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Días desde la desaparición de Alba Reche: 9
Días hasta la graduación: 34

De todos los momentos raros de la vida en Willowgrove, el día que tocaba capilla era el que más le costaba asimilar a Natalia.
Una vez a la semana, las clases se compactan con el fin de dejar tiempo para una celebración obligatoria, de una hora, en la iglesia del campus. Suele ser los miércoles, pero como han tenido algunos días de vacaciones debido a la Pascua, les toca una sesión especial de capilla el lunes.

Actúa un grupo musical religioso de Willowgrove formado por estudiantes de último curso que versionan canciones de  rock cristianas y luego hay un sermón, que a menudo pronuncia un profesor o el propio director Reche. A veces, algún estudiante se siente empujado por el Espíritu Santo a coger el micrófono y ofrecer un tembloroso testimonio personal de quince minutos, como aquella vez en la que Suzete compartió que la diabetes la había acercado más a Jesús.

Antes de Willowgrove, lo más cerca que Natalia había estado de una iglesia era escuchar a su mamá cuando practicaba Mozart, y el día de la capilla ha servido para confirmarle que no piensa volver a pisar una. Los temas de los sermones van desde "razones por las que Halloween es satánico" hasta "una estudiante de segundo mandó fotos desnudas a su novio, que él reenvió a todos sus amigos, así que ahora vamos a dar una charla vergonzosa sobre la modestia, y la semana que viene la chica cambiará de colegio, mientras que su novio experimentará exactamente cero consecuencias". Una vez, el profe de Segunda Lengua Extranjera se presentó con una pizarra de caballete, dibujó un diagrama con cuatro rayas que eran dos hombres en una isla desierta y les dijo que allí la humanidad se extinguiría, y esa era la prueba de que Dios no quiere que nadie sea gay. De vez en cuando, el colegio contrata a unos actores para que hagan una sátira sobre el acoso.

Natalia se vuelve hacia Marta cuando entran en la capilla.
—¿Qué crees que tocará esta semana? —pregunta Natalia.
—Supongo que algo festivo, tipo una lectura en voz alta de La pasión de Cristo —dice.
Juega con el pelo y se lo pone detrás de la oreja.
—¿Te acuerdas del año pasado, cuando trajeron a aquel poli para que nos asustara con lo de las drogas, pero acabó contándonos con exactitud cuántos gramos de marihuana puedes llevar encima sin que te detengan?
—Icónico.
—Oye, Natalia —dice alguien—, ¿puedo hablar contigo superrápido?
Cuando se da la vuelta, ve que se trata de Theo, que se ha abierto paso entre la multitud. Lleva la cazadora universitaria y a Natalia le parece admirable que esté tan comprometido con su papel de deportista. Fuera están a veinticinco grados.

Marta lo mira expresando escepticismo con las cejas, luego mira a Natalia; luego, la cazadora de cuero; luego, a Natalia otra vez. "¿Isengard?"
Natalia niega con la cabeza.
—Enseguida vuelvo —le dice a Marta, y se mete en la corriente de alumnos con Theo.
—¿Es por lo de la fiesta? —pregunta en cuanto Marta ya no puede oírlos—. Te prometo que no les contaré a tus amigos que en secreto los odias.
—A la mayoría de mis amigos no los odio —aclara Theo—. Pero lo que te iba a decir no es eso.
—Eh, hola, Natalia —dice Ruslana. Theo ha quedado absorbido por el grupito de estudiantes más populares de cuarto y Natalia se ve arrastrada como si fuese un desafortunado percebe—. Hoy estás guapísima. ¿Has cambiado de maquillaje?

Termina la pregunta volviéndose hacia Suzete e intercambiando con ella una mirada con las cejas levantadas y una sonrisa exageradisíma, el típico movimiento de chica popular que hace que a Natalia se le ponga la piel de gallina de inmediato.
—En fin, a lo que íbamos —le dice a Theo, quien consigue poner cara de disculpa—. ¿Qué me decías?

Theo se inclina hacia abajo y reduce la diferencia de altura lo suficiente para poder bajar la voz.
—Anoche estaba leyendo otra vez la nota de Alba y se me ocurrió que a lo mejor estamos mirando en unas fundas que no son. ¿En qué otro sitio tiene Leo alguna especie de funda, un sitio del que Alba pudiera tener la llave?
"¿Fundas?". Ah claro. ¿Por qué no se le había ocurrido antes? Si solo se ha sentado al otro lado de la mesa unos mil millones de veces mientras le plantan con aire amenazante su expediente delante de las narices...
—El despacho de Reche —dice Natalia después de reflexionar—. Se refería a las fundas de cartulina en las que guardan los expedientes académicos. Espera, ¿me estás diciendo que quieres entrar por la fuerza en el despacho del director?
Theo extiende las manos, con las callosas palmas hacia arriba.

He besado a Alba Reche Where stories live. Discover now