estuviera bien pero nunca fue lo suficientemente valiente para luchar por ella, nunca se interpuso a Cora, lamentablemente dejaba que su madre hiciera lo que quería. Y siempre lo recordaría, esa pequeña cicatriz en su labio sería un recordatorio para toda la vida. 

Había terminado el día completamente exhausta, cuando creyó que podía descansar algo Leopold se presentó en su habitación, y Regina no lo pudo evitar, él hizo lo que quiso con ella, no importaba cuánto imploraba y suplicaba porque parara  nunca le importo y no le iba a importar más. 

Cuando se sintió satisfecho simplemente la dejó y se fue, Regina lloro como siempre hacia, tomó toda la fuerza que pudo y caminó hasta el baño, lleno la tina con agua hirviendo y se hundió dentro. 

Siempre trataba de resistir al agua hirviendo, era una forma en la que buscaba limpiarse, aunque realmente sabía que no estaba limpia, usaba las esponjas con tanto ímpetu hasta que sus brazos, piernas y casi cada centímetro de su cuerpo estaban bañados en sangre, la tina terminaba completamente roja por la sangre que ella derramaba mezclada con sus lágrimas. 

Mi enorme dragón..Where stories live. Discover now