Capítulo II

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Era después del anochecer cuando Chiara llegó a casa. La primera cosa que notó fue que el único cuarto que no estaba iluminado era su dormitorio. Oh no, no vas a dejar encendida cada luz en esta casa, pensó para sus adentros mientras se dirigía arriba por el pasillo.

Abriendo la puerta del frente, Chiara se encontró asaltada por el olor de humo del cigarrillo. Una pelirroja estaba sentada sobre su sofá, un cenicero con varias colillas de cigarro y tres latas vacías de cerveza descansando sobre la mesita de café al lado de ella. —Tú debes ser Chiara. —dijo la mujer
mientras se ponía de pie.

—Y tú debes de ser Violeta. —la escritora contestó tendiéndole la mano. —No quiero comenzar con el pie izquierdo o cualquier cosa pero, ¿Martin no te informó sobre las reglas?

—¿Las reglas?

Chiara subió su dedo índice y pulgar a su rostro y pellizcó el puente de su nariz. —No soporto el humo.

—Estás de coña. —La artista de striptease recogió su cerveza y tomó varios tragos. —El chico amable no me dijo nada acerca de no fumar o las reglas.

—Lo mato. —Chiara masculló, golpeando con los dedos sobre el mueble. —Lo siento, pero eso es algo con lo que no puedo vivir. —Recogió las latas de cerveza vacías y caminó hacia el fregadero para enjuagarlas antes de meterlas en una bolsa de plástico y guardarlas hasta que puedan ser devueltas a la tienda para el reciclaje. —Bien, no es el fin de mundo. Siempre puedes ir a la terraza a fumar.

—Esto va a ser divertido. —masculló Violeta. —Buscaré otro sitio mañana. —Bebió un largo trago de su cerveza y tomó el periódico. —¿Te importa si miro tú periódico?

—Cógelo. —Chiara abrió el refrigerador y miró dentro detenidamente. —¿Aún no has comido? —Tengo sobras de ensalada de pasta... —No vio la cara de náuseas que puso Violeta por la sugerencia. —... tofu, salchichas, pizza...

—¿Qué eres, una fanática de la salud?

—Creo en comer comida que no destruye mi cuerpo. —Colocó la caja de cartón en el mueble del mostrador. —La pizza es de Pizzas Shed.

—Ya he probado algo de ahí. —dijo Violeta, levantándose del sofá y cruzando hasta el otro lado de la barra. —¿Qué hay en eso?

—No mucho, champiñones, pimientos, cesped. —Chiara bromeó, riéndose de la mueca de disgusto en la cara de la pelirroja. —Es coña. Los champiñones y los pimientos, eso todo. —Abrió la caja y le mostró a Violeta. —¿Una o dos?

—Dos, me muero de hambre. —La artista de striptease colocó sus codos en la barra y usó su pie para colocar la pierna sobre el taburete cercano. —Gracias.

—De nada. —La escritora se limpió las manos en el paño para secar los platos. —Intentemos esto otra vez. Soy Chiara Oliver.

—Violeta Hódar.

—Así que, Violeta, Martin mencionó algo acerca de un... ¿incendio? —Colocó las pequeñas pizzas dentro del horno y lo encendió. Al ver el asentimiento de la pelirroja ella continuó. —Eso es una
lástima. Tuvimos un incendio cuando yo era niña. ¿Estabas allí cuándo pasó?

—Estaba durmiendo.

—Tuviste suerte de sobrevivir.

Violeta contestó gruñendo una respuesta ininteligible y trató de alcanzar otra cerveza. —¿Sabes dónde se encuentra la calle Humphrey?

—Creo que está cerca de la calle Unión, ¿por qué?

—Hay un dormitorio disponible anunciado en el periódico.

El corazón de VioletaWhere stories live. Discover now