Capítulo XIII

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Violeta apoyó su codo contra el la barra, descansando su barbilla en su mano. —Nunca tendría la paciencia para eso.

Chiara echó una mirada a su labor, rociando los condimentos sobre las pechugas de pollo. —Es muy fácil seguir la receta.

—Demasiados pasos. —dijo Violeta, cambiando de posición sus brazos que descansaban sobre la barra. –Prefiero algo que sea más fácil y rápido de preparar.

—Sí, ya lo he visto. —Chiara colocó la cacerola en el horno. —Mi congelador nunca había visto comida de esa antes de que te mudaras a esta casa. Tu estómago debe estar hecho de hierro.

—Lo tengo acostumbrado. Crecí con este tipo de comidas congeladas sólo listas para servir y comer y pizza congelada también.

Chiara hizo una pausa pasando un paño sobre la barra. —Has comido mucho de
eso, ¿Huh?

¿Cómo hemos comenzado a hablar de mí otra vez? Ella se encogió de hombros. —Supongo. Cualquier cosa que tenía macarrones y queso en una caja, eso se comía. —Sus ojos cayeron sobre el libro abierto de recetas y cogió el libro más cercano a ella. —Sabes, he visto estos en televisión y en las casas de amigos pero creo que mi madre nunca tuvo uno. —Ella volvió la página.

—¿Nunca cocinaste algo agradable para ti?

—Era más barato comprar cosas pre-preparadas que comprar todos los ingredientes y hacer todo el trabajo. —Fue salvada de seguir con la conversación por el timbre de la puerta.

—Esos deben ser los chicos. —Dijo Chiara, doblando el paño de lavar platos y colocándolo pulcramente sobre el grifo.

—Yo abro. —Violeta fue a la puerta y se asomó por la mirilla, viendo sólo la imagen distorsionada del hombre que le alquiló el apartamento.

—¡Señorita Hódar! —El hombre moreno exclamó cuando la puerta fue abierta. Antes de que ella pudiera reaccionar Violeta se encontró atrapada en un abrazo entusiasta. Martin dio un paso atrás, sus manos apretando amablemente sus brazos. —Es tan agradable verla otra vez.

—Um, hola. —Sorprendida por el saludo, tomó toda su fuerza de voluntad para no quitarse de su agarre. Ella forzó una educada sonrisa y sutilmente dio un paso fuera de su alcance. Giró hacia la puerta abierta y recibió otra sacudida cuando vio al alguien gigantesco parado delante de ella. Sus
grandes bíceps presionaban la camisa pulcranente blanca. El corto cabello castaño estaba algo alborotado, con picos de cabellos levantados en la parte trasera y a los lados. Su cara era redonda con grandes mejillas abultadas pero aún así Violeta podía ver fácilmente el miel brillante de sus ojos.

—Señorita Hódar, éste es Juanjo. —Martin dijo dulcemente. Quitó el plato cubierto de las manos de su amante y se fue caminando hacia la cocina.

Violeta encontró su mano sujetada entre dos manos más grandes mientras Martin se alejaba dejándola sola con el hombre que era fácilmente dos veces más alta que ella. Ella no podía decidirse si él se parecía más a un luchador o a un físico-culturista. De pronto, el enorme tamaño del desconocido le provoco que el corazón comenzara a latirle con fuerza trayendo así un antiguo miedo y el deseo de escapar inmediatamente. Entonces el gigante abrió su boca.

—Es un placer conocerla. —él dijo, su voz casi tan suave como la de ella. —Soy Juanjo Bona,
el novio de Martin.

—Hola. —Violeta se sorprendió ante el contraste de la suave voz juvenil con el enorme hombre parado delante de ella. —Violeta.

—Bien, es un verdadero gusto conocerte, Violeta. —él dijo, calmando con cada palabra su miedo. —Debes disculpar a Martin. Los buenos modales nunca han sido su fuerte.

El corazón de VioletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora