Capítulo 16 A la mierda la balanza

5 2 9
                                    

La mañana siguiente el sol me obliga a abrir los ojos. Me siento más relajada, la sesión de anoche me ha liberado varias tensiones, jamás pensé que llegaría el día en el que contaría mi mayor secreto y me sentiría tan bien, sé que no di muchos detalles a Eddy, pero su comprensión y su cariño hacia mi ser,es tan sobrecogedor que me hace querer ser diferente, me hace pensar que el camino que elegí es el mejor.

Mirando por la ventana con mi taza de café humeante, unos brazos me rodean cálidamente.
—Buenos días, preciosa.
—Buenos días.
—¿Cómo estás? —me pregunta escudriñando mi cara en busca de algún sentimiento revelador.
—Estoy bien —le contesto con mi mayor sinceridad posible, aunque sé que mi cara de recién follada me delata—
La verdad, estoy mejor que bien —le vuelvo a confirmar con una enorme sonrisa pícara en mi cara.
—Me alegro —me confiesa y su alivio es tan evidente que mi subconsciente me regaña por tener a este semidiós griego tan alterado y preocupado por mí.
—Bueno, Mía, me tengo que ir.
—¿Ya?
—Sí, amor, tengo que preparar todo para volver a la misión.
—Es verdad, tenemos que reunirnos con los jefes y presentarles el siguiente paso a seguir y todo lo que hemos conseguido hasta ahora.
—Sí... —Su agobio es estremecedor e intento tranquilizarlo.
—Eddy, mira, antes de que te vayas, quiero decirte algo.
—¿Qué pasa, cariño?
—Sé que me prometiste que me ayudarías y que todo se haría a mi manera.
—Sí, ¿y?
—Y yo también te quiero prometer algo.
—¿El qué? —Su mirada inquisitiva aparece y una sonrisa recorre mis labios pensando en lo buen policía que es.
—Te prometo... que me cuidaré y que intentaré no ponerme en riesgo.
—Umm... ¿y?
—Y que no te volveré a esconder nada más, ahora sabes lo que me mueve y lo que me hizo coger este camino que me llevó a ti, te juro que no tengo más secretos.
Su cara es de asombro total, sé que no se esperaba esto, pero después de la noche que pasamos juntos no puedo imaginar pasar por todo esto sola, sé que tuve que elegir: era él o Thomas, pero también sé que no quiero volver a vivir lo de Daniel, no podría,
por eso no elegí a Thomas, él me llevaría por el sendero de la perdición, sé que nunca me dejaría, pero tengo miedo, demasiado para volver a perder a alguien, y ahora mismo sé que mi corazon
no aguantaría otro trago como ese y Edward es lo más seguro y más apropiado a lo que mi alma herida necesita, sé que es egoísta,pero necesito curar, necesito vivir, y sé que a su lado puedo intentarlo y me gustaría pensar que puedo conseguirlo.
—Está bien, cariño, tranquila, yo siempre estaré a tu lado,pase lo que pase, y juntos solventaremos todo lo que haya que resolver para ser felices, ¿vale?
—Vale, ¿es una promesa?
—Es una promesa —confirma él decidido.
—Bueno, amor,ahora sí me voy, te llamaré cuando tengas que venir a las oficinas,¿de acuerdo?
—Vale, me iré a la universidad, ya me avisas.
—Hasta luego —concluye con un beso demasiado apasionado para hacerme entender que dejarme sola no es de su agrado,pero esto es importante.
Lo observo salir por la puerta y subirse a su coche, creo que nunca me acostumbraré a que ese hombre tan perfecto sea mío.

Miro el reloj: las 7:45, en 15 minutos tengo que estar en la universidad, así que me visto corriendo, ni me molesto en ducharme, no quiero quitarme sus caricias aún, no sé por qué, pero pienso que
hoy necesitaré de su recuerdo para mantenerme fuerte.
Llego a la universidad corriendo, pero tarde. Mi profesor de humanidades me echa una bronca por llegar justo antes de cerrar la puerta, aunque me deja entrar.
Las clases pasan muy lentas, ninguna noticia de Eddy aún, pero nunca es tarde. Intento no
desesperarme, pero en cuanto suena el móvil, contesto sin mirar.
—¿Se puede saber dónde estabas?
—Yeee, quieta, reina, que tenía que arreglar tus pedidos —la voz de Marcus me deja helada y con una sacudida intento volver en mí.
—Perdona, Marcus, estaba segura de que era mi novio.
—Bueno, no lo he sido porque tú no has querido, eh—intenta bromear sobre nuestro pasado, pero su indignación es notable.
—Y sigo sin quererlo, pero dime para qué soy buena.
—Te llamaba para confirmar lo de la vuelta.
—¿Para cuándo?
—Esta misma noche mi corredor quiere ver si es verdad tu título.
—¿Cómo se atreve? —grito al móvil furiosa.
—Tú mejor que nadie sabes que la reina aquí soy yo.
—Ya, pero a lo mejor ya es tiempo de que haya un rey. Luego te envío los detalles —me dice y me cuelga dejándome con la palabra en la boca.
Joder, tengo que avisar a Eddy, ya estoy buscando su número cuando mi móvil del trabajo suena en mi mochila.
Mi jefe, contesto y antes de decir palabra me suelta:
—Agente Fernández, tienes media hora para presentarte en la unidad.
—Entendido —es lo último que consigo articular antes de que el sonido que me indica que me ha colgado suena estridentemente en mi oreja.
Corro a mi casa para coger mi mochila del trabajo y me encamino hacia la comisaría de la calle Mallorca.
En menos de media hora estoy allí y mis nervios no me ayudan cuando aparco, casi pierdo las llaves en el intento de cerrar el coche, antes de darme cuenta, estoy enfrente de la oficina en la que me esperan impaciente mi jefe, el delegado de Madrid y
Eddy; la cara de él no presagia nada bueno.
—Buenas tardes —les digo a todos atravesando la puerta de cristal del despacho de mi jefe. El mal presentimiento de esta mañana no deja de acompañarme como una capa envolviéndome
por completo.
—Señorita Fernández —articulan los tres para contestar a mi saludo.
—Tome asiento —me indica Eddy la silla libre delante del escritorio.
—Díganme, ¿qué era tan urgente?, ¿ha pasado algo?
—Verá, señorita Fernández, la hemos llamado hoy aquí para comunicarle algo importante —me dice mi superior sin quitarme ojo de encima y la verdad es que su cara no me gusta para
nada, no lo había visto tan nervioso nunca
—De acuerdo —digo enderezando mi espalda en la silla,esto no me gusta ni un pelo.
—Dígame —insto a mi jefe que siga,
aunque mi desconfianza es sofocante y un pánico inmedible se apodera de mi mente y cuerpo en un segundo, intento disimular.
—La hemos traído hoy aquí para informarle que queda fuera del caso de la ola —me suelta de sopetón el delegado de Madrid casi sin respirar. El silencio se hace hueco entre aquellas cuatro paredes de cristal como si fuera un nubarrón de tormenta y los tres hombres aguardan con expectación mi reacción que
por sus caras hasta yo puedo darme cuenta de que mi cara no es exactamente un torbellino de emociones placenteras y de la nada,como una bomba llegada al final de su cuenta atrás, exploto.

—¿Cómo? —Mi voz es demasiado alta, pero aun así, consigo un tono que al parecer hace a los tres hombres estremecerse en sus respectivos sitios, mi sangre ha pasado hace rato de hervir a simplemente congelarse y concentrarse, al parecer, en mis ojos.
—Mía, cálmate —me insta Eddy, pero como cual toro que enloquece al ver rojo su voz, lo único que consigue es que me enerve aún más.
—Que me calme, señor Prescott, ¿cómo puede siquiera sopesar tal idea? Casi doy mi vida para conseguir lo que me pedisteis, casi me matan y vosotros ahora me queréis sacar del caso—le escupo todo mi veneno y odio haciendo que todo caiga sobre
él, dado que sé perfectamente que esto es algo urdido por él y eso me clava otro puñal en mi ya casi muerto corazón.
—Por eso mismo, señorita Fernández, la vamos a sacar del caso —toma la palabra mi jefe evitando mirarme a la cara.
—Ha puesto en riesgo su propia vida y ha conseguido sacar a Coque de su escondite, ahora que sabemos dónde está, iremos a por él y sus servicios ya no harán falta —concluye serio y autoritario.

Mi mente viaja a mil por hora, me falta el aire, y siento cómo mi vista empieza a fallarme, pero intento mantenerme a
flote y pelear por lo que me corresponde.
—Pero me prometieron que si cerraba el caso me ayudarían a ascender y llegar a donde quería, ¿por qué ahora han cambiado de opinión? —lo último me sale casi en un susurro.
—Mía, lo que prometimos lo cumpliremos, solo que ya no estarás al frente del caso, eso es todo —la voz de Eddy parece calmada, pero solo yo sé leer en sus ojos y la culpa lo carcome,pero es tan testarudo que no dará su brazo a torcer.
—Vale, y entonces, ¿qué pasará? —le reto y el demonio sin alma está de regreso con una sonrisa triunfal, por fin me ha vencido y se ha apoderado de mi corazón al completo, la traición de Edward acaba por dejar ese último trocito de alma que no se había
ido que se fuera a algún sitio del que aún no sé si lo recuperaré alguna vez.
—Verá, señorita Fernández, la Interpol le ofrece un puesto de formación durante un año para después poder acceder al FBI tal y como le prometimos al principio —la voz neutral de Eddy me provoca escalofríos y náuseas, pero no pienso permitirle ver
todo lo que provoca en mí, en una bocanada de aire recojo todo el odio y el dolor que hay en mi alma y lo utilizo como mejor sé en contra de los demás.

—De acuerdo, si eso es lo que han decidido, lo aceptaré—contesto intentando parecer resignada y parece que hasta este momento todos se lo creen, porque respiran aliviados como si acabaran de evitar una Tercera Guerra Mundial, pero cuando me
dispongo a salir, Edward Presscot me detiene tal como lo esperaba.
—Señorita Fernández, me gustaría que se quedara un rato para poder terminar de concluir las condiciones en las que se llevará a cabo su formación. Señores, pueden retirarse, informaré
personalmente a la agente de lo que le espera de ahora en adelante y por dónde tiene que empezar, muchas gracias por su participación y en dos horas me reuniré con ustedes para poner en
marcha la operación para cerrar este caso —concluye autoritario indicándoles abandonar el despacho, aunque estoy de espaldas el sonido de la puerta cerrarse me indica que la tormenta ya está
por empezar y antes de darme cuenta todas las ventanas que dan a los demás despachos están bien tapadas escondiéndonos así a los ojos del resto del mundo y una respiración agitada me sopla en la
nuca haciendo que mi piel se erize al recordar su tacto y todo lo que habíamos pasado.
—Lo siento, Mía —su voz parece rota y sin esperanza, pero sus palabras no consiguen más que enfadarme y sacar lo peor de mí.
—¿Que lo sientes, Eddy? Ja, no me hagas reír. Lo has hecho a propósito, sin tomar en cuenta mis sentimientos y mis deseos —mi voz se rompe cada vez más, lágrimas amenazan con salir, pero
no esta vez, no, no pienso permitirme venirme abajo otra vez, así que tomando aire remito contra él sin compasión sin permitirme darme cuenta que sus ojos azules están llenos de ríos de lágrimas
esperando a salir.
—Me prometiste ayudarme.
—Y lo haré, pero no volveré a arriesgarme a perderte. —Cada una de sus palabras me queman mi alma ya muerta por el amor, miedo y dolor con el que lo dice.
—Pues llegas tarde... Ya me has perdido —le digo dejando mi placa y mi arma encima de su escritorio y encaminándome
hacia la puerta.
—Mía, no hagas esto —me dice intentando detenerme y allí sé que tengo que cortar por lo sano.
—Mire, señor Prescott, allí tiene mi renuncia —le escupo con todo el veneno del que soy capaz y me voy, viendo cómo por fin una lágrima es liberada en su preciosa mejilla ante mi rechazo
total.

Change --Ya en Físico en Amazon y La casa del libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora