Capítulo XXII

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Chiara juraría haber escuchado la voz entrecortada de su compañera. Soltándola, observó cómo Violeta salía del coche. La marihuana había hecho un buen trabajo entorpeciendo su sentido del balance, m provocando que cayera sobre el pavimento. Violeta intentó ponerse de pie pero volvió a
caer por segunda vez antes de que Chiara llegara a su lado. —Ven aquí, coloca tu brazo sobre mis hombros. Te ayudaré a entrar.

—No, sólo déjame. Lo hare poco a poco.

Chiara agarró la mano de Violeta y la puso sobre sus hombros. —No lo creo, compañerita. ¿Qué pensarán los vecinos? —Con un gruñido se elevó a la altura de sus pies, levantando a Violeta con ella. Para su alivio, Ruslana debió haber escuchado el coche estacionarse. —¿Quieres echarme una
mano con ella?

—¿A dónde habéis ido? —Ruslana preguntó mientras bajaba al área del estacionamiento. —Miré por el espejo retrovisor y ya no os vi.

—Tuve que pararme un par de veces. —Chiara dijo. —Violeta, Ruslana está aquí. Vamos a meterte al apartamernto, ¿Okay? —Ella asintió a su ex-novia. —Sostenla por el otro lado. Está demasiado drogada como para caminar.

—¿Cómo ha ido el camino a casa?

—Perturbante. Ella no se callaba. Para alguien que no habla mucho que digamos, dijo demasiado esta noche. Me preguntó por lo menos como cincuenta veces que si estaba enfadada con ella.

—Y me dijiste que no. —Violeta hizo pucheros, sus ojos repararon en sus pies en un intento para moverlos en la misma dirección sin pisar a Chiara o los dedos de Ruslana. —Lo has dicho.

—Sí, lo he dicho. No estoy enfadada contigo. —Chiara miró a Ruslana. —¿Ves lo que he tenido que soportar?

—Suena un poco molesto.

—Solo un poquito. Cuidado, Violeta. Estamos subiendo ahora.

—Puedo caminar por mí misma. —la pelirroja protestó, débilmente intentando soltar sus brazos de los hombros de las otras mujeres.

—De todas maneras creo que es mejor que te ayudemos un poco. —Ruslana dijo.

—Oh, hola Doc. —Violeta prácticamente gritó. —¿Cómo te encuentras esta noche?

—Aparentemente no tan bien como tú. Chiara, sostenla mientras abro la puerta.

—Yo le agrado. —la drogada mujer continuó. —No estaba realmente segura pero... sí. ¿Lo
sabías?

—¿Saber qué? —Ruslana preguntó, no poniendo mucha atención a las divagaciones.

—Le agrado a Chiara. —Violeta dijo con naturalidad, tambaleándose sobre sus piernas. —Me ha dicho que somos amigas.

—Sí lo he dicho, ahora entra, ¿Okay? —Chiara dijo, guiando su inestable carga a través de la puerta principal.

—Vale. —Violeta estuvo de acuerdo, con torpeza cruzó la puerta, seguida de Ruslana llevándola a tropezones hasta la sala de estar.

Una vez dentro, Violeta logró llegar a tropezones hasta el reclinable. Chiara colgó las llaves del Omni en el portallaves, frunció el ceño cuando vio sus llaves sobre el mostrador. —¿Crees que podamos llevarla arriba? —Chiara preguntó, recogiendo sus llaves y colgándolas en el portallaves.

—Puedo subir yo sola. —la atontada pelirroja contestó, empujándose con trabajos sobre sus pies sólo para caer sentada nuevamente. —Tal vez no. —Sus manos buscaron a tientas por su blusa.

—Nada de fumar en la sala de estar, ¿Recuerdas? —Chiara le recordó.

—Hey Doc, ¿Te he que conseguido trabajo con Juanjo? —Violeta dejó de buscar sus cigarrillos y colocó una pierna sobre el brazo del asiento reclinable.

El corazón de VioletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora