Capítulo 29: Joe

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Siento los parpados pesados, me es casi imposible realizar el trabajo de pasar saliva a través de mi garganta. El intenso dolor en mi cadera me hace apretar los dientes. Cada uno de mis movimientos siendo negados por el peso en mis brazos.

—¿Saskia?... ¿Sas? —Murmuro con voz ronca, observando a la morena a unos cuantos pasos de mí. Sus ojos completamente hinchados y llenos de lágrimas me observan por un largo tiempo.

Intento moverme, pero el sordo dolor en mis huesos me hace soltar una maldición, parpadeo con rapidez, observando a mí alrededor y logrando visualizar el yeso que cubría uno de mis brazos.

—No te muevas. —La voz de Saskia se libera en medio de un chillido, sus brazos sujetan mis hombros, obligándome a regresar a la cama. Cierro los ojos por un momento, tratando de atraer más fuerzas a mi cuerpo y alejar el dolor.

—¿Qué paso? —Pregunto, pasando por alto la sequedad en mi garganta. Abro los ojos, encontrándome con una consternada Saskia. Una lágrima resbala por su mejilla y me empujo a mi mismo a limpiar, pero el dolor en mi cuerpo me lo impide, por lo que me mantengo en silencio, esperando su respuesta.

—Tuviste un accidente cuando regresabas a Valencia... —Su voz tiembla y la veo tragar saliva con rapidez—. Y-yo me asuste mucho.

—Estoy bien. —Murmuro, tratando de calmarla un poco, una de sus manos sujeta la mía y aprieto con suavidad sus dedos, ignorando el dolor que se expande por mis huesos—. Estoy bien, ¿vale?

Saskia abre la boca para decir algo, pero la puerta nuevamente es abierta, un hombre con bata blanca entra en la habitación con el ceño fruncido. Sus ojos se detienen en donde la mano de Saskia y la mía se sujetan.

Abro la boca para decir algo pero el médico se me adelanta por mucho.

—Señorita Almeric, necesito revisarlo ¿Puede salir un momento? —Saskia asiente con rapidez, sus dedos aprietan con suavidad los míos y soy reacio a soltar su mano.

—Volveré en un rato, ¿Sí? —Asiento, aun sin soltar su mano, Saskia toma una respiración y se inclina hacia mí, presionando sus labios contra mi frente—. Te amo.

—Te amo. —Murmuro, soltando su mano y observando cómo salía de la habitación. Mis ojos se detienen sobre el médico, quien me observa detenidamente.

—¿No es muy pequeña para usted? —Pregunta, refiriéndose a Saskia. Mi ceño se frunce. Saskia no era pequeña. No demostraba ser pequeña. 

—Ese no es su problema. —El médico niega con la cabeza, comprendiendo que el tema no era de su incumbencia.

—Lo siento, pero no me gustaría ver a mi hija sufrir como ella lo hizo desde que llego al hospital. —Observo con detenimiento al hombre frente a mí, parecía de unos 50, cabello castaños y unas cuantas canas en el. Una mueca se instala en sus labios y abre la boca, pero la cierra en un rápido parpadeo—. Pero bueno, nadie entiende el amor de ahora.

—¿No iba a revisarme? —Pregunto, tratando de controlar el mal humor en mi voz. El médico niega con la cabeza, para luego acercarse a mí, sosteniendo una pequeña linterna entre sus dedos.

—Te golpeaste la cabeza, tendrás algunos dolores, pero nada que se quite con el tiempo. Mira directo a la luz. — Hago lo que dice, ignorando el ardor en mis ojos al mirar la brillante luz—. ¿Fecha de nacimiento?

—15 de Septiembre de 1993. —Suelto con obviedad—. No perdí la memoria, doctor...

—Augusto Sanders. —El completa por mí, guardando la linterna en su bolsillo.

—Doctor Augusto. —Concuerdo con él—. Recuerdo a mi mamá, mi hermana melliza embarazada, que vine a disculparme con mi novia y que mi perro está en manos de mi mejor amigo.

INTRINSIC © |EDITANDO|Where stories live. Discover now