Capítulo 16

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-NARRA PEDRI-
En cuanto Aitana me vio allí plantado, intentó cerrar la puerta. Puse un pie en el medio impidiéndoselo, haciendo que me diese golpes para apartarme.

- ¡Auu! -aullé.
- Vete.
- Que me gano la vida con mis pies.

Paró de golpear la puerta, pero no la abrió para que no pudiese verla.

- No quiero estar contigo, vete. ¿Dónde está Fer?
- No va a venir.
- ¿Por qué?
- Porque no. Déjame pasar, me estoy empapando y tengo frío.

La tormenta cada vez iba a peor, caía un diluvio que no tenía pinta de parar pronto. Llevaba una cazadora con capucha pero eso no impedía que me estuviese encharcando hasta los pies.

Aitana se lo pensó nos segundos pero finalmente accedió a dejarme entrar. Cerró la puerta cuando crucé la entrada y me miró de brazos cruzados mientras me quitaba la capucha y la cazadora.

- ¿Qué le has hecho? ¿Lo has atado a una silla y encerrado en el baño?

Solté una carcajada ante su increíble idea, pero no fue así. Simplemente al oírlo hablar con Aitana sobre que venía a verla por su miedo irracional a las tormentas, decidí robarle las llaves del coche sin que se enterase y venir yo mismo. Llevaba días deseando verla, saber que ya estaba recuperada. Y qué guapa estaba, joder. Solo hacía una semana que no la había visto y era como si hubiesen pasado meses.

- No -reí- simplemente lo adelanté.
- Pues vete ya, no quiero estar contigo.
-  ¿Prefieres pasar la noche aquí sola y a oscuras?
- No, quiero que venga tu hermano.
- No va a venir, así que tú decides.

Me miró con odio, pero no me importaba si con eso accedía a que me quedase con ella.

- No se te ocurra hablarme -dijo.

Asentí y la seguí a través del salón, sentándome a unos metros de ella cuando se tiró sobre el sofá.

- ¿Has cenado? -pregunté, pero no obtuve respuesta.

Se cruzó de brazos, subiendo las rodillas al sofá y apoyándose sobre ellas.

- Aitana, vamos a pasar aquí la noche juntos. No quieres hablarme, vale, pero al menos hazme señas. ¿Cenaste o no?

Negó despacio con la cabeza y arrugué la frente. Pues sin luz poco podíamos hacer, y con este temporal Aitana no iba a querer llamar a ningún establecimiento porque le daría miedo que el repartidor tuviese un accidente. Así era ella, demasido buena para el mundo horrible en el que vivía.

- Voy a salir a por algo, ¿Qué te apetece?
- Está diluviando y hay truenos -ni siquiera me miró.
- No vas a quedarte sin cenar.
- No tengo mucha hambre.
- Ajá, tus tripas dicen lo mismo.

Se pasó los brazos por la barriga para intentar mitigar el ruido de su apetito, pero ni así.

- Joder -se quejó- no vas a ir así a ningún sitio.
- Vale, pues entonces acompáñame a la cocina y te hago unos sándwiches fríos.

Rodó los ojos y se levantó. Evitaba acercarse a mi a toda costa, no quería ni rozarme. Cogió una vela y se adelantó hasta la cocina, conmigo siguiéndola por detrás.

Abrí la nevera y evidentemente la luz no funcionó, impidiéndome ver lo que había.

- Alúmbrame aquí -dije.

Se acercó por un lado, pero sin arrimarse mucho. Estiró el brazo para aproximar la vela a mi cara y que pudiese coger el queso y el jamón.

- Tampoco me chamusques la cara -reí.

You belong with meWhere stories live. Discover now