Capítulo10 Estamos en marcha

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Me vuelvo a despertar y ya puedo abrir los ojos. Me incorporo despacio, aún un poco mareada y miro a mi alrededor.
Estoy en mi casa, en mi cama. Miro el reloj. Es la una del mediodía, perfecto, a las tres empiezan las clases.
Tengo tiempo. quiero quitarme la manta que me envuelve, pero algo me lo impide y es entonces cuando me percato de su presencia; está allí, a mi lado, dormido profundamente.

Su semejanza con Daniel me asusta, pero mis pensamientos son interrumpidos por los recuerdos de anoche y de esta mañana. Tengo que tomar una decisión, pero mi subconsciente me recuerda que ya está tomada, así que consigo recomponerme antes de llorar y tomando mi posición de demonio, lo despierto a base de gritos.
—¡¡¡Thomas, despierta!!!
Se sobresalta tanto que se cae de la cama. Una risa se me escapa, pero no dejo que él lo vea.
—¿Me puedes explicar qué haces en mi cama y cómo hemos llegado hasta aquí? —le interrogo sin pausa, intentando simular una rabia que en verdad no tengo.
—No te acuerdas? Genial —dice lo suficientemente bajo como para que él piense que no lo he escuchado, pero en su voz se no- ta la decepción y su cara refleja una agonía casi como la mía.
—Te emborrachaste y te traje a casa. No estabas en condiciones de llevar la moto, así que después de que volvieras tras la discusión que tuvimos, intenté buscarte para hablar, pero era demasiado tarde, ya estabas muy ida —me dice con un deje de decepción en su voz.
—¿Eso es todo? —pregunto yo.
—Sí, supongo que sí —me responde confundido.
—Pues gracias, ya te puedes ir —le digo ya levantada y
abriéndole la puerta de mi dormitorio.
—Mía, deberíamos hablar.
—No tenemos nada de qué hablar. Thomas, vete, por favor,tengo que prepararme para las clases —le escupo sin mirarlo. Me doy cuenta de su decepción.
Se acerca a la puerta y a mí, pero mi actitud le retiene.
—Nos vemos, Mía —me dice con la cabeza baja y mi corazón se rompe por milésima vez estos días.

Tras cerrar la puerta me acurruco junto a ella y mi único apoyo es mi querido Milo que me acompaña poniendo su cabeza en mis piernas y mirándome como si me dijera que todo va a estar bien.
Tardo una hora en ducharme, arreglarme y preparar el informe para el señor Presscot, juntando las muestras de las pastillas que compré para averiguar cuál proviene del grupo que estamos buscando, se lo enviaría nada más volver de la universidad.

Necesito que esto vaya rápido, no puedo adentrarme demasiado en ese mundo o no volvería a salir de allí.
En la universidad el ambiente está raro. Thomas no está. Enrique me ignora y Emily no para de hablar.
Mi cabeza se siente como si fuera a explotar, un martillo pesaba sobre ella.

Me voy a sentar en el césped al lado del árbol que siempre nos sentábamos los cuatro juntos, pero hoy me siento especialmente sola. Toda la historia de ayer con Thomas me está pasando factura y la verdad, no sé cuánto tiempo más podré soportarlo.

Consigo tranquilizarme y me quedo dormida, pero un sonido estridente hace mis oídos sangrar, abro los ojos, miro a mi alrededor, pero el sonido no para, entonces me doy cuenta de que es mi móvil. Miro la pantalla y todo lo poco que quedaba de mi mundo se viene abajo.
La llamada es de mi madre.
Llevaba demasiado tiempo sin hablar con ellos, lo más seguro es que esté preocupada, así que considero contestarle e igual ir a verlos.
—Hola, mamá.
—Mía, hija, ¿cómo estás?
—Bien, mamá —le contesto apática.
—¿Qué te pasa, cariño? ¿Estás bien? —me inquiere de nuevo y en ese momento siento su voz flaquear como si necesitara llorar, pero no quiere hacerlo.
—Mamá, ¿estás bien? Por mí no te preocupes, estoy bien —le digo intentando tranquilizarla lo máximo posible.
—Sí, cariño, tranquila. Oye, ¿puedes venir esta noche a casa a cenar? Tu padre quiere verte y desea hablar contigo.
—Vale, mamá, iré esta noche en cuanto acabe las clases.
—Vale, mi amor, nos vemos. Cuídate.
—Tú también, mamá.
—Adiós.
—Adiós.

Las clases pasan extrañamente rápido, la verdad, no me estoy enterando de nada. La conversación con mi madre me ha dejado KO, ¿qué habrá pasado para que esté así? Supongo que lo averiguaré esta noche.
La vibración de mi móvil me saca de mis pensamientos. Es un mensaje de un número que no conozco.
«Al acabar las clases, ven al árbol del patio trasero».
«¿Quién eres?» le respondo y su contestación no se hace esperar.
«Ya lo averiguarás».
En ese momento, justo antes de contestar, el timbre resuena por los pasillos de la universidad. La curiosidad saca sus garras y empieza a desgarrar mis entrañas.
¿Quién será? ¿Qué querrá? ¿Qué hago? ¿Voy no voy? Mi policía interior me alerta recordándome mi desconfianza natural, pero la curiosidad gana su partido.
Nada más salir de clase pongo rumbo hacia el patio trasero para averiguar quién hay detrás de esos mensajes y qué quiere.
Grande fue mi sorpresa cuando llego allí y no había nadie.

Change --Ya en Físico en Amazon y La casa del libro Where stories live. Discover now