Capítulo XI

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—En una ráfaga de fuego... —Chiara arrugó su frente. —En una ráfaga de fuego... —Sacudiendo su cabeza, presionó la barra para borrar repetidamente. —Suena como si fuera una película de gánsteres. —Su espalda estaba comenzando a dolerle por estar sentada en la misma posición por mucho tiempo, pero la fecha tope estaba ya muy cercana como para poder relajarse. —Las balas parecían una lluvia sobre...no no no no. —Suspirando fuertemente, borró la oración y se quedó mirando la pantalla. Odio escribir acción. Vanos solo dame una buena frase hoy. —La policía abrió fuego, rociando a los terroristas con una lluvia de balas. —Bien, eso está mejor. ¿Y luego qué? —El cursor parpadeaba repetidamente mientras los segundos pasaban. —Bien. —Comenzó a escribir. —La policía abrió fuego.. —¿Por qué abriría fuego sin saber dónde están los rehenes? Restregó su cara vigorosamente y miró sorprendida la hora sobre la pantalla. —Dios. No puedo creer que sea tan tarde ya. —El pronunciado bostezo y sus ojos confirmaban lo mismo. Era ya más cerca
de la madrugada que medianoche y si daba un vistazo a lo que había en la pantalla sabría que en realidad mostraba muy poco para el prolongado esfuerzo que había hecho. Los segundos se convirtieron en minutos pero ninguna palabra más apareció sobre la pantalla del ordenador. Frustrada, Chiara empujó el teclado y recostó su cabeza hacia atrás, viendo solo el cielo raso. —Bien, pensemos sobre esto. —dijo en voz alta, como si el escuchar sus palabras la ayudara un poco a enfocar las cosas. —Los rehenes están en el segundo sótano pero la policía no
sabe eso. ¿Entonces dónde cree la policía que están cuando los pistoleros salen disparando? —¿Necesitan aún estar en el almacén? Si no están allí, ¿Dónde los pongo? ¿Necesito aún a los rehenes? ¿Por qué roban el banco en priner lugar?

—¡Oooh, odio esto! —Poniéndose derecha en su asiento, Chiara se colocó de nuevo delante del teclado. La presión para poder terminar la escena y terminar el capítulo a tiempo no estaba ayudando en nada a su creatividad. Bien, solo tengo que pensar por un minuto. Para su sorpresa, la puerta principal se cerró, anunciando que Violeta llegaba a casa del trabajo. Escuchó como la puerta del refrigerador era abierta, luego cerrada otra vez, recordándole a Chiara que tenía que
hablar con su compañera acerca de cuándo se terminara la leche debía de anotar en la lista de comestibles para comprar. Pesados pasos subían las escaleras, deteniéndose al llegar arriba.

—Estoy despierta. —Dijo Chiara, preguntándose qué causó qué Violeta se detuviera en lugar de seguir hasta su habitación.

—Estás levantada muy tarde. —La voz del otro lado de la puerta le contestó.

—La fecha tope hace que esté aún despierta. —Ella se restregó los ojos y se reclinó. —¿Cómo te ha ido en el trabajo?

—Normal. Buenas noches.

—Buenas noches. —¿Qué te pasa? El tono derrotado en la voz de Violeta le preocupó. Chiara abrió las persianas y deslizó la puerta, dejando en su lugar la mosquitera. Por si acaso ella quiere hablar, la escritora se dijo a sí misma.

Varios minutos pasaron y Chiara decidió averiguar qué pasaba cuando escuchó la puerta abrirse y a Violeta salir hacia fuera. Sabía que algo estaba mal. Apagando el ordenador, salió hacia el balcón. El resplandor anaranjado del cigarrillo era la única luz en la oscuridad al lado de Violeta.
Sopló de pronto un aire muy frio y Chiara se abrazó a si misma al sentir la ráfaga de viento. —Uffff, no me había dado cuenta de que hiciera tanto fresco fuera esta noche.

—Uh huh.

—¿Te gustaría algo de compañía?

—No soy buena compañía esta noche. —Dijo Violeta abatidamente.

—Está bien, yo tampoco lo soy. —Cogió una silla y se sentó, gimiendo mientras lo hacía.
—Simplemente ya no puedo estar viendo esa pantalla por más tiempo.

El corazón de VioletaWhere stories live. Discover now