Capítulo19Paz

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La carrera va viento en popa. Estoy por delante de Miguel por mucho, solo me faltan dos vueltas para ganarle, aun teniéndole pegado a mi rueda trasera, mis reflejos no me fallan y las ansias de saber qué pasó con Daniel me dan fuerzas, eso y demostrarle a Eddy que no me hace falta sobreprotección para llevar un caso, yo puedo con todo. Ese siempre ha sido mi mayor defecto, no aceptar que necesito ayuda y siempre hacerlo a mi manera y con mis propias manos, pero todo tiene una explicación. Siempre que me he dejado ayudar me han fallado o me han dejado para más tarde, siempre pasaba algo y nunca me cumplían la palabra. Desde pequeña siempre que intentaba hacer las cosas a la manera de otros acababa sola, desolada y sin ninguna ayuda, y allí la vida me ofrecía dos opciones: o me dejaba llevar por el dolor y la soledad, o me levantaba y batallaba cualquier guerra a mi manera y siempre encontraba las fuerzas necesarias para empezar de nuevo.

Es la última vuelta, Miguel está pegado a mí como una lapa, nuestras motos casi se tocan por la cercanía, hasta hay un momento en el cual casi caigo por su culpa, pero no voy a permitir que me gane, no esta vez, al ver la línea de meta a menos de dos metros de mí, acelero, el corazon se me sale por la boca, todos vitorean mi nombre en el momento que pasamos los dos por muy poca diferencia. He ganado, no me lo creo ni yo, por fin todos mis esfuerzos han valido para algo. Miguel está frenando pegándole a la moto su ira, es incontrolable, mientras yo celebro mi victoria haciendo malabares con mi moto hasta detenerme cuando por la visera del caso lo visualizo, viene hacia mí con paso firme y decidido, no me doy cuenta hasta que llega a mi altura del arma que lleva escondida detrás y que ahora apunta hacia mi pecho sin piedad, todos se quedan boquiabiertos mientras él berrea:

—¡Hija de puta, hiciste trampa! —No me da tiempo a reaccionar, analizo todas mis opciones, pero eso me ha cogido por sorpresa, levanto mis manos en señal de rendición.

—¡Ponte de rodillas, puta! —me grita ya pegando el arma casi a mi cabeza.

—¡¡¡Mía noooo!!! —escucho a Thomas gritar, pero lo están cogiendo, no puedo hacer nada. Marcus y su gente intentan tranquilizarlo diciéndole algo que yo no entiendo, pero su mirada está llena de desespero, de impotencia y yo con el suelo frío bajo mis rodillas, no puedo hacer nada más que rezar por un descuido de Miguel para llegar a mi arma, pero este no me quita el ojo de encima, mientras sigue soltando tacos y un montón de barbaridades, la verdad ya ni lo escucho, mi mente solo está prestando atención a cómo salir de esta cuando cinco coches y dos furgonetas hacen chirriar sus ruedas y sus sirenas captando la atención de Miguel. La policía está allí; ese es mi momento, en menos de un segundo saco mi arma de las botas junto a mi placa y los turnos cambian.

—¡Alto, policía! —le grito a Miguel con todas mis fuerzas atrayendo toda su atención hacia mí de nuevo. Sus ojos están desorbitados, su boca no puede estar más abierta por la sorpresa; por el rabillo del ojo veo a Eddy bajar de uno de los coches y poniéndose en formación, esa distracción permite a Coque cargar el arma y enfrentarme.

—Así que encima de tramposa, eres una puta traidora.

—Se te acabó el chollo, Coque —le digo mientras guardo mi placa y utilizo las dos manos para sujetar mi arma. La seguridad con la que le hablo, solo logro enfurecerlo más y por fin toma la decisión que más temía: abre fuego hacia los policías para poder escapar. Intento dispararle en la pierna, pero sale corriendo, esquivando mi bala, no dudo en ningún momento y salgo detrás de él, tengo que pillarlo, no puedo dejar que se me escape estando tan cerca.
Los disparos resuenan por todos los sitios, señal de que los demás pelean por su libertad con la policía. No tengo tiempo de preocuparme por mis amigos, ese hijo de puta se me está escapando y no voy a permitirlo. Cojo la primera moto que encuentro en marcha y salgo en su busca; al ver que él hace lo mismo, el puerto es muy grande, pero no lo suficiente como para que se me escape y sospecho que las entradas y salidas ya estarán cubiertas por la policía.

El aire vuelve a mi pecho cuando los dos quedamos atrapados en un callejón sin salida que daba al mar, solo estamos él, yo y el mar, aunque a lo lejos se llevara otra guerra, nosotros estamos a punto de terminar la nuestra.

—Ya está, Miguel, entrégate, no tienes salida.
—Joder, con la niñita, nos salió madera jajaja... —Su risa me provoca un escalofrío, pero de satisfacción; al ver su cara de miedo sé que aquí se acababa todo.

—No te la esperabas, eh —le digo con toda la prepotencia de la que soy capaz, orgullosa de mí misma a más no poder.

—Pues no, la verdad, aunque siempre le dije a Daniel que había algo raro en t.i

—Ni lo nombres, cabrón, perdiste ese derecho cuando por tus ajustes de cuentas murió —grito y la rabia que me había consumido tantos años vuelve a mí dándome la fuerza necesaria para propinarle un puñetazo en toda su cara, ni siquiera me he dado cuenta lo cerca que estamos, hasta que su cara impacta con mis nudillos y los vuelve de color rojo oscuro al mancharlos con su sangre; allí está, en el suelo, tirado, sujetándose la parte golpeada conmigo encima de él.

—Ja, ¿eso es lo que te han contado? —Su risa no me está gustando nada y lo único que provoca es más rabia por mi parte, descargo toda mi ira en su cara a base de puñetazos, uno más fuerte que el otro, hasta que su horrible sonido deja de rascar mis oídos, y en un segundo de lucidez que aún no me explico, paro de golpearle, al ver que no reacciona, mi respiración está descontrolada por el esfuerzo que ha supuesto aquello y lo miro horrorizada pensando que lo he matado, pero en ese momento tose, volviéndole el aire que le había quitado a base de hostias. Me levanto y lo dejo tirado, saco mi móvil para llamar a Eddy y avisarle de que ya tengo a Coque y que la guerra debe terminar.
Allí en ese momento, de espaldas a Miguel, con mi mirada fija en el mar el tono del móvil resonando en mi oído, mi respiración aún pesada, me siento libre, por fin tengo todo por lo que he luchado, cuando por fin la voz de Edward al otro lado me atraviesa como el filo de un cuchillo en medio de mi pecho.
—Mía... —Una bala desperdigada para el tiempo, todo está funcionando a cámara lenta, pienso que ese dolor en el pecho era por él, pero cuando siento el calor de mi propia sangre me doy cuenta de que no era así, me doy la vuelta aún con el móvil en el oído y el arma en mi otra mano, y allí veo a mi asesino de rodillas, apuntándome despiadadamente, sin siquiera poder abrir los ojos del todo por la paliza de antes, pero me había dado el muy cabrón justo en el pecho y por detrás; bajo la vista hacia el dolor y veo todo mi cuerpo inundado por una manta de color rojo fuego bajando intensamente hacia mis pies, cuando un segundo disparo me alcanza la pierna dejándome a su altura; es el fin, pienso y el único pensamiento que habita en mi cabeza era: «tú te vienes conmigo, hijo de puta», y veo la bala a fuego lento salir de mi arma e impactando en su cabeza, después de eso un suspiro sale por mi boca antes de lo que parecen ser mis últimas palabras antes de irme. «AGENTE CAÍDO», sale de mis labios y por fin me dejo caer sabiendo que me voy, se acabó ya no más sufrimiento, ya no más dolor, solo hay paz.

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