14

32 3 0
                                    

Una vez en el coche, Natalia pone a Olivia Rodrigo a un volumen bajo y Theo se apoya en la ventanilla del copiloto.
—¿Puedo pedirte una cosa? —pregunta la chica tras unos minutos de silencio. Theo se vuelve hacia ella y sus miradas se encuentran un segundo, castaño contra castaño—. ¿Qué ves en Alba?
Theo le dedica una expresión irónica.
—¿Ahora quieres hablar de cosas serias?
—Solo tengo curiosidad, ¿vale? Venga, ilústrame.
Theo suspira. Natalia nota que ha cerrado los ojos sin tener que mirarlo.

—Te soñará raro, pero es..., no sé, mi mejor amiga.
Natalia arruga la frente.
—¿No es lo que dice todo el mundo cuando habla de su novia?
Theo se cruza de brazos y Natalia ve que sus antebrazos desnudos reflejan la luz de una farola al pasar. Entonces cae en la cuenta de que todavía lleva puesta su cazadora.
—Me refiero a que me siento más cómodo con ella que con la mayoría de las personas —dice Theo—. Con ella, no estoy pensando en lo que espera de mí todo el mundo. A veces ni siquiera hace falta que hablemos. Es como si nos entendiéramos. Pero, al mismo tiempo, siempre se le pasan más cosas por la cabeza de las que te puedas llegar a imaginar, y nunca te dice a las claras qué es lo que piensa. Siempre se guarda algún misterio.
—Para mí es un poco fría.
—Ya, claro —dice Theo, y le sonríe—. Porque tú eres la alegría de la huerta.
—Pues en realidad sí. Soy para troncharse.
—¿Y tú? —pregunta Theo. Apoya la cabeza en el reposacabezas del asiento—. ¿Qué ves en ella?
—No tengo ni idea de qué me hablas —responde Natalia. Nota calor en las mejillas. Cambia la canción—. La que me besó fue ella.
—Pero estás aquí —dice Theo—. Has venido a esta fiesta, aunque es evidente que preferirías estar en cualquier otro sitio. Has decidido buscarla.

Natalia sujeta el volante con más fuerza.
—Oye, que sea queer no quiere decir que me enamore de todas las chicas guapas que se fijan en mí.
—Yo no he dicho que estés enamorada de ella.
—Estaba implícito.
—Entonces, ¿te parece guapa?
—A ver, hasta un topo pensaría que Alba es guapa, Theo. Eso no indica nada, salvo que tengo pulso.
Se están acercando al barrio de Theo. Él no vive en el club de campo de Alba, Leo o la mayor parte de los niñatos populares de su curso; vive en una zona residencial bastante cerca de Natalia, en una de las cincuenta casas idénticas de una promoción inmobiliaria que, según su mami, no existía hace diez años. Así es False Beach: clubes de campo, aparcamientos de caravanas y antiguos pastos de vacas reconvertidos en casas hechas con molde que todavía huelen a pintura fresca.

Mira de reojo a Theo, convencida de que le pillará otra de sus sonrisas divertidas, pero Theo parece pensativo.
—Para que conste, que seas lesbiana no es lo que me ha hecho pensar que estabas enamorada de ella.
—No soy lesbiana —contesta resentida—. Soy bisexual. Eso existe.
—Ya sé que existe —dice Theo con decisión—. Pero no me había dado cuenta de que lo eras.
—Bueno, pues lo soy.
—Vale, guay.
Una pausa. Theo espera.
—Y no estoy enamorada de ella —insiste Natalia—. Alba es la única persona capaz de competir conmigo, lo que es... inesperado. Ella me sorprende. ¿Vale?
—Sí —dice Theo—. Puede ser sorprendente.

Natalia echa el freno de mano delante de la casa de Theo y admite:
—Y está buenísima.
—Sí, está buenísima.
—¿Por qué huele a...?
—¿Lilas?
—Tío —gruñe Natalia, y Theo se ríe—Esto es raro, ¿no?
El chico lo piensa.
—Supongo que... debería serlo, pero ¿no lo es?
Theo tensa un músculo de la mandíbula y luego lo relaja hasta que adopta el ángulo suave que le corresponde. Normalmente, las únicas personas de False Beach a las que les da igual que Natalia sea queer son otras personas queer.
Vaya.

—¿Cómo crees que respondería a esa cuestión Leo? —pregunta Theo.
—No lo sé. Deberías preguntarle a él.
Theo alarga el brazo hacia el salpicadero y toca la nariz del gato de la suerte con un dedo.
—Quizá.
—Por cierto, ¿qué rollo os lleváis él y tú?
Theo se encoge de hombros.
—Está enamorado de mi novia. Creo que el rollo está bastante claro.
—Si te soy sincera, no me parece que seas el típico tío celoso —señala Natalia—. Conmigo pareces bastante relajado.
—Con Leo es distinto.
—¿Porque es un tío?
—Porque Leo era mi mejor amigo.
Natalia vuelve la cabeza de inmediato.
—¿Qué? ¡¿Cuando?!
—Cuando íbamos al colegio —dice Theo, todavía concentrado en la pata en movimiento del gato de la suerte—, cuando empecé en Willowgrove. Íbamos a la misma clase y congeniamos, supongo. Creo que María y él fueron mis primeros amigos. Y luego me uní al equipo júnior de fútbol americano, pero Leo decidió que él era demasiado cool para ser amigo de un deportista tonto o algo así, y digamos que nos distanciamos. No hemos vuelto a hablar en serio desde entonces. Fue un asco.

—¿Lo sabe Alba? ¿Sabe que erais tan amigos?
—Estuvo en el medio desde el principio —dice Theo—. Leo estaba pillado por ella. Y sigue mosqueado porque yo salgo con Alba, aunque todo ese rollo pasó hace un millón de años. O sea, tendrías que haberle visto la cara la primera vez que miró por la ventana y me vio recogiendo a Alba para salir.
—Pero ella te escogió a ti —dice Natalia—. ¿Por qué te importa?
—Es difícil de explicar —responde Theo. Arruga la frente—. No he hablado con él desde que teníamos catorce años, pero tampoco he sido capaz de deshacerme de él. Es como si siempre estuviera pendiente de volver para jorobarme las cosas, y ahora lo ha hecho.

A Natalia todo el asunto le suena demasiado dramático, hasta que recuerda la sensación en las entrañas la primera vez que vio a Alba, como si el universo hubiera lanzado una bomba de relojería personalizada en la clase de Historia Universal de primera hora. Tal vez haya personas que estén destinadas a odiarse.
—Supongo que tiene sentido —comenta.
Algo se sienta entre los dos, una especie de tregua incierta. No tienen casi nada en común salvo el hecho de que los dos han besado a Alba Reche, a menos que haya algo más.
Después de que Theo salga del coche, Natalia baja la ventanilla y grita:

—¡Eh!
Theo se para en la acera.
—¿Qué?
—Se te olvida esto —le dice mientras se quita la cazadora y se la entrega. Él se inclina para meterse por la ventanilla y la recoge—. La tarjeta está en el bolsillo.
—Gracias.
—Felicidades por ser el único miembro del equipo de fútbol al que salvaría en un incendio.
Theo dobla la cazadora sobre el brazo y se ríe. Es un sonido cálido, como la tierra calentada por el sol bajo los pies descalzos. No le hace falta preguntarse qué ve Alba en él. Objetivamente, salta a la vista.

Capítulo cortito, bueno en estos dos caps habéis podido conocer un poco más a Theo ¿qué os parece? ¿Os esperabais que Theo y Leo fueran mejores amigos?

He besado a Alba Reche Where stories live. Discover now