Capítulo XXIV

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—¿Señorita Hódar? La Señorita Panchyshyna le verá ahora. —la secretaria de Ruslana dijo al colgar el teléfono. Violeta asintió con la cabeza y entró a la oficina de la terapeuta.

—Buenas tardes, Violeta. No esperaba verte otra vez esta semana. —Ruslana tomó asiento en el sofá mientras Violeta se sentó en el reclinable.

—Sí bueno, no lo sé. —Violeta miraba a todas partes excepto a Ruslana. La incomodidad que sentía cuando estaba en esa habitación ahora era más fuerte. —Había pensado que ya que tenías una hora disponible yo... no me ha gustado la meditación del hoy.

—¿Y qué es lo que no te ha gustado? —Ruslana se contrarió. —El tema de hoy es sobre ver de quién es la culpa, es decir sobre el abusador y no sobre la niña afectada.

—Es estúpido. Por supuesto que toda la culpa es de él. —Violeta se movió en su asiento,
finalmente encontrándose con los ojos de Ruslana. —Él es el bastardo que no podía mantener sus manos lejos de sus niñas. —Sus dedos fueron a un pedazo de hilo que colgaba del reclinable y comenzó a tirar fuertemente de él mientras apartaba la vista de la terapeuta. Esperó por una respuesta pero Ruslana simplemente continuaba mirándola. —¿No vas a decir algo?

—¿Qué quieres que diga, Violeta?

—No lo sé, algo.

—Bien. ¿Qué es lo que puedes decirme acerca de ese tema que tiene tan irritada el día de
hoy?

—No quiero hablar de eso. Es estúpido.

—Tus sentimientos no son estúpidos. —Ruslana dijo amablemente. —Pueden ser difíciles de entender. Pueden incluso ser demasiado dolorosos como para poder manejarlos pero no son estúpidos.

—Fácil para ti decirlo, Doc. —Violeta dijo con un bufido. —Tú no viviste con ese bastardo.
—Cambió de posición encogiendo sus rodillas apoyando su barbilla sobre ellas envolviéndolas con sus brazos fuertemente, Violeta dejó caer su mirada hacia el suelo. —Tú no tuviste que soportar que lanzara tu cena contra la pared sólo porque se había quedado sin cerveza. No tuviste que aguantar todos los gritos de súplica y todos los golpes.  —Mientras hablaba, la voz del Violeta se iba agitando más y su agarre era aún más fuerte. —Tú no tuviste que esconderte debajo de las
colchas rezando para que se muriera. No tuviste que escucharle. Sintiendo que se le cerraba la garganta. —Violeta sacudió su cabeza y apretó con fuerza su mandíbula.

—Tienes razón, Violeta. —Ruslana dijo. —No estaba allí. No conozco todo el horror que has sufrido. Sólo puedes decirme cómo se siente. Prueba usar "Yo".

—Tú no...

—Usa "Yo", Violeta.

—Yo. —La estrechez en su garganta la hacía sentir como una prensa que cortaba sus palabras. —Yo... lo odio. —Tirando fuertemente del hilo suelto, Violeta finalmente rompió parte del asiento reclinable.

—Por favor, no destruyas mi mobiliario. —Ruslana dijo, colocando sus pies en el suelo se inclinó hacia adelante poniendo sus antebrazos sobre sus muslos. —Si te sientes con ganas de destruir algo, tengo un muñeco para golpear y eliminar todo el estrés.

—No me siento destructiva. —Violeta se quejó, cruzó sus brazos para mantener sus dedos lejos de otro pedazo de hilo suelto.

—Bien es bueno saberlo. ¿Entonces por qué no me cuentas porqué me llamaste a la hora del almuerzo para solicitar una cita? Algo debe estar molestándote.

Violeta permaneció en silencio por un momento, tratando de encontrar las palabras para expresar el enfurecimiento creciendo dentro de ella. Finalmente, ella barbulló —¿Por qué me haces leer ese maldito libro? Lo odio.

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⏰ Letzte Aktualisierung: May 26 ⏰

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El corazón de VioletaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt