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Días desde la desaparición de Alba: 12
Días hasta la graduación: 29

A Leo se le da fatal fingir que estudia.
—¿Podrías, por lo menos, no sé, mirar los apuntes? —murmura Natalia desde la otra mesa de la biblioteca.
Llevan sentados ahí una hora y media a tres metros de distancia dejados a propósito, intentando parecer dos compañeros de clase que se han encontrado por casualidad y que están pasando el rato después de las clases en la biblioteca y que, desde luego, no van a colarse en el sistema de ventilación en cuanto se dé la ocasión.

Leo se rasca la coronilla y hace oídos sordos. Ha subido la Converse negra a la silla más cercana y tiene una grabadora de casete pequeña encima de la mesa. Natalia sospecha que piensa que así parece cool y vintage y analógico, pero ha visto una grabadora clavadita a esa en la página de Urban Outfitters por noventa dólares y Leo está escuchando la música que sale del aparato con sus Airpods de doscientos dólares.
Natalia por lo menos ha sacado los apuntes de Historia Europea Avanzada. Si la señorita Cris descubre el pastel antes de que tengan oportunidad de poner en marcha su plan, será culpa de Leo, no de ella.

Cierra los ojos y se pellizca el puente de la nariz, imaginándose a Alba en algún lugar remoto, con un corsé y rodeada de tarta. A ver, concéntrate. La guillotina no va a caer sola.
Al cabo de muchísimo rato, la señorita Cris se retira del mostrador principal y se mete en el despacho de la biblioteca. Natalia oye un pop, pop de un tenedor al perforar una lámina de plástico y los pitidos del microondas. Comida preparada, seguro. Eso quiere decir que tienen tres minutos.
—¡Eh! —sisea mirando a Leo. Al ver que no responde, se levanta y le quita uno de los AirPods—. Vamos.

Recogen las mochilas y se cuelan con sigilo hasta la parte del fondo de las estanterías; en el techo, justo encima de la sección de ensayo, está la rejilla del aire acondicionado. Le pasa la mochila a Leo y, mientras él esconde sus cosas entre los rancios cojines de un rincón de lectura, Natalia empuja un carrito de devoluciones de libros hasta la estantería que se encuentra justo debajo de las rejillas de ventilación.
Cuando mira a Leo, ve que se está quitando el polo del uniforme.
—¡Eh! ¿Pero qué haces?
—Cuantas menos prendas de ropa sueltas que puedan engancharse a algo ahí arriba, mejor —le dice Leo, que se ha quedado en camiseta interior—. He visto muchos vídeos de Youtube sobre este tema, ¿Vale? Confía en mí.

Natalia suelta un gruñido, pero no pierde el tiempo discutiendo: se quita la camiseta de Oxford y se la pasa a Leo, quien la esconde junto con los otros objetos y luego se pone manos a la obra.
Nunca ha visto a Leo haciendo algo con urgencia, así que le parece casi increíble contemplar cómo entra en su elemento de un salto, igual que un ladrón de viviendas. Se pone en equilibrio sobre el carrito de los libros con un pie y escala las estanterías hasta llegar a la más alta en un fluido segundo. Luego, sin hacer ruido, se pone a sacar la rejilla de la ventilación y la desliza por el agujero del techo antes de que Natalia haya acabado de alisarse la camiseta interior.
—Tienes que subir la primera —le susurra a Natalia, en cuanto vuelve a bajar de un salto.
—¿Qué? No, tienes que ir tú y luego tirar de mí.
—Mira, Natalia. Me habría encantado no tener que llegar a este punto, pero debemos ser sinceros entre nosotros. —Cierra los ojos con mucha seriedad—. Puedes levantar más peso que yo. Así que tiene más sentido que seas tú la que me ayude a subir.
—Ah, vale —responde Natalia.

Con la moral bien alta después de ese comentario, sigue la misma ruta que ha hecho Leo para llegar a la abertura en el techo y se disculpa en silencio ante la santidad de las bibliotecas y ante Millard Fillmore por darle una patada a su biografía.
Mete la cabeza por el agujero oscuro, hinca los codos en el borde y se la el impulso con ambos pies para separarse de la estantería y se da el impulso con ambos pies para separarse de la estantería. Leo tiene que darle un buen empujón para ayudarla, pero al final lo consigue.

He besado a Alba Reche Where stories live. Discover now