Capítulo 4 Un día inesperado

39 18 37
                                    

Ha pasado un mes desde aquel día en el que conocí a aquellos chicos y no volví a verlos, eso se me hizo muy raro, pero después de una semana me acostumbré, la universidad es tranquila, hasta tengo una amiga,Emily, es muy maja, casi igual de rara que yo pero me hace bien tenerla como amiga.

No sabe a qué me dedico, pero ese es mi trabajo, mantenerme oculta, ya que nunca se sabe en esta vida quién es quién y la verdad es que eso no lo aprendí precisamente trabajando.

Hace una semana tuvimos un operativo en aduanas, unos narcos de poca monta intentaron meter a España dos toneladas de hachís, pero como el soplón nos contó dónde y cuándo y cómo, fue bastante fácil interceptarlo, aunque tengo que admitir que para ser tan poca cosa se lo han trabajado mucho y si no hubiéramos sabido dónde buscar no los habríamos encontrado.

—Aquí 135, ¿me recibes?
—Sí,135, aquí águila 1, te recibo alto y claro.
—No hay contacto visual, repito, no hay contacto visual.
—Las coordinaciones y órdenes retumbaban en mi casco como en el de todos mis compañeros.
—135 aquí águila 1 nos estamos acercando enseguida, habrá contacto visual... —Fue lo último que escuché antes de oír unos disparos que provenían de la nada, enseguida mi superior dio la orden de formación mariposa y nos adentramos más hasta dar con una lancha totalmente cubierta y protegida parada en medio de la oscuridad, menos mal que no nos oyeron llegar, cuando se preparaban para otro asalto de disparos y descubrieron la lona se encontraron rodeados de armas y de nueve policías de narcóticos apuntándolos, no tenían más opción que rendirse.

Ha sido una semana interesante, me encanta mi trabajo, es lo que siempre he querido y además me apasiona la adrenalina que mi cuerpo chorrea cada vez que lo hago, lo reconozco, soy una adicta al trabajo, pero en el buen sentido, lo que más odio es hacer después los informes, no me gusta el papeleo, pero es lo que toca...mi móvil suena y me saca de mis pensamientos.

Es Emily, me ha enviado un mensaje, quiere que nos veamos antes de ir a la universidad porque la ha dejado tirada el coche, así que miro la hora y decido salir para no llegar tarde, paso por ella y nos dirigimos a la facultad.
Entre risas y cotilleos salimos del coche y escuchamos mucha bulla en el aparcamiento, la gente grita como loca.
—Pelea... pelea... ¡¡¡pelea!!!
—¿Qué estará pasando allí? —le digo a Emily.
—Algún loco se estará peleando —dice ella y entonces lo veo, tiene razón, es Enrique con el idiota, se están peleando, pero ¿por qué? No lo pienso dos veces y me acerco para separarlos, consigo quitar a Thomas de encima de Enrique.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Por qué le pegas?
—Mia —dice este con un profundo miedo en sus ojos.
—¿Cómo sabes mi nombre? —le pregunto olvidándome de Enrique por un momento, pero no me contesta.
—¡Que cómo sabes mi nombre! —le grito.
—Enrique me lo dijo —me contesta al final y se va dejándome allí, como una tonta, me doy la vuelta y ayudo a levantarse a Enrique.
—¿Qué demonios os ha pasado, por qué peleabais?
—Por nada, Mía, cosas nuestras, no te metas, por favor —me dice Enrique mirándome a los ojos, sé que es sincero, pero algo me oculta, tengo esa sensación de perro policía, al fin y al cabo, vivo con uno, ¿no? Algo se me habrá pegado.
—¿Que no me meta?, ¿por qué?
—Porque sí, Mía, porque son cosas de chicos y no quiero que salgas mal parada...
Eso ya me deja sin habla, ¿mal parada yo?, pero ¿de qué habla?, allí esta otra vez mi policía interior intrigada.
—Yo no tengo por qué salir mal parada, Enrique, si no tiene nada que ver conmigo —le respondo y él se me queda mirando a los ojos por un segundo, sin decir nada hasta que al final habla:
—Está bien, te lo contaré, pero prométeme que no harás ninguna estupidez, y que sobre todo no matarás a mi amigo.
Vale, ahora sí estoy intrigada, ¿qué habrá hecho el idiota para que yo pueda querer matarlo aparte de respirar?
—Uy, difícil de prometer eso, Enrique, pero vale, lo intentaré —le contesto con una sonrisa.
—Recuerda, que no se lo tienes que contar a nadie, si no, al que matarán será a mí —me dice sentándose en el césped.
—Me estás preocupando, Enrique —le digo yo sentándome al igual que él.
—En realidad, no es tan malo, pero bueno... allí va: A mi amigo le gustas.
—¿QUÉÉÉÉ?
No puede ser, ¿el idiota tiene sentimientos? Me río, porque me cuesta creerlo.
—En realidad, no sabía qué tenía y eso lo asustaba, él estuvo enamorado de una chica hará unos años, pero no fue bien, y desde entonces no ha vuelto a fijarse en otra, sí, se acuesta con cualquiera, pero solo eso, al día siguiente se deshace de ellas. No tengo palabras, estoy con la boca creo que por los suelos, no me puedo creer lo que Enrique me está contando.
—Eso es imposible, Enrique, no puede ser verdad lo que me estás contando... —le comunico mis pensamientos sin siquiera darme cuenta de haber abierto la boca.
—¡Oye, pero bueno!, eras tú la que quería saberlo, yo te lo conté, si te lo quieres creer, bien, si no, allá tú —me dice alejándose en dirección a las clases dejándome boquiabierta como una tonta en el césped.
Decido quedarme allí sentada a analizar todo esto, pero como se está tan bien, me quedo durmiendo.

Cuando una voz me despierta:
—Hey, niñata, ¿qué te pasa, te has muerto? —dice esa voz tan conocida.
—¿Qué quieres, imbécil? —le contesto como si Enrique no me hubiera contado nada porque antes de dormirme decidí que de seguro me había mentido, o por lo menos se estaba burlando de mí.
—Uy, pero si estás viva —me dice riéndose. Me levanto del suelo y me quiero ir cuando su mano sujeta mi muñeca para que no me vaya y esa corriente que había sentido la otra vez, ha vuelto, pero esta vez más fuerte, más familiar, la recuerdo, pero no sé, no consigo acordarme del todo.
—¿Dónde vas? —me dice acercándose a mí.
—Y a ti qué te importa —le replico respirando con dificultad por su cercanía, su olor a tabaco,menta y gel de ducha que me atrofia los sentidos, sobre todo los pensamientos, ¿cómo es que no me he dado cuenta antes y por qué me afecta tanto, joder.
—Me importa y mucho —me dice mirándome a los ojos y sin pensarlo dos veces me besa. Es un beso lleno de deseo tierno, pero duro a la vez como si me estuviera reprochando algo, pero lo más extraño en su beso es esa sensación de extrañar a alguien, me besa como si me hubiera echado de menos, después de no sé cuánto tiempo, nos separamos por falta de aire.

Unimos nuestras frentes y no decimos nada, solo nos miramos a los ojos y disfrutamos del momento, joder, sí que hacía tiempo que no hacía esto, se me había olvidado disfrutar del momento.

Change --Ya en Físico en Amazon y La casa del libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora