Capítulo17Aire

7 3 8
                                    

Necesito salir de allí.
Las emociones me nublan la vista, un peso demasiado pesado hacía presión en mi cerebro y mi garganta estaba tan seca que la tos se hizo presente enseguida, nunca me había sentido tan decepcionada en mi vida, a duras penas llego a mi coche y corriendo me meto dentro, un ruido sordo hace que mis oídos piten y que la sensación de desmayarme aumente, bajo la ventanilla e intento respirar, el aire entra, pero mis pulmones parecen encabezonarse en no recibirlo y entonces mi cuerpo reacciona sin siquiera molestarse en consultármelo a cámara lenta veo mi mano ir hacia mi móvil, buscar el contacto, presionar el botón de llamada y llevar el teléfono a mi oído.
—¿Hola? —contesta una voz penetrante y decidida y mis fosas nasales parecen empezar a cobrar vida dejando un poco de aire entrar.
—Mía, ¿eres tú? —me pregunta y mis pulmones vuelven con fuerza casi ahogándome con la primera bocanada de aire que siento en lo que parece mucho tiempo.

—Thom... —articulan mis labios siguiendo las órdenes de mi paralizado cerebro.                               -—Ven por mí —logro decir antes de que un sollozo avise lo que parece será una larga llorera.

—¿Dónde estás?, ¿te encuentras bien, Mía? Dime algo, por favor. —Su desesperación me trae un poco a la realidad y sin saber qué hacer, sin saber dónde ir, decido dejarme llevar por mis más oscuros sentidos.

—Te enviaré la ubicación, solo ven por mí, por favor —mi voz se quiebra y la suya parece cobrar vida cuando decidido me avisa:
—No te muevas, en 10 minutos estoy allí, tú solo no te muevas —concluye autoritario colgando el teléfono.

Dejar de escuchar su voz me deja más vacía que antes, todos mis pensamientos, dolores y decepciones me abruman.
Me vuelve a faltar el aire, mi visión es borrosa a causa de las lágrimas y del peso sobre mi cerebro y mi pecho, cada segundo que pasa me siento más apagada, los párpados me pesan, pero antes de sumergirme en una profunda oscuridad, una mano que mi cuerpo reconoce instantáneamente me saca de mi desmayo y me devuelve a la vida.

—Mía, cariño, ¿qué pasa? —me dice mirándome horrorizado, pero no soy capaz de articular palabra, simplemente me dejo caer en sus brazos como si esa fuera mi única salvación, llorando como cual niña pequeña, mientras sus manos recorren mi espalda dándome el consuelo anhelado. Sin darme cuenta, me toma en sus brazos completamente sentándome sobre sus piernas en posición fetal y solo siento cómo el coche arranca y se aleja de aquel maldito lugar dejando atrás a la mía... que había conseguido crear.

Después de lo que había parecido una eternidad el coche se detiene.
Mi respiración es más calmada y el pecho ya no duele tanto, pero las lágrimas siguen inundando mis ojos y por consecuencia la camiseta de Thomas, pero no parece importarle en absoluto cuando me carga cual novia el día del casamiento y sin esfuerzo alguno me lleva hacia mi casa, no sé cuándo hemos llegado ni cómo ha conseguido entrar, pero tampoco me importa, ahora solo quiero que no se vaya.
Después de depositarme en mi cama, taparme con mi edredón y acariciarme varias veces el cabello, me deja allí mirando a la nada, mientras se encamina hacia la puerta y es apenas entonces cuando por fin reacciono:
—¡¡NO‼ —mi grito desgarrador lo toma por sorpresa y en un abrir y cerrar de ojos está sentado a mi lado.
—¿Qué pasa, Mía? Estoy aquí —me dice preocupado.
—No te vayas, por favor—consigo susurrar y él solo obedece acostándose a mi espalda, resguardándome y me envuelve en un abrazo sanador.

Parece que han pasado horas, días, semanas cuando por fin una tranquilidad fría, demoledora y de mal augurio se instala en mi pecho y por fin consigo volver en mí, me deshago de sus brazos y me siento en mi cama apoyando mi espalda en el cabecero limpio, mi cara roja de tanto llorar, sorbo mi nariz y respiro profundamente así dejándole espacio a las decisiones que en mi momento de locura habían instalado sus raíces en mi cerebro.

—Gracias, Thomas —le digo sincera, volviéndome hacia él intentando esbozar una sonrisa.
—Gracias por todo —concluyo sin saber qué más decirle, su mirada es penetrante, inquisidora y sé lo que me va a preguntar, así que, en silencio, espero hasta que por fin se decide.

—¿Qué te ha pasado, Mía? ¿Por qué demonios estabas tan devastada? —me suelta todo de golpe, como si lo hubiera retenido por mucho tiempo.

—Thomas, no es algo de lo que quiero hablar en este momento, la verdad.

—De acuerdo, entonces, me voy —me informa frío y dolido, la simple idea de quedarme sola me vuelve loca.

—No, por favor, no te vayas.
—Está bien, te lo contaré —suspiro resignada.
—Es Eddy, mi novio —esas palabras me queman la garganta y el alma.

—¿Te ha hecho algo? —Oigo su rechinar de dientes y sus nudillos se vuelven blancos de la fuerza con la que aprieta sus puños, ni me había dado cuenta de sus gestos hasta entonces, su cara refleja rabia contenida.

—Hmm...me ha engañado —suelto esas palabras sin siquiera darme cuenta de lo reales que son ni de la reacción que desencadenarían en él.

—Lo mato —me escupe levantándose de la cama y yendo hacia la puerta.

—¡Thomas, no!, por favor.
—Mía, ¿cómo me puedes decir eso?

—Le dije que si llegaba a hacerte algo se las vería conmigo —me dice dándose la vuelta hacia mí, parece un animal enjaulado a punto de reventar la puerta que lo tiene atrapado, sus ojos inyectados en sangre me asustan y mi cuerpo tiembla en reacción al miedo que me provoca, nunca lo había visto así y una parte muy escondida de mi alma se siente reconfortada, protegida por aquel hombre que ahora parece tener rasgos de asesino.

—Tranquilo, por favor, no me dejes sola —mis palabras parecen calmarlo instantáneamente y sus manos y su cuerpo cubren el mío como una manta.

—¿Cómo has dejado que te destroce de tal manera? —me susurra en el oído y su voz parece destrozada, más que eso, defraudado, en un segundo dejo de sentir su cuerpo y lo veo apoyando sus puños en la pared que nos enfrenta.
—¿Cómo he dejado yo que te destrozara de esta manera? —grito antes de estampar sus puños contra la pared, un grito ahogado sale por mi boca y eso lo hace reaccionar.

—Lo siento, cariño, perdón por asustarte —sus palabras suenan sinceras y vuelve a abrazarme, no sé cuánto tiempo pasa hasta que mi teléfono me saca de mi burbuja.

«Esta noche a las 00:00 en el puerto pista de siempre».
El mensaje de Marcus me hace plantearme varias cosas. ¿Qué hago yo aquí, llorando las penas y dejándome destrozar tan fácil? Yo no soy así, yo no cedo tan fácilmente, entonces sé lo que tengo que hacer, ya que cuando voy a las oficinas no me pongo mi uniforme, nada estaba comprometido, así que una loca idea se hizo espacio en mi cabeza.
—Thomas, necesito que me ayudes en algo —le anuncio levantándome de la cama en un santiamén.

—Claro, Mía, dime qué necesitas.
Me tomo casi 20 minutos explicarle mi plan, intentando evitar contarle que soy policía, o bueno, lo era, pero la excusa perfecta era mi título de reina y aunque sea una fachada, ahora mismo no pensaba dejar a nadie que me lo quitara, eso sí que no.

—Bueno, entonces qué me dices, ¿me ayudarás?

—Mía, cariño, no sé si es buena idea en tu estado ponerte ahora en un riesgo innecesario por un estúpido título.
—Primero, no es un estúpido título, es mío.
Y segundo, estoy bien, me daré una ducha y volveré como nueva, tú solo confía en mí, por favor.

—Joder, a ti no te puedo decir que no, y además, conociéndote, aunque te diga que no, sé que lo harás y prefiero estar allí cuando pase.

—Gracias, gracias, gracias —digo saltando como una niña pequeña cuando recibe un juguete abrazándole por sorpresa.

—De nada —me contesta, devolviéndome el abrazo hundiendo su cara en mi pelo, aspirando mi aroma... Dios, me siento tan pequeña a su lado, me envuelve de tal manera, que jamás me he sentido tan protegida solo con Daniel, pero alejo esos pensamientos enseguida y me separo de él.
—Vale, pongámonos en marcha, si no, se nos hará tarde —le informo.
—De acuerdo, prepárate, yo iré a arreglarlo todo.

—Vale, ¿lo tienes claro? —le pregunto, buscando la toalla para meterme en la ducha.

—Sí, tranquila, no te fallaré —me dice acercándose peligrosamente.
—Me voy —anuncia dejando un suave beso en mi mejilla sorprendiéndome y sale por la puerta con una sonrisa tonta.
Me encamino a la ducha, el espejo del baño me refleja todo mi maquillaje, está desparramado por mi cara, mis ojos parecen ensangrentados de tanto llorar, mi pelo hecho una maraña.

Necesito un cambio, coger fuerzas para lo que se me viene encima, entonces una idea cruza por mi mente. Busco en el cajón de arriba del mueble y encuentro enseguida lo que busco; sin pensarlo dos veces, me pongo mano a la obra y en menos de una hora y media estoy lista para salir hacia lo que decidirá mi futuro esta misma noche.

Change --Ya en Físico en Amazon y La casa del libro Where stories live. Discover now