Capítulo XVII

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—Mira todo ese tráfico... —Violeta dijo mientras tomaban la carretera que conducía hacia la feria.

—Seguramente sea el último sábado que este aquí y continúen su ruta o como sea que le
llamen hacia otro sitio. —Chiara presionó el botón arriba de la direccional, enviando chorros de líquido azul sobre el parabrisas. —No puedo creer qué polvorienta es esta carretera. Voy a tener que lavar el coche cuando lleguemos a casa.

—Un poco de suciedad no le hace daño a un coche. Yo dejo que la lluvia lave mi coche por mí.

—Pues por eso el mío tiene una brillante pintura y el tuyo está todo descolorido. —Chiara contestó, pisando el freno fuertemente cuando la camioneta de adelante se paró de pronto. —No había ido
a la feria en años. Me había olvidado de lo problemático que es aparcar.

—Si quieres lo olvidamos y vamos a casa. —Violeta ofreció, para sorpresa de Chiara.

—¿Es lo que quieres?

—No lo sé. —se encogió de hombros. —No me imaginaba que teníamos que esperar tanto tiempo sólo para aparcar. Probablemente esté todo lleno. —Miró con anhelo la noria a lo lejos.

—Oh. —Chiara volteó su calbeza hacia la ventanilla del conductor, sonriéndose. Ella sabía que su compañera le estaba dando la oportunidad de librarse del compromiso. —Nah ya no estamos tan lejos igualmente. Una vez que aparquemos y entremos todo estará bien, estoy segura. —El tráfico avanzó ligeramente. —Ves, ya nos estamos moviendo otra vez.

Tomó otros quince minutos antes de que finalmente llegaran al área del estacionamiento. Los ojos de Chiara se ensancharon al ver el cartelón que indicaba cuatro dólares por estacionarse pero fue
Violeta la que habló.

—No lo puedo creer. Eso es ridículo. Es solo un descampado polvoriento. ¿Cómo pueden cobrar eso por aparcar aquí?

—Porque saben que vamos a pagarlo en vez de conducir hasta arriba de la colina y bajar
caminando otra vez. —la escritora dijo, metiendo la mano en el bolsillo y sacando varios billetes.

—Toma, déjame pagar esto. —Violeta dijo, ofreciéndole un billete de cinco dólares.

—¿Qué tal si nos lo dividimos? —Chiara sugirió, sosteniendo tres dólares. Minutos más tarde el Jeep fue estacionado debajo de la sombra de un árbol. Violeta dio un salto fuera rápidamente, deseando fumarse un cigarrillo después del largo paseo. Después de cerrar el Jeep y meter las llaves en su pequeña mochila, Chiara caminó a su lado. —Mira, hay una carpa enorme. Igual hay un circo también.

—Eso explicaría el olor. —La pelirroja arrugó su nariz. —Mínimo un pequeño zoológico.

—Tendremos que asegurarnos de quedar contra el viento de ellos. —Caminaron hacia la entrada, quejándose la una a la otra por el precio de admisión. Sin querer, Chiara notó que a Violeta sólo le quedaron cinco dólares después de pagar el exorbitante precio. Pasaron por un quiosco.

—Oye, ven aquí. —Violeta llamó, ya encaminándose hacia el puesto en forma de barril de cerveza. —¿De cuál te gusta tomar?

—Oh, no gracias. —Chiara contestó. —Yo conduzco, ¿Recuerdas?

—Hemos venido a divertirnos. Una cerveza no te matará. —La pelirroja volteó hacia el vendedor. —Dos Millers.

—De verdad, yo no... —Chiara protestó cuando vio el líquido ámbar llenando el vaso de plástico. El fuerte sol cayendo sobre su cabeza tampoco ayudaba mucho. —Bueno, supongo que una no me matará.

—Oh, por favor. —Violeta comenzó a rodar sus ojos en broma y tomó un trago de su bebida mientras le daba la suya a Chiara. Estuvieron paradas por un rato, sorbiendo sus cervezas y volteando a mirar los diferentes juegos ante ellas.

El corazón de VioletaWhere stories live. Discover now