Capítulo XXI

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Chiara miraba incrédula la pantalla. ¿Tres meses? La respuesta del publicista había sido rápida. Al perder su fecha tope, la fecha de impresión para el libro fue puesta para dentro de tres meses, colocándolo más adelante de las ferias de otoño y arruinando cualquier posibilidad de adquirir buenas ventas de esos días festivos. El cambio de fecha implicaba muchas cosas pero lo más
importante era el efecto que tendría en sus ingresos. Sus obras previas le proveían lo suficiente para pagar las cuentas mensuales pero la renta y los gastos diarios eran cosa aparte. El teléfono timbró pero ella no hizo el esfuerzo por descolgarlo. Probablemente es otro vendedor al teléfono. Suspirando, cerró el correo electrónico y cargó su navegador de Internet. El teléfono continúo sonando hasta que la máquina contestadora respondió. ¿Lo ves? Ningún mensaje. Sabía que no era importante. Segundos más tarde el teléfono sonó de nuevo. Decidiendo que tal vez no sería un vendedor, caminó hacia la mesita de noche y descolgó el teléfono —¿Hola?

—Habla la operadora. ¿Acepta usted una llamada a cobro revertido de Violeta Hódar?

—Sí.

—Gracias. Adelante. —Hubo un chasquido audible seguido por una suave estática.

—¿Violeta?

—¿Chiara, eres tú?

—Sí, soy yo. Habla más fuerte, Violeta. Casi no te puedo escuchar.

—¿Me puedes escuchar ahora?

—Sí.

—¿Estás ocupada?

—¿Violeta, te pasa algo?

—Bueno... ¿Puedes venir a por mí y llevarme a casa?

—Traerte a casa... sí, por supuesto que puedo. ¿Se te ha roto de nuevo tu coche?

—No. Es sólo que no puedo conducir. —El sonido de un camión que pasaba distorsiono las últimas palabras.

—¿Qué? ¿Por qué no puedes conducir? ¿Has tenido algún accidente? —Mientras hablaba, Chiara tomó sus zapatos y comenzó a ponérselos. —¿Dónde estás?

—Estoy sobre la calle Essex cerca del aeropuerto.

—¿Tu coche está en condiciones de conducirse?

—Sí pero creo que no puedo conducirlo, Chiara. —Una risa nerviosa se escuchó a través de la mala conexión. —¿Puedes venir a recogerme?

—Sí Violeta, iré a recogerte. Dime de nuevo donde estás ¿Pasando el aeropuerto?

—En la cabina telefónica de la esquina.

—Bien. Escúchame. Vuelve a tu coche y cierra todas las puertas. Estaré allí tan rápido como pueda.

—¿Chiara?

—¿Qué?

—¿Vas a venir a recogerme? ¿De verdad? —Chiara escuchó un golpe seco seguido por un grito agudo de Violeta. —Ay. Me he dado un golpe en la cabeza contra el teléfono.

Ella está realmente borracha. La calle Essex no es una buena zona de la ciudad por muchas razones. —¿Violeta? ¿Violeta sigues ahí?

—Sep, estoy aquí.

—¿Me has oído? Quiero que vayas al coche y me esperes allí y cierra todas las puertas con seguro hasta que yo llegue, ¿Okay?

—Okay ¿Chiara?

—¿Qué?

—Realmernte no puedo conducir.

Oh genial, ahora está divagando. —No, no puedes, Violeta. Entra al coche y quédate allí.

El corazón de VioletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora