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En la sala del coro, Oli ha montado algo parecido al puesto de maquillaje que desplegó para El fantasma de la ópera. Tiene una fama legendaria dentro del grupo de teatro por ser une mague con la brocha de maquillaje. Para aquella obra, fue capaz de transformar la cara de Paul en una casa de los horrores total usando solo látex líquido, pañuelos de papel mojados y un tutorial de Youtube en ruso sin subtítulos.

—Marta me ha pedido que te traiga esto —dice Natalia, y le deja los pintalabios en el regazo a Oli.
—¿En serio? —dice Oli—. Qué detalle.
La mayor parte de los tíos se están cambiando de ropa, pero Paul está sentado en un banco con las piernas cruzadas, el contorno de los ojos ya pintados y sombra verde en los párpados. Junto a él, Theo lo mira embelesado.
—Te queda genial, Paul —dice Natalia.
—Gracias —se pavonea—. Tú también estás muy guapa. Esa capa es la caña.
—Me miras con buenos ojos —responde Natalia, medio distraída, y se dispone a sacar el móvil.
—Dejé que Ruslana me pintara los labios cuando nos prestaron los uniformes de las animadoras para el espectáculo de la fiesta de bienvenida, pero esto es, o sea, mucho más guay —dice Paul.
—Espera. Ya casi acabo —pide Oli.
—Ups. —Paul se queda congelado y, cuando vuelve a hablar, lo hace entre dientes y con la mandíbula tensa—. Lo siento.

En el documento del móvil de Natalia, Alba no ha escrito nada más. Natalia deja que las últimas cuatro palabras que tecleó se le asienten en el estómago: dónde quiero que estés.
Responde con cautela. ¿Y dónde es? Y entonces esconde el teléfono antes de que Theo lo vea.
Sin embargo, cuando levanta la mirada hacia él, descubre que no le presta atención a ella. Qué va. Sigue mirando cómo Oli da los últimos retoques al maquillaje de los ojos de Paul.
—Vale —dice Oli, y baja la brocha—. Ya puedes ir a cambiarte.
—Gracias, Oli, qué guay eres —dice Paul.
Se levanta y se aleja a grandes zancadas. Oli parpadea como un búho mientras lo ve marcharse.
—¿Crees que, eh —pregunta Theo—, crees que podrías ponerme un poco a mí?
Oli se da la vuelta, y ahora es Theo el que recibe esa mirada incrédula.
—Pero si no participaste en el musical de primavera.
—Ya lo sé —contesta. Se toca el pelo; luego, la mejilla—. Pero parece divertido.
Oli lo piensa y se encoge de hombros.
—Vale.
Theo se coloca donde antes estaba Paul, y Oli observa su cara desde distintos ángulos antes de elegir un puñado de pigmentos del kit.
—¿Vas a ponerte algún disfraz? —le pregunta Natalia a Oli—. Creo que lo que queda en el perchero te irá demasiado grande. Parecerás un saco sin forma.
—Me parece perfecto —dice Oli—. Mi cuerpo ideal es no tener cuerpo.
Natalia se burla.
—Solo una cabeza flotando sobre un vacío sexy.
—Ese sería mi género ideal —dice Oli, y empieza a perfilar la mandíbula de Theo.
Otro zumbido del teléfono. Otra modificación del documento.
Justo donde estás —ha escrito Alba. Se produce una pausa y luego, en una línea nueva, añade—: Si ya sabes de qué va esto, ¿por qué sigues hablando conmigo?

Natalia tarda casi un minuto entero en decidir qué contestar. Es como si tuviera a Alba sentada en la silla de al lado, reflejada junto a ella en el gran espejo de la pared del fondo, observando la boda de Natalia mientras espera a que diga algo más.
Porque todavía no sé dónde estás, teclea por fin.
Alba responde: La siguiente pista debería llevarte allí. ¿Y luego qué?
—Pérdoname si te parece una pregunta tonta —dice Theo dirigiéndose a Oli— y no tienes que contestar si no quieres, pero... lo que acabas de decir sobre el género. ¿Podrías explicarme todo el tema de ser una persona no binaria y tal?
Eso sí devuelve a Natalia al presente de una vez para siempre. Oli detiene el pincel sobre el párpado de Theo, cubierto de purpurina hasta la mitad.

El proceso de salir del armario no ha sido precisamente sencillo para Oli, es más, ni siquiera puede decirse que haya salido del armario. Sus padres no lo saben y al profesorado de Willowgrove probablemente le daría un ataque colectivo al corazón si une estudiante pidiera que quitaran su deadname para poner su nombre sentido en todas las listas de clase.
Pero el año pasado, uno de sus vídeos de TikTok sobre los pendientes raros se hizo viral y todos los del instituto vieron los pronombres con los que se identificaba en su biografía, así que digamos que con eso bastó.
Natalia nota que Oli está haciendo el mismo cálculo que hizo ella con Theo en la fiesta de Álex, pero los ojos de Theo se muestran cálidos y curiosos bajo las pestañas. Un recuerdo difuso vuelve a Natalia: Theo, tirando unos coleteros y un corrector antiojeras al fondo de la taquilla.
—Cuando empezaste a ir a Willowgrove, en los últimos cursos de primaria, tuviste que decirle a todos los profes que te llamaran Theo, ¿verdad? —pregunta Oli. Vuelve a mover el pincel—. Porque... ¿no es tu nombre de pila?
—Exacto. Theodore es mi segundo nombre. Mi mamá lo eligió.
La respuesta sorprende a Natalia. Entró en Willowgrove después de Theo, así que siempre había dado por hecho que se llamaba así.
—¿Y cuál es tu nombre de pila?
—William.
—¿Tus padres te llamaron Will Smith —interviene Natalia.
Oli pasa por alto el comentario.
—¿Y cuándo empezaste a responder al nombre de Theo?
—Cuando era pequeño.
—¿Por qué no quieres que te llamen William?
Theo se encoge de hombros.
—No lo sé. Eh..., lo sé y ya está.
—Vale, perfecto —dice Oli—. Pues así es como me siento yo con ser una chica. Cuando era pequeñe, pensaba que no me gustaban las cosas de niñas, pero luego crecí y me di cuenta de que sí me gustaban algunas cosas de niñas. Sin embargo, odiaba que, por el hecho de que me gustaran, la gente "pensara" que era una chica, porque, en cierto sentido, siempre supe que no era una chica. Entonces, pensé, quizá es que en realidad soy un chico, porque quería ser femenine en la forma en la que los chicos pueden ser femeninos, pero entonces miraba a otros chicos y tampoco era igual a ellos. Sabía que no era una chica, y tampoco era un chico. Como si alguien te llamara a gritos por tu nombre de pila. Puede que respondieras, pero por dentro pensarías que no te sentías identificado, porque tú no eres ese.

He besado a Alba Reche Where stories live. Discover now