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Por lo que respecta a los lugares para reunirse después de las clases, el Taco Bell que está a tres minutos del campus es el equivalente de Willowgrove a la Gala del Met. Es donde uno va a ver y a que lo vean. Es donde todos los estudiantes de segundo van a coger el primer menú autoservicio desde el coche en cuanto se sacan el carnet de conducir. El otoño pasado, corrió el rumor de que Suzete Correia y Paul Thin habían tenido una ruptura explosiva en el aparcamiento, que terminó cuando uno le tiró el refresco al otro a la cara.

Eso también significa que casi la mitad del personal que trabaja allí a media jornada son estudiantes de Willowgrove cuyos padres los han obligado a trabajar. El cajero del autoservicio de los martes por la noche es un estudiante del penúltimo curso de Willowgrove llamado Miki Núñez, con un corte de pelo terrible y un trombón prestado de la escuela. El Taco Bell ha sido la tradición de los martes por la noche de Natalia y Marta desde el verano pasado, cuando su mami arregló el motor del coche viejo y le pasó las llaves, así que ha hablado con Miki más veces a través de un crepitante micrófono que en el propio instituto.

Cuando Natalia se acerca a la ventanilla, el chico recoge el dinero muy nervioso.
—Eh, espera —dice después de pasarle el pedido—. Falta una cosa.
Cierra la ventanilla.
Natalia lanza una mirada confundida a Marta, quien comprueba la bolsa, luego niega con la cabeza y se encoge de hombros.
La ventanilla se abre de nuevo y, con torpeza, Miki le entrega algo.
—Eh, se supone que debo darte esto.
Es un sobre cerrado. De color rosa.
Con las sirenas atronando en la cabeza, Natalia coge la tarjeta y le da la vuelta. Delante lleva escrito su nombre. Se queda mirándolo.
Le hace un reproche a Miki.

—Podrías habérmela dado en el insti, ¿no?
—Yo, eh, la trajo la semana pasada e insistió en que te la diera cuando volvieras a pasar por el autoservicio —contesta.
—¿Quién? —exige saber Natalia.
Al chico le tiembla la voz cuando lo dice, como si fuese el nombre de un ángel.
—Alba Reche...
—¿Y tú vas y lo haces?
—Es la primera vez que Alba Reche me ha hablado en mi vida —le dice con mirada soñadora—. Creía que ni siquiera sabía de mi existencia.
—Ay, Dios —dice Natalia, y pisa el acelerador.

Natalia

Tu mami estudió en Willowgrove con mis padres. Ya lo sabías, ¿no? Recuerdo que lo comentaron un día mientras cenábamos el verano después de octavo.
"Me he enterado de que María Lacunza va a volver. ¿Te acuerdas de que la castigaron por venir a clase con el pelo azul? Ahora está casada con una mujer. Quieren mandar a su hija a Willowgrove".

Antes de tu primer día, saqué el expediente del despacho de mi padre. Vi tu examen de admisión. Lo hiciste bastante bien, ¿eh?
He sentido curiosidad por ti desde antes de conocerte, pero tal como funcionan las cosas en Willowgrove, nunca he podido acercarme lo suficiente para saber cómo eres.
El instituto ya casi ha terminado. Ahora o nunca, ¿no?

                                            Besos, Alba Reche

Pd: tortola316@gmail.com

Leo contesta por fin al cuarto intento.
—¿Puede saberse por qué me llamas?
—¿Dónde estás? —le suelta Natalia, y tira el envoltorio de un taco dentro de la bolsa.
Lo ha llamado en cuanto ha dejado a Marta en Libros del Campanario con una excusa barata, justo después de volver a tener noticias de Theo.
—Estoy... ¿en casa de un amigo?
—¿Qué amigo?
—Damion.
—¿Quién es Damion?
—Eh, Damion Frost.
—¿El colgado? —Lo conoce... Bueno, sabe quién es. A Álvaro casi lo expulsaron una vez por estar en el baño de los chicos por casualidad cuando pillaron a Damion vapeando allí. Greñas castaño claro, música lo-fi de SoundLoud nada guay, futuro tatuaje en el cuello asegurado—. Bueno, entonces no estás lejos de tu casa.
—¿Cómo sabes donde vive Damion?
—Álvaro vive en la misma calle que él —responde Natalia con impaciencia—. False beach no es tan grande, ya lo sabes. Bueno, total, que voy a tu casa y Theo también.
Casi puede oír como Leo abre los ojos.

He besado a Alba Reche Where stories live. Discover now