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14 de julio 1897

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14 de julio 1897.
Nueva York, Nueva York.

—¿Tienes todo lo que necesitas?

Peter asintió, aunque de todas formas revisó su libreta, donde había anotado todo lo que debía empacar y lo fue corroborando con sus maletas.

Tenía sus documentos, sus libros, la ropa de segunda mano y ya se había cambiado en el hotel por uno de esos nuevos trajes, que le ayudarían a mezclarse entre los hombres de la clase trabajadora.

No le disgustaba la ropa, no tanto como había esperado al menos, sin duda no era incómoda y hasta podría atreverse a sugerir que era un poco más agradable que los trajes sofisticados que vestía todos los días, excepto, quizás, por la calidad de las telas. No eran malas, pero tampoco tan buenas o suaves contra la piel.

El traje que había escogido para el viaje era el mejor de los tres que había comprado. La camisa de lino era fresca contra su piel y ligera, aunque tenía líneas azules y Peter nunca había sido un fanático de las camisas con franjas. El chaleco era de un material más grueso y ajustado, con un diseño cuadriculado y tono verdoso, iba acompañado con una chaqueta verde pantano, que seguramente había conocido mejores años, porque en esos momentos estaba gastada, parcheada y le faltaba un botón. En el cuello, se había atado una corbata marrón y combinaba con los pantalones de pana y los zapatos usados.

También tenía un sombrero, porque ningún hombre iba a ningún lado sin un sombrero.

—Solo me falta el boleto —concluyó, una vez terminó de repasar su lista.

—¿Seguro? ¿Ya le disté el dinero, Eli? ¿Qué hay de tus libros? ¿No te olvidas de tus libros?

—No, mamá, tengo todo en el baúl y ya guardé el dinero.

—No olvides ir al banco y retirar el resto cuando llegues a Londres —agregó Eli y Peter asintió.

Le habían repetido las mismas cosas una y otra vez desde que había amanecido en el hotel a las seis y cuarto y ya eran las siete y media y seguían recordándoselo. Estaba ocupando toda su fuerza interior para no exasperarse, sabía que solo estaban nerviosos y preocupados y entendía como reiterar las mismas palabras podía ayudarlos a calmar sus temores.

Dejó su maleta sobre el baúl que se estaría llevando en el viaje y rebuscó en su bolso por el dinero para pagar el pasaje que ya había reservado desde Minnesota.

Estaría viajando en el Teutonic, en el tercer piso sobre el nivel del agua donde iba la tercera clase y con su boleto, ya venía asignada la habitación en la que se hospedaría durante la semana cruzando el Atlántico.

Hasta donde sabía, cada dormitorio incluía dos camas, así que imaginaba compartiría con otro hombre y lo único que esperaba, era obtener la cama de abajo si se trataba de cuchetas; odiaba tener que dormir en lo alto.

Consiguió el dinero de su bolso y la copia de la carta que había enviado como comprobante de su reserva y se preparó para adelantarse hacia las oficinas.

Vidas Cruzadas El ciclo. #4 EN DESARROLLO +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora