Capítulo cinco: La tribu Kichwa espera

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La selva ecuatoriana despertaba con una sinfonía de sonidos mientras los primeros rayos del sol se filtraban entre las copas de los árboles ancestrales. Mateo y Mi-Jeong se encontraban fuera de su hospedaje, preparándose para la jornada que les deparaba. Con ellos, Nicolás, un experimentado guía local.

—Nicolás, ¿estás seguro de que estamos preparados para este viaje? —preguntó Mateo, con una mezcla de emoción y cautela en su voz mientras ajustaba su sombrero de paja.

Nicolás asintió con una expresión tranquilizadora. —Por supuesto, Mateo. Conozco estas tierras como la palma de mi mano. Estoy seguro de que encontrarán la experiencia en las tribus Kichwa reveladora e inolvidable.

La anticipación brillaba en los ojos de Mi-Jeong mientras Mateo la observaba con ternura y coraje. —Mimi, estamos a punto de adentrarnos en la selva una vez más. Te prometo que estaré a tu lado en todo momento, protegiéndote —aseguró Mateo, colocando una mano reconfortante sobre el hombro de Mi-Jeong.

Mi-Jeong asintió, radiante de felicidad y llena de gratitud y confianza en sus ojos. La presencia de Mateo a su lado le brindaba una sensación de seguridad que nunca había experimentado antes. —Gracias, Mateo. Saber que estás aquí conmigo es muy reconfortante —confesó, con la voz ligeramente entrecortada por la emoción y su rostro coloreándose con un rubor tímido.

Sin perder más tiempo, el trío se adentró una vez más en la selva. El camino serpenteante se abría ante ellos, invitándolos a explorar. A medida que avanzaban, el bosque los rodeaba con su manto verde, susurrando historias antiguas y misterios olvidados que ya habían escuchado antes.

Nicolás encabezaba la expedición con paso firme, señalando los rastros de vida silvestre que salpicaban el sendero. En medio del denso follaje, Mateo y Mi-Jeong se sumieron en un silencio cómodo, donde solo el suave murmullo de la naturaleza rompía la quietud del entorno.

—Nicolás, es impresionante cómo conoces esta selva tan bien. ¿Cuánto tiempo has estado guiando a personas por aquí? —preguntó Mateo, admirando la habilidad del guía para navegar por el terreno con tanta facilidad.

Nicolás sonrió, sus ojos brillando con la chispa de la pasión por su trabajo. —He estado guiando a viajeros por estas tierras durante más de una década. Desde que era joven, he sentido una conexión especial con la selva. Es como si sus secretos me llamaran, y yo simplemente no pude resistirme a responder a ese llamado —explicó Nicolás, su voz llena de reverencia por el entorno que los rodeaba.

Mi-Jeong asintió con interés, sintiendo una conexión instantánea con las palabras de Nicolás. —Debe ser increíble tener la oportunidad de explorar este lugar tan hermoso todos los días —comentó Mi-Jeong, su tono reflejando su admiración por el guía y su amor por la naturaleza.

Nicolás asintió, sus ojos brillando con nostalgia. —Mi familia ha vivido en estas tierras durante generaciones —explicó con un tono tranquilo pero apasionado—. Desde que era un niño, me sentía atraído por la inmensidad de la selva y quería aprender todo lo que pudiera sobre ella. Pasé años explorando cada rincón, aprendiendo de los ancianos de las tribus y absorbiendo sus enseñanzas como una esponja.

Mateo asintió, impresionado. —También debe ser increíble tener ese nivel de conexión con esta tierra —comentó con admiración.

Nicolás asintió con gratitud. —Es una bendición que valoro cada día. La selva es mi hogar, mi maestra y mi refugio. Y me llena de alegría compartir su belleza y sabiduría.

Caminos entrelazadosWhere stories live. Discover now