Capítulo XVIII

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Una hora más tarde la necesidad de otra cerveza y de relajarse hizo decidir a Violeta que era suficiente. Chiara también compró otra cerveza. —¿Y cuánto has conseguido ganar? —Le preguntó señalando hacia la carpa de juegos.

—Casi cuarenta dólares. —Violeta le dijo felizmente, palmeándose el bolsillo del lado
derecho.

—Creo que yo sólo como treinta. No lo hice tan bien como tú. —Ya había oscurecido afuera, las luces de la feria iluminaban todo alrededor. —Me está dando hambre. ¿Crees que vendan algo de comida saludable por aquí?

—No a menos que consideres un frankfurt saludable. —Violeta bromeó, señalando hacia
varios puestos de comida, donde varias mesas estaban colocadas en semicírculo. —A ver qué encontramos para comer.

Chiara no confiaba en nada que llevara mayonesa después de un día bastante caluroso y tampoco en cualquier cosa que estuviera freída en aceite. Violeta felizmente ordenó para ella una hamburguesa con queso y patatas fritas junto con otra cerveza. Esperando que no fuera demasiado grasosa, la escritora se decidió por una rebanada de pizza y una botella de agua. Siguió a su compañera hacia una mesa plástica blanca. —Espera. —ella dijo, colocando su plato y su agua en una mesa cercana. —Déjame limpiar esto.

—Ah, solo son algunas migajas. —Violeta dijo, limpiando con la mano su lado.

—Hay salsa de tomate y algo pegajoso también. —Chiara dijo, usando un chorrito de su agua para humedecer una servilleta. —Sólo será un minuto. —Chiara le pasó una servilleta a toda la parte superior y a los lados de la mesa antes de mover su silla y darle una buena limpiada también. Violeta ya se había sentado y ya iba a la mitad de su hamburguesa cuándo Chiara decidió que ya
estaba lo suficientemente limpio para poner su comida.

—Te preocupas de las cosas más de lo necesario. —Violeta se quejó con cierta naturalidad. —Un asiento sucio no te matará. ¿Qué vas a hacer cuando te den ganas de ir a...? Aquí solo hay baños portátiles ¿Te pondrás en cuclillas?

—Obviamente. —Chiara se estremeció visiblemente ante el pensamiento de tener que usar un baño maloliente. Ella limpió con una servilleta la parte superior de su queso, absorbiendo el aceite excedente. —¿Cómo está la hamburguesa?

—Buena. Deberías probar las patatas fritas con chile. Es algo fuera de este mundo. —La sonrisa que había estado presente a lo largo de toda la tarde aún estaba allí entre mordiscos.

Chiara se sonrió y subió la rebanada a sus labios. No tenía la menor duda de que Violeta estaba teniendo una de las mejores noches de su vida en mucho tiempo, si es que alguna vez había tenido alguna. Aún el haber tenido que respirar el humo del cigarrillo mientras jugaba blackjack valió la pena. Pensando sobre el dinero en su cartera, sonrió dándose cuenta que ella también se había divertido mucho, más de lo usual. El entusiasmo de Violeta la contagiaba completamente, explicando porqué se pasó cerca de una hora apostando en los juegos de azar, algo que su padre bautista habría visto como un pecado y que era estrictamente prohibido. Lo más cercano que recordaba es haber jugado por patatas fritas con Ruslana y los chicos.

—Hey, ¿Estás escuchándome? —Violeta preguntó, chasqueando sus dedos ante la divagación de Violeta.

—Oh, lo siento.

—He dicho que deberías probar las patatas fritas con chile. —Ella empujó el plato hacia el otro lado de la mesa. —Venga, vive peligrosamente.

—No, de verdad. No creo...

—Yo tampoco creía que podría subirme a ese barco pirata pero lo hice. Una patata enchilada no te matará.

—Vale, es lo justo. —Chiara encajó el tenedor en una patata con chile y comió un bocado. —Oh, esto está picante. —ella habló entre dientes con la comida en la boca mientras alcanzaba el agua.

El corazón de VioletaWhere stories live. Discover now