4_Pequeno Kotetsu

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El día había amanecido y el joven salió apresuradamente de su casa, sabía que debía haber obedecido al señor Kanamori y no haber comido tantos dulces antes de irse a dormir, ahora llegaba tarde al trabajo y el señor Haganezuka lo iba a matar.
Salió corriendo de la casa, recogiéndose su cabello oscuro en una coleta baja y ajustándose la máscara, cubriendo la mitad de su rostro, mientras llevaba un pan de jengibre en la boca mientras corría hacia la herrería, tropezándose con las personas que se encontraban en medio de él. Camino pidiendo perdón con la boca llena.

- ¡Llegué! - corrió hacia la herrería, cubriéndose el rostro por completo, tragando saliva al ver a su jefe con una expresión nada feliz esperándolo con los brazos cruzados.

- ¡¿Es hora de ponerse a trabajar Kotetsu?!! dijo furioso, pero su expresión no se podía ver debido a la máscara que llevaba.
Ya no era necesario que el pueblo escondiera o usara esas máscaras, pero todos decidieron seguir usándolas. No por necesidad, sino por tradición, para honrar a todos los herreros y transmitir nuestro legado, heredando nuestras máscaras de generación en generación.

- ¡¡Lo siento Haganezuka-san!!
¡No pasará de nuevo! - dijo con valentía, Temeroso de la valentía del mayor.

- ¡Espero que no! O tendré que darte algunos golpes. ¡Vamos chico, volvamos a nuestro trabajo porque estas hojas no se afilan solas! - dijo levantándose las mangas de su prenda, mientras le daba la espalda al chico quien suspiró aliviado.

Miró su montón de cuchillas afiladas. Tijeras, cuchillos, machetes, hoces y otros objetos. Ahora no sólo trabajaban con espadas, así como muchos de los herreros se han retirado o cambiado de profesión, sin embargo el joven Kanamori decidió continuar su aprendizaje en herrería.
Le gustaba su trabajo y quería continuarlo.

Él también se arrodilló, levantándose las mangas de su ropa para agarrar una de esas piezas de metal y comenzar con sus tareas.
Simplemente no entendía por qué nadie se había alejado de la aldea todavía, ahora que los demonios tenían instintos tenían la libertad de ir y venir para explorar el mundo más allá de la aldea, sin embargo, nadie se atrevía a hacer eso.
Quizás estaban acostumbrados a su hogar.

O estaban asustados por algo más, ya que desde que terminó el oni, un animal que nadie ha visto vive en el bosque cerca del lago, y suele atacar a cualquiera que pase durante la noche. Muchos dicen que es un murciélago gigante porque este ser se alimenta de sangre y tiene enormes colmillos que causan grandes marcas en sus víctimas, otros dicen que es un animal desconocido, mientras que los más excéntricos apuestan por un vampiro o un espíritu maligno.

Kotetsu no sabía cuál de las teorías creer, sin embargo estaba convencido de que no le tenía miedo a nada, ya fuera un animal o un ser sobrenatural. Era un hombre valiente.

- ¡¡Intenta llegar mañana a tiempo kotetsu!! - gritó Hotaru desde la puerta del establecimiento mientras el chico se alejaba

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- ¡¡Intenta llegar mañana a tiempo kotetsu!! - gritó Hotaru desde la puerta del establecimiento mientras el chico se alejaba.

- ¡No te preocupes Haganezuka-san! - dijo el niño en voz alta para que el mayor pudiera escucharlo, dándole la espalda para encontrarse con sus amigos.
Pero primero tenía que ir a un lugar.

Todos los días, justo después de salir del trabajo, el niño va al centro del pueblo donde se encuentran las cuatro lápidas de honor, erigidas en honor a los espadachines que ayudaron a salvar a los herreros cuando el pueblo fue atacado. Genya, Tanjiro, Mitsuri y....

- Tokito-San - el joven se arrodilló ante la lápida del pilar, sin importarle que estuviera en medio del pueblo pues todos ya estaban acostumbrados a ver al pequeño herrero allí todas las tardes.

Siempre iba a la lápida de Tokito para contarle su día, mirando la fecha de nacimiento y muerte junto con el homenaje escrito en ella que ya había memorizado de tanto leer, como el nombre del pilar escrito en letras curvas en la encima.

- ¡Hoy Haganezuka-san casi me mata porque llegué tarde! Por eso salí del trabajo un poco más tarde... - sonrió rascándose la nuca, como si estuviera hablando con Él.
Pero sabía que no era así y le dolía recordarlo como si hubiera pasado apenas unos días atrás, porque su herida aún no había sanado.

Estaba cara a cara con el de pelo largo, sus días de descanso después de la pelea con la luna superior cinco habían terminado y tendría que regresar a las misiones. Sin embargo, tuvo la dificultad de encontrar al pequeño herrero sólo para despedirse como es debido.
Al chico no le gustaba la idea de que regresara a las batallas, porque después del traumatizante evento de casi ser asesinado por onis, ya no quería que peleara contra esas cosas.

- ¿Realmente necesitas irte? ¿No hay cerebro en esa cabeza de alga? - dijo con una mirada preocupada y nerviosa al mismo tiempo, aún con la cicatriz en su brazo previamente lastimado.

-Es mi deber como pilar, ¿por qué tanto escándalo? - preguntó el mayor con cara desinteresada.

- ¡¿Escándalo?! Casi mueres por envenenamiento, ¿recuerdas?
- miró enojado al otro, arrancándose la máscara de la cara y tirándola con fuerza al suelo para que el espadachín pudiera ver su expresión furiosa - ¡claro que no se acuerda! ¡¡Si lo recordaras me escucharías!!

Sin embargo, lo que recibió del otro a cambio fue un golpe infantil en la frente.

- Eso no depende de mí, la guerra aún no ha terminado. Hay personas en peligro y tengo que hacer el bien para darles la bienvenida - esbozó una pequeña sonrisa - es algo que aprendí hace poco tiempo.

El menor se quedó en silencio por un rato, mirando al suelo mientras apretaba los puños, para luego cerrar los ojos llorosos para soltar lo que realmente pensaba.

- ¡Hay otras personas que pueden hacer esto! Ya has ayudado mucho y... - intentó permanecer en silencio, pero su corazón no se lo permitía

- ...y tengo miedo de lo que pueda pasar.
Los ojos del pilar se abrieron ante el niño frente a él, desde que su familia falleció, nadie se preocupaba así por él.

- Mis padres también pensaban lo mismo que tú - confesó el de ojos oscuros, temblando y con algunas lágrimas corriendo por su rostro, en realidad no era más que un niño pequeño con miedo de perder a alguien más por estos horribles seres.

El hombre, comprendiendo el sufrimiento del pequeño herrero, se inclina a su altura y lo abraza fuertemente, hundiendo su cabeza en su hombro, causando una pequeña sorpresa en Kotetsu, quien pronto también rodeó con sus cortos brazos el cuerpo del de ojos claros. .

- No te preocupes, pase lo que pase...
acarició el cabello del menor mientras le hablaba al oído - ...¡Prometo que volveré!

En ese momento era demasiado inocente para creerlo, porque ese fue el último día que vio el rostro de Tokito.

Nunca regresó.

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El último demonio • ArmyotakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora