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—Leo, enséñale la nota.
—¿Qué nota? —pregunta Theo.
Leo se hace el remolón, pero al final le da la vuelta a la mochila y desabrocha la cremallera. Está llena de parches de la resvista Thrasher y chapas pretenciosas, y contiene exactamente cero libros de texto.
—Nos dejó esto —dice Natalia cuando Leo le da la tarjeta a Theo—. ¿Sabes qué significa la última parte?

Theo clava la mirada en la tarjeta mínimo un minuto entero por lo menos, luego la dobla, cierra el sobre y se la devuelve con calma.
—Te gusta, ¿verdad? —le dice a Leo—. ¿Todavía?
Natalia mira a uno y luego al otro, observa la boca tensa de Theo y la triste arruga entre las gruesas cejas de Leo. No suele creer que los chicos adolescentes puedan tener muchos sentimientos complicados, pero salta a la vista que ahí hay alguna historia turbia. El Remolino de Alba.

—Más o menos —dice Leo con la voz de alguien que se ha colado por la ventana de la habitación de Alba un día antes. Theo asiente con amarga satisfacción y se dirige a Natalia.
—¿Y a ti?
Natalia parpadea y baja la voz.
—Casi no la conozco. No tengo ni idea de por qué me besó. Solo quiero sacar mejores notas que ella y ser la primera de la promoción.
Theo asimila lo que le ha dicho y vuelve a asentir. Natalia empieza a sospechar que el tío no pilla las bromas.
—No sé qué significa el melocotón —dice Theo—, pero los números son la combinación de mi taquilla.

La taquilla de Theo Smith es una leonera.
Por lo menos, huele mejor que las taquillas de otros jugadores de fútbol, pero está abarrotada de libros de texto y cuadernos con un montón de hojas metidas y más libros de los que supuestamente debería leer para las clases de Literatura.
También hay una cantidad sorprendente de cosméticos: crema hidratante, coleteros, corrector antiojeras marrón oscuro, bálsamo labial de color granada. Lo empuja casi todo detrás de una caja de galletas de avena de la marca Little Debbie.

—¿En serio, tío? —dice Natalia, y señala las galletas con la barbilla.
Theo se encoge de hombros.
—Tengo que tomar muchas calorías.
Mientras Theo hurga entre el revoltijo de cosas, Natalia se queda mirando la foto de la puerta de su taquilla. Salen Theo y Alba en la fiesta de bienvenida del otoño anterior, él con el clásico conjunto de pantalones elegantes y camisa abrochada hasta el cuello y ella con aquel vestido...
Natalia no fue a la fiesta de bienvenida. Pero vio el vestido de Alba en Instagram como cualquier otro ser vivo del planeta.
No era más que un vestido liso de seda azul con un escote modesto, pero se le pegaba al cuerpo como el agua y no llevaba sujetador. Durante una semana entera, estuvo en boca de todos. Noticias matutinas de la BBC. Titular: La hija favorita de Dios insinúa un pezón.

Mira de reojo a Leo para ver si él se ha fijado en lo mismo, pero está concentrado en Theo, que acaba de sacar algo de detrás de la botella de Gatorade.
—Espera —dice Theo—. Yo no he dejado esto aquí.
Es una bolsa de caramelos que lleva cuidadosamente atada, con un lazo rosa, una segunda tarjeta de papel personalizado de Alba. En el sobre pone el nombre de Theo.
—¿Gominolas de melocotón? —pregunta Natalia.
—Alba siempre les da unas cuantas a las animadoras que me preparan la bolsa de chucherías de los días de partido —dice Theo—. Son mis favoritas.
—¿Todavía? —dice Leo.
Theo se queda mirándolo.
—¿Qué?
—Las gominolas de melocotón son de críos —dice Leo, encogiéndose de hombros.
—¿Vas a abrir el sobre o no? —interviene Natalia.
Theo suspira y saca la tarjeta. Natalia la lee por encima de su hombro antes de que él tenga oportunidad de apartarla.

Theo:

Creo que tal vez el problema sea que no sé como contarte la verdad. Quizá por eso tuve que hacer esto. No sé como decírtelo, pero quizás pueda mostrártelo.
Te prometo que estoy bien. No te cabrees mucho por lo de los besos. No fue culpa de Leo ni de Natalia.
                                                   Besos Alba.
Pd: Todavía no habeis acabado con las posdatas del mensaje anterior. Asegúrate de que Leo sigue las indicaciones. No debería costarle.
Ppd: dile a Natalia que ya le escribiré.

He besado a Alba Reche Where stories live. Discover now